Lost River: Trabajo fin de master

En un pueblo remoto, una madre acosada por las deudas empieza a trabajar en un local de espectáculos truculentos. Mientras, su hijo mayor -agobiado por la situación de la familia- trata de deshacer la maldición que parece pesar sobre el pueblo.

El actor Ryan Gosling debuta con esta extraña historia que bascula entre la ciencia ficción, el drama intimista y el cine de terror. Más que opera prima parece un -meritorio- proyecto fin de Master de una Escuela de cine. A Gosling no le importa que su película demuestre a las claras sus referencias, como el dichoso alumno no teme exhibir lo bien que ha asimilado las clases que ha recibido de sus maestros.

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El actor americano construye su película cosiendo retazos del cine de Lynch, de Widding Refn, de Cronenberg o Leo Carax. Lo que sale de esta colcha de patchwork es una película visualmente muy poderosa rodada en rotundo claroscuro en la que las explosiones de color -luces de neón, bombillas, fluorescentes o explosivas luciérnagas- son los únicos que sacan -a ratos- al espectador de una profunda noche de pesadilla, que eso es Lost River.

Otra cosa es que la estética -que si no fuera prestada podría parecer radical- envuelva algo más que humo. Gosling no consigue dar consistencia a la narración en ningún momento. Personajes, acontecimientos, diálogos vagan por la película sin dirección ni sentido alguno.

Todo es etéreo, inconcluso y arbitrario. La lógica narrativa es apenas inexistente y la carencia de argumento se trata de compensar a través de un excesivo subrayado de una atmósfera malsana y, en ocasiones, ultraviolenta y -afectadamente- gore. Lo dicho: un trabajo más final de carrera de un alumno que se cree brillante pero que todavía tiene que demostrar que lo es.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Benoît Debie
  • Música: Johnny Jewel
  • Duración: 95 min.
  • Distribuidora: Betta
  • Público adecuado: +16 años (VD)
  • Estreno en España: 17.04.2015

USA, 2014

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