Metrópolis (1927), de Fritz Lang (parte 1): Idea del filme y preparativos

Metrópolis (Fritz Lang) | Amanece en la bahía de Nueva York, cuando un barco de bandera alemana cruza la niebla que se cierne sobre la península de Manhattan. Es el 4 de octubre de 1924, y la vida empieza a despertar en los altos edificios de la Gran Manzana. En la cubierta del barco, un hombre se arrebuja en los pliegues de su abrigo para resguardarse del intenso frío de la mañana. Su nombre empieza a ser conocido en tierras americanas: se llama Fritz Lang, y vive de hacer películas para la productora alemana UFA.

Mientras pasea junto a la barandilla de proa, piensa en la invitación que una importante productora americana le ha hecho hace unos meses. Oficialmente, viene a conocer el modo de trabajar en la naciente industria norteamericana: el sistema de estudios de Hollywood y las nuevas técnicas de producción cinematográfica. Sin embargo, el cineasta alemán sabe que la intención de esa gran productora es convencerle de que trabaje para ella.

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El frío arrecia en proa. De repente, una ráfaga de viento corta la espesa niebla y Lang puede contemplar, extasiado, la gran visión del skyline del puerto neoyorquino. La mágica aparición de los altos rascacielos de esa gran ciudad le produce un shock inaudito. Contempla la visión unos instantes y, preso de una gran excitación, va en busca de su acompañante, el famoso productor Erich Pommer. Lo sube a cubierta y le muestra entusiasmado la magnífica vista. Le habla entonces de su repentina idea: quiere hacer una gran película, una superproducción alemana en la que la gran protagonista sea una ciudad industrial en un futuro majestuoso y, a la vez, deshumanizado.

Los preparativos del filme

Erich Pommer ni siquiera consideró la alocada propuesta del joven cineasta. Una historia así sería un proyecto de una envergadura excesiva, increíblemente costosa por la inversión en decorados y escenografía. La respuesta de Lang fue contundente: «No es necesario construirlos totalmente. Bastará con que tengan apariencia de realidad».

El productor no cree ni poco ni mucho en ese proyecto. Y, sin embargo, acabará siendo su gran impulsor. Mientras tanto, Fritz Lang regresa a Berlín y se pone a trabajar febrilmente en el proyecto. Se lo cuenta a su mujer, Thea von Harbou, quien escribe el argumento completo y redacta la novela que servirá de base al guión. En ese guión trabajarán conjuntamente marido y mujer, Fritz Lang y Thea von Harbou.

Año 2026. Metrópolis es una ciudad dividida en dos sectores, el de los poderosos y el de los trabajadores, estos últimos hombres esclavos al servicio del bienestar de los otros. María es una bella muchacha que trata de mantener elevada la moral de los proletarios con enfervorizados discursos llenos de esperanza. El hijo del gobernador de la ciudad se enamora de ella y, gracias a esto, conocerá un mundo oscuro y triste, muy distinto de la opulencia en la que ha vivido hasta entonces. Para romper ese idilio, su padre ordena la construcción de un robot con la imagen de María y, así, provocar la sublevación de los obreros, con lo que tendría un motivo para actuar contra ellos…

Ahora nos suena un tanto artificiosa esa imagen futurista de una mega-ciudad deshumanizada, sobre todo una vez superada la mágica fecha del año 2000 y ver tan cerca esa cifra supuestamente lejana. Pero esta fábula moral sobre el sentido del trabajo y de la libertad sólo es comprendida y valorada con justicia si la situamos en la plenitud del expresionismo alemán: tan crispada como El doctor Mabuse o El gabinete del Doctor Caligari, pero con una decidida apuesta por el gigantismo arquitectónico y la expresividad de la escenografía.

Una producción de grandes cifras

Una vez que el proyecto fue aceptado por la UFA (la Universum-Film-Aktiengesellschaft), otras grandes productoras alemanas se involucraron en él: Erich PommerKarl FreundGünther RittauEugene Schüfftan y el escultor Walter Schultze-Mittendorff unieron sus respectivos estudios para realizar la película que había gozado del mayor presupuesto de toda la historia del cine germano.

Según se deduce de algunos memorandos de la UFA, la producción costó alrededor de dos millones y medio de marcos y empleó a 37.633 extras, 25.400 hombres, 11.500 mujeres y unos 730 niños. Se diseñaron automóviles del futuro y grandes escenografías para representar el submundo de los trabajadores esclavos.

Lang parecía disfrutar con el movimiento y la disposición de actores en los grandes decorados de la película. No en vano su padre había sido un destacado arquitecto en Viena, y él mismo inició estudios de Arquitectura por imposición paterna, aunque desde joven su gran pasión fue siempre la pintura. En uno y otro aspecto, las secuencias de Metrópolis evidencian un aquilatado sentido de la estética y de la composición.

Metrópolis (1927), de Fritz Lang (parte 2)

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