Making Of El Señor de los Anillos (2001), Peter Jackson (parte 2): Preproducción de la película

· Uno de los pro­­blemas fue el de materializar el mundo de la Tierra Media, un mundo que sólo había existido en la imaginación de los lectores.

Peter Jackson había vivido por y para el cine desde que, cuando tenía 8 años de edad, sus padres compraron una cámara de 8 mm. El pequeño Jackson sacó provecho del nuevo artefacto rodando pe­queñas películas con sus amigos. Más adelante, gracias a su trabajo en el periódico Evening Post de Wellington, pudo comprarse su primera cámara de 16 mm. Tenía 22 años cuando, con esta cámara de segunda ma­no, comenzó a filmar lo que iba a ser un cortometraje, pero que pronto se convirtió en un largo rodado en fines de semanas: a lo largo de cinco años, y con ayuda de la Comisión cinematográfica de Nueva Zelanda, con­siguió terminar la cinta en 1987. Pero la película con la que alcanzó fa­ma y renombre internacional fue Criaturas celestiales (con participación de la mismísima Kate Winslet), que le valió el León de Plata en Ve­necia en 1994 y una nominación al Oscar al mejor guión. Gracias a es­te reconocimiento, desembarcó en Hollywood para dirigir Agárrame esos fantasmas, comedia protagonizada por Michael J. Fox en 1996. Y con este sucinto currículum, y su última película aún sin estrenar, una mañana de noviembre de 1995 decidió acometer un proyecto titánico sin saber que le iba a llevar seis años completos de su vida.

Aquel mismo día de noviembre llamó a su agente cinematográfico pa­ra decirle que investigara quién tenía los derechos cinematográficos de El Se­ñor de los Anillos y cuánto costaría hacerse con ellos. Fue toda una odisea jurídica averiguar ese punto y fijar el precio para una opción de compra. Tras meses de gestiones, Jackson consiguió al fin el permiso que requería la adaptación de la novela y se puso a escribir el guión con la ayuda de su mujer, Fran Walsh, y de Philippa Boyens.

Una intentona fallida

En los meses siguientes, el proyecto avanzó en distintas direcciones. La productora Miramax, para la que Jackson había rodado Agárrame esos fantasmas, accedió a financiar El Señor de los Anillos como proyecto de dos películas. A la vez, el director neozelandés contrataba los servicios de WETA Workshop, la principal empresa de efectos especiales de Nueva Ze­landa, para que fuera trabajando el diseño visual de la película: maquetas, escenarios, ambientes. Finalmente, él mismo se encerró con sus dos colaboradoras, Fran y Philippa, para trabajar ocho horas al día sobre el guión para conseguir perfilar una a una las escenas de las futuras películas.

Cuando habían invertido ya tres años de trabajo, WETA había creado mon­tones de dibujos y maquetas, y Peter disponía de una versión bastante aceptable de los dos guiones, pero sobrevino la catástrofe. Miramax se alarmó al ver que los gastos de preproducción se disparaban y decidió reestructurar el proyecto: en vez de dos películas, se haría sólo una. Jackson sintió que le quitaban la vida: ¡no podían echarse atrás justo en ese momento! Desalentado, consideró que no tenía más alternativa que rechazar la propuesta, y El Señor de los Anillos fue desestimado por Miramax.

Making Of El Señor de los Anillos (2001), Peter Jackson
Making Of El Señor de los Anillos (2001), Peter Jackson

Fue un momento horrible para todo el equipo. Pero Peter tenía fe en su idea, y se puso a buscar otro gran estudio que quisiera asumir la inversión que necesitaban. Con ayuda de WETA, preparó una cinta demostrativa de casi media hora y una selección de las escenas del guión y los diseños artísticos ya trabajados hasta ese momento. Mientras él se marchaba a Hollywood y empezaba a concertar entrevistas, los directivos de WE­TA embalaban -bajo la supervisión de un representante de Miramax- todas las piezas artísticas, las esculturas y las miniaturas que habían producido en 700 días de trabajo, puesto que a partir de entonces pasaban a ser propiedad de la productora.

Así llevaban dos semanas, cuando una mañana de 1998 sonó el teléfono. Era Peter, que les gritó: “¡Chicos, desempaquetadlo todo! ¡Encended de nuevo los motores! ¡Hemos vuelto a la carga!”. Ese mismo día había mantenido una entrevista con los directivos de New Line Cinema, quienes -con el apoyo de Barrie M. Osborne, productor de la oscarizada The matrix-, accedieron a financiar toda la operación y pusieron sobre la me­sa los 300 millones de dólares que el presupuesto requería. Además, no solo apoyaban las dos películas, sino que apostaban por las tres: La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey, que se estrenarían en las Navidades de 2001, 2002 y 2003, respectivamente. Aquel sueño de Peter Jackson, la “iluminación” en aquella mañana de invierno de 1995, se ponía definitivamente en marcha.

El diseño visual de la Tierra Media

Uno de los primeros pro­­blemas con que se enfrentó el director fue el de materializar el mundo de la Tierra Media, un mundo que sólo había existido en la imaginación de los lectores y en las detalladas ilustraciones de las novelas. Para el diseño visual de este universo, Jackson tenía una premisa básica: lograr el mayor realismo. Los agujeros de los hobbits en Hobbiton, los bosques silvanos del refugio élfico de Ri­vendel, los interiores llenos de humo de la posada del Poney Pisador, y las laberínticas cavernas subterráneas de las Minas de Moria, debían convertirse en una realidad palpable pese a su origen fantástico. Para alcanzar este objetivo contó con los elementos naturales que le ofrecía el paisaje neozelandés y los servicios de WETA Workshop, dirigida por Ri­chard Taylor y Tania Rodger, que conocía por los trabajos realizados para sus anteriores películas. A ellos les encargó la misión de recrear la realidad física de la Tierra Media, desde el interior de los agujeros hobbit hasta las alturas del Monte del Destino. Y les puso una condición: dise­ñar aquellos escenarios como si creyeran de todo corazón en su existencia real.

Jackson quería ser fanáticamente fiel a las novelas de Tolkien. Por eso decidió contratar a Alan Lee y John Howe, los ilustradores de las ediciones inglesas de El Señor de los Anillos de Harper Collins, para que convirtieran en imágenes tridimensionales las detalladas descripciones plasmadas por Tolkien. Durante años, los lectores ingleses de esa obra habían entrado en el universo tolkieniano gracias a esos dibujos; por eso parecía lógico contar con ellos para la creación de todo ese mundo mítico. En sus miles de bocetos, estos dos artistas plasmaron todo su conocimiento de la obra de Tolkien y lograron unos escenarios fantásticos, totalmente realistas y creíbles.

La construcción de los decorados implicó a diversos grupos de técnicos. Por una parte, a los creadores de miniaturas como la fábrica de Ho­bbiton, los Puertos Grises o la inmensa Torre de Barad-dûr, que fue la más complicada y por eso se inició muy pronto: más de dos metros de altura, cientos de detalles arquitectónicos y casi un año entero de trabajo; es­tas miniaturas fueron después rodadas por el director de fotografía Alex Funke, ganador de un Oscar por los efectos especiales de Desafío total, y su equipo de veinte personas. Por otra parte, estaban los jardineros, coordinados por Brian Massey, que plantaron 5.000 metros cuadrados de verduras y jardines de flores un año antes de empezar a rodar. Ade­más, sembraron algunas especies muy poco frecuentes como las matas de aulaga, crearon árboles vivientes en miniatura, o diseñaron decenas de zonas boscosas o ajardinadas, pues los paisajes naturales tienen una im­portancia capital en la película. Finalmente, estaban también los dise­ña­dores artísticos, que crearon los principales escenarios de la cinta: la diminuta casa de Bilbo Bolsón, la milenaria taberna del Poney Pisador o el reino subterráneo de las Minas de Moria.

Todo se tenía que ver natural, incluidas las construcciones realizadas con poliestireno, en las que se utilizó una máquina rociadora usada normalmente para cubrir con una capa de goma torres de perforación en el Mar del Norte. Al final, la película entera asemejaba un inmenso decorado: las casas construidas en los árboles, unidas por pasarelas e iluminadas con luces élficas de Lothlórien; el país de los Enanos conocido como Kha­zad-Dûm, o las verdes colinas de Hobbiton, fueron reconstruidos en la cinta con un enorme cuidado y con un aspecto que las hace parecer totalmente reales.

El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 1)

El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 3)

El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 4)

El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 5)

 

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