Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 4): La fase de producción

Para la revisión de los diálogos, la R.K.O. aportó a Clifford Odets, quien hizo más aristocrática la pasión de Devlin y Alicia.

El 9 de mayo se llegó a un guión provisional completo. Todavía es­­ta­ban dos elementos que fueron prontamente eliminados: Mada­me Sebastian insultando a la nuera y la muerte final de Alicia en bra­zos de Devlin, que acude demasiado tarde en su ayuda. Tras modi­ficar esos dos puntos, Selznick recomendó evitar demasiadas refe­rencias a los nazis: un sondeo Gallup hecho pocas semanas antes ha­cía ver que el público preferiría la trama sin alemanes de fondo. Tam­bién dijo que las escenas desarrolladas en las oficinas del FBI eran demasiado estáticas.

Con esto y con los permisos del SID (Servicio de Informaciones de la Defensa) en lo relativo a la bomba de uranio, se llegó al guión provisional del 11 de junio. Ahora Devlin tenía más protagonismo, las escenas del FBI eras más dinámicas y Madame Sebastian, menos ceñuda.

Selznick se va y entra en juego la R.K.O.

Entre tanto, Selz­nick cada vez estaba más absorbido con la preparación de Duelo al sol. En el verano de 1945 la película había acumulado setenta y cin­co días de retraso en el plan de producción y su costo superaba ya el millón de dólares. Todo esto indujo al productor a vender el pro­yecto Encadenados a la R.K.O. por ochocientos mil dólares más el 50% de la recaudación. La R.K.O. prestó entonces sus estudios, ofi­cinas y canales de distribución. Y Hitchcock, contento por el cam­bio, se convirtió en el productor de la cinta, aunque Selznick si­guió enviando sus memos.

Para la revisión de los diálogos, la R.K.O. aportó a Clifford Odets, quien hizo más aristocrática la pasión de Devlin y Alicia. En al­gunas escenas la espía cita de memoria poesías francesas y canta arias de Schubert. Al fin bailan y él le susurra en francés sus prime­ras palabras de amor. Selznick no estaba de acuerdo con el francés de Alicia ni con el hecho de que Devlin y ella se acostasen juntos: «No podemos rebajar a Alicia a los ojos del público». Y en octu­bre Odets dejó el filme y volvió a ser llamado Ben Hecht.

Aún tuvo Selznick algunas aportaciones decisivas en esta fase. La más importante fue la del final. En el guión Alicia moría en brazos de Devlin, dejando la historia con un regusto amargo. La oposi­ción del productor obligó a Hecht y Hitchcock a modificar el de­sen­lace y a escribir la magnífica escena de la bajada por las escale­ras, donde se resuelven todas las tramas: la principal (bomba de ura­nio) y las dos subtramas más relevantes (AliciaDevlin y Se­bas­tian-nazis).

Otra de sus aportaciones tuvo que ver con el casting. Fue idea su­ya contar con Ingrid Bergman, aunque antes había barajado tam­bién otros nombres. Inicialmente pensó en Vivien Leigh, que ha­bía desaparecido por completo tras obtener el Oscar por su inter­pretación de Escarlata O’Hara. Pero cuando esta opción se vino aba­jo se decantó por Bergman, que había dado muy buena imagen en Por quién doblan las campanas (1944). Selznick la había descu­bierto en Suecia y lanzado a la fama con Intermezzo (1939), guian­do certeramente su carrera con papeles a su medida: Los cuatro hijos de Adán (1941), El extraño caso del Doctor Jekyll (1942) y la consagración definitiva en Casablanca (1943). A esos papeles ante­riores debe mucho su personaje de Encadenados. De hecho, puede decirse que Alicia está bergmanizada, impregnada por comple­to de su espíritu y personalidad. En el currículum de Bergman había ya heroínas, como la joven pianista de Intermezzo, y papeles ro­mánticos como la inmortal Ilsa de Casablanca. Pero aquí parece ha­berse reunido lo mejor de todos ellos.

También fue trabajo de Selznick contratar a Cary Grant y conse­guir que sintonizase con Hitchcock. El actor tenía un mal recuer­do del director británico tras haber interpretado al oscuro prota­gonista de Sospecha (1941), pero el productor le convenció para que olvidase antiguos agravios y aceptase el papel. Más tarde, actor y director volverían a encontrarse en otras dos ocasiones: Atra­pa a un ladrón (1955) y Con la muerte en los talones (1959). Curio­sa­mente, su papel en Encadenados tenía resonancias autobiográficas. En la II Guerra Mundial Grant había trabajado como agente espe­cial para la British Security Coordination, junto a David Niven y Merle Oberon. Su actividad como «espía» consistía en descubrir sim­patizantes nazis en California, misión bastante parecida a la que su personaje lleva a cabo en el filme.

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 1)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 2)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 3)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 5)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 6)

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