Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles (parte 2): Una pre-producción novedosa

Cada noche, después de ensayar con los actores y de revisar el guion, Welles se reunía con Toland para que le explicase los conocimientos más básicos de la fotografía, los encuadres y la iluminación.

Desde unos meses antes de obtener la luz verde definitiva para Ciudadano Kane, Orson Welles había comenzado ya a preparar el equipo técnico con el que pensaba trabajar. A pesar de su inexperiencia -o, quizás, debido a ella-, quiso rodearse de un plantel de profesionales altamente cualificados de Hollywood, sobre todo de artistas con una innata tendencia a la innovación, cualidad que producía una cierta prevención en el estandarizado sistema de producción de los Estudios.

La difícil selección de actores

El primer técnico en incorporarse al equipo fue Perry Ferguson, Jefe del Depar­tame­nto de Arte de la RKO. Había entrado en el proyecto en abril, de forma que pu­do sugerir cambios en los futuros decorados a medida que iban llegando los guiones desde Victorvi­lle.

Durante las mañanas, Ferguson discute con Welles el sentido visual de cada escena, y por las tardes, tras haberlo meditado en su casa, se reúne con su equipo de dibujantes para diseñar los decorados y definir el tono y el ambiente de cada set. A través de bocetos, storyboards, maquetas e ilustraciones perfectamente acabadas, Ciuda­dano Kane contó con una preparación escénica como pocas películas hasta entonces.

Otro pilar en la definición del estilo visual del filme fue Gregg Toland, el director de fotografía más innovador que había entonces en Los Angeles. Su maestría con la cámara había quedado demostrada en Cumbres borrascosas (1939), que le valió el Oscar de la Acade­mia; pero sus deseos de experimentación chocaban a menudo con los moldes fijos de la industria. Al saber que Welles buscaba un operador de cámara con experiencia, se presentó de inmediato en la RKO: sabía que el joven director era un genio, pues había visto sus montajes teatrales en Broadway, y sabía también que le gustaban las innovaciones. Pero lo que más le atraía era que se trataba de un novato, lo cual le permitiría trabajar a sus anchas en esa película.

Cada noche, después de ensayar con los actores y de revisar el guion de Mankiewicz, Welles se reunía con Toland para que le explicase los conocimientos más básicos de la fotografía, los encuadres y la iluminación. De este modo, noche tras noche y con un tacto inaudito, Gregg To­land fue atrayendo a su «discípulo» hacia su idea de cómo debía verse en la pantalla Ciudadano Kane: con abundante luz expresionista, sobre to­do en las escenas de Xanadu; con grandes angulares, que proporcionaban ilimitada profundidad de campo; y con espectaculares movimientos de cámara y violentos contrapicados. La película te­nía ya su ambiente; ahora faltaban solo los personajes.

Nuevos decorados, nueva fotografía

La determinación del casting era un punto que preocupaba especialmente a Welles. Si contrataba a actores consagrados de Hollywood, ellos descubrirían demasiado pronto su inexperiencia en la dirección cinematográfica. Por eso se fue a Nueva York, a Broadway especialmente, en busca de actores teatrales que, como él, tampoco supieran una palabra de cine.

Primero se trajo a los actores de su compañía, la Mercury Theatre, que interpretarían la mayoría de los papeles. Para los personajes masculinos más relevantes escogió a sus dos actores más brillantes: Everett Sloane (que haría de Bernstein, el indiscutible brazo derecho de Kane) y Joseph Cotten (interpretaría a Leland, el crítico teatral y amigo más íntimo del magnate). Cotten, que acababa de obtener un gran éxito en Broadway con Historias de Filadelfia, junto a Katherine Hepburn, sería el más favorecido con el rodaje, pues a partir de Ciudadano Kane le llovieron innumerables contratos en Hollywood, y su nombre pasaría a ser uno de los más cotizados en los años cuarenta y cincuenta.

El problema venía, por el contrario, con los principales papeles femeninos. Agnes Moorehead daba muy bien el personaje frío y dominante de la madre de Kane. Pero ninguna actriz del Mercury encajaba en los papeles de Emily y Susan. Para el primero, Welles tuvo que escoger a una actriz bastante desconocida, Ruth Warrick, a quien había conocido en uno de sus viajes a Nueva York. Siempre le había parecido «una gran señora» y, al no hallar una actriz que pudiera encarnar a la fina y aristocrática Emily, se acordó de Ruth y fue a buscarla a la otra costa. Para el segundo papel, Or­son hizo innumerables pruebas hasta dar con Dorothy Comingore, una actriz secundaria descubierta por Chaplin, que estaba entonces en el olvido.

Ensayos previos al rodaje

Con el casting decidido, y aún sin el permiso definitivo de los Estu­dios, Welles comenzó a trabajar la caracterización de cada personaje. El actor que más transformación sufrió durante los ensayos fue el propio Orson, que tuvo que perder casi treinta kilos para las secuencias en que Kane aparecía de joven. La rígida dieta que acometió en las semanas previas al rodaje consistía solamente en plátanos y leche; pero, como la fuerte tensión de los ensayos le dejaba exhausto al llegar la noche, Welles terminaba burlando el régimen con frecuentes filetes nocturnos. A partir de entonces empezó a tomar píldoras adelgazantes; aún así, tuvo que utilizar una faja ortopédica en la filmación de numerosas escenas.

A finales de junio de 1940, las ansias de Welles por iniciar el rodaje eran ya incontenibles. El guion había sido ya revisado infinitas veces. Toland le había convencido para experimentar las posibilidades visuales de los nuevos filtros y arcos de luz, lo cual iba a posibilitar un modo de filmación enteramente nuevo. Pero el presupuesto que barajaban era todavía altísimo y los Estudios no terminaban de dar la aprobación definitiva.

Como el ansiado permiso se demoraba, Welles ideó una excusa para empezar a rodar secretamente. Dijo a Schaefer que necesitaba hacer pruebas fotográficas de actores y escenarios, y empezó a filmar secuencias definitivas sin que nadie lo sospechara. Allí experimentó con bajísimos niveles de luz y con audaces movimientos de cámara. Cuando se revelaron los negativos, una corriente de excitación electrizó los Estudios. Lo que Welles había filmado no eran unas simples pruebas, sino unas imágenes absolutamente novedosas y geniales que nunca se habían visto antes. Así, en cuestión de días y con el nuevo presupuesto ya rebajado, los jefes de la RKO se apresuraron a firmar la autorización definitiva para el rodaje de Ciudadano Kane.

Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles (parte 1)

Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles (parte 3)

Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles (parte 4)

Suscríbete a la revista FilaSiete