Festival de Cannes 2017. Día 6. Un toque de distinción

Yorgos Lanthimos en el Festival de Cannes 2017
Yorgos Lanthimos en el Festival de Cannes 2017

Festival de Cannes 2017. Día 6

Un Festival de Cine (como el de Cannes 2017) que mantenga su identidad ha de seguir una suerte de credo oculto, un código en la selección de películas que garantice la coherencia entre las distintas secciones. A su vez dicho credo ha de ser lo suficientemente flexible como para dar cabida a las propuestas más innovadoras. Un certamen endogámico y académico corre el peligro de quedarse obsoleto cuando cesen los impulsos iniciales.

El dinamismo interno del Festival de Cannes está muy relacionado con la tutela y formación que realiza de los cineastas que se han formado en las diferentes escuelas o ateliers que rodean el certamen. Cannes se ha mantenido abierto al cambio durante sus setenta años de historia precisamente porque ha sabido crear las condiciones propicias para que en su seno naciese y se esparciese el germen del buen cine; es un festival de directores y por tanto existirá mientras haya autores.

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La condición de autor no está al alcance de cualquiera. No se trata sólo de ser un buen director, de probada solvencia narrativa, hace falta algo más. El éxito comercial no es una condición indispensable para participar en el Festival, sin embargo si se exige a los participantes que hayan provocado ruido mediático. El Cannes más rentable ha basado su supervivencia en los escándalos de los Asesinos natos de Stone, Gaspar Noé y su Irreversible, Lars Von Trier y sus elogios filonazis. Para Cannes decir escándalo es decir «autor».

Redoutable. Michel Hazanavicius
Redoutable. Dirigida por Michel Hazanavicius (The Artist)

¿Qué es un autor para el Festival de Cannes? La pregunta es pertinente cuando se trata de glosar la polémica despertada por Redoutable, la película de Michel Hazanavicius que glosa los años finales de la época narrativa de Jean Luc Godard centrándose en el rodaje de La chinoise (1970) como punto de ruptura. Si algo se le puede achacar al filme de Hazanavicius es su falta de compromiso con la verdadera razón del comportamiento de Godard durante aquellos años. Si el director hizo lo que hizo con sus mujeres, compañeros y admiradores durante esos años el juicio moral ha de ser puesto a la luz de la obra. Son los mejores años de Godard -Pierrot le fou, Le Mepris, Una femme est una femme y tantas obras maestras- y la película parece ignorarlo.

Si bien se trata de un biopic de parte (basado en las memorias de la entonces esposa de Godard) la falta de contextualización no juega a favor de la cinta que por momentos parece demasiado simple. Puede considerarse un intento fallido de ajustar cuentas con el padre de toda la modernidad cinematográfica; los diálogos generacionales deben plantearse entre realizadores que combaten en el mismo peso. Desafortunadamente para Hazanavicius, Godard es el último peso pesado de la cinefilia mundial y sus defensores no han tardado en recordarlo, la película ha pasado por el festival sin pena ni gloria.

Nicole Kidman y Colin Farrell protagonizan The Killing of Sacred Deer
Nicole Kidman y Colin Farrell protagonizan The Killing of Sacred Deer

El otro gran estreno de la jornada fue The life of a sacred deer, de Giorgos Lanthimos. El autor de Canino sigue viviendo de las rentas de su opera prima, la cinta presentada hoy no deja de ser una variación sobre el tema de la familia burguesa cambiando en esta ocasión el punto de vista. Si en Canino se trataba de contar la historia siguiendo la mirada de los hijos, The life… pone la voz narrativa al lado de los progenitores, unos muy comedidos Colin Farrel y Nicole Kidman. Sin embargo la cinta no logra despegarse de la sensación de reciclaje de materiales ya ensayados, la puesta en escena -los grandes angulares constantes, los colores desaturados- ya estaban en las dos obras previas del director griego. Lanthimos sería así víctima del síndrome de Cannes que vacía a los autores y no les permite ser más que una repetición de sí mismos, algo que Godard nunca toleró.

En la Sección Paralela de Cannes 2017, A Certain Regard, se ha proyectado la interesante Before we vanished, de Kiyoshi Kurosawa. El director japonés sigue con su particular recreación de los espacios del cine fantástico en una clave nada habitual. En vez de incitar al miedo, sus distopías abrazan el equilibrio y la armonía. Kurosawa es un realizador poco glosado en Europa pero su obra empieza a ser lo suficientemente compleja y coherente como para incitar estudios más reposados. Quizás la clave del escaso eco de sus películas sea la ausencia de crítica o crisis en el mensaje. Como otro «autor» japonés actual –Koreeda-, Kurosawa no habla alto, sólo construye admirables ficciones realistas aunque estás se encuadren en el ámbito de la ciencia ficción.

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