Star Wars – La guerra de las galaxias (1977), de George Lucas (parte 5): Un rodaje descontrolado

Cuando concluyó el rodaje en Túnez y el equipo se trasladó a Londres pudieron al fin respirar un poco, pero tampoco mucho.

El rodaje de la película fue un auténtico calvario. Comenzó en Túnez a principios de marzo de 1976. Sólo tenían once días para filmar todas las escenas del desierto, por lo que nada podía salir mal o demorarse más de lo previsto. Sin embargo, nada fue bien y todo se demoró muchísimo más de lo que habían planificado.

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Para empezar, había problemas con el idioma. El equipo se entendía en inglés -era mitad americano y mitad británico-, pero estaban en un país de habla francófona y necesitaban muchos más de los tres intérpretes que tenían para la producción. Además, se habían instalado en una zona de fuertes vientos, y el primer día de rodaje los decorados salieron volando: no se pudo hacer nada. Cuando todo se hubo recompuesto, el segundo día amaneció con temperaturas superiores a los 40 grados y, para colmo, la complicada maquinaria de R2-D2 no quería funcionar de ninguna de las maneras. George Lucas estaba al borde de la desesperación. Tras horas de trabajo intenso, los técnicos consiguieron que R2-D2 pudiese andar sobre sus patas, pero entonces no podía girar la cabeza al mismo tiempo. Tras numerosos e infructuosos intentos decidieron moverlo tirando de él con un nylon invisible, mientras que Baker -asfixiándose en el interior por las altas temperaturas- conseguía mover simultáneamente la cabeza del robot.

Al tercer día los problemas vinieron por parte del otro androide. A C3-PO lo ensamblaron por primera vez el día antes de rodar, y entonces descubrieron que el traje resultaba demasiado ajustado para Daniels. Tras algunos retoques consiguieron adaptar a su cuerpo la apretada “armadura” de hojalata, pero no lo hicieron del todo bien y al día siguiente, en cuanto dio los primeros pasos, el calzado metálico se le clavó en el pie y empezó a sangrar abundantemente. Hasta pasadas un par de horas no pudieron seguir rodando. Pero eso no fue todo. En las jornadas siguientes la temperatura siguió subiendo y Daniels se desmayó en dos ocasiones por el calor asfixiante que se producía en el interior de su disfraz.

Al mismo tiempo, los equipos se llenaban de arena y cada noche todas las cámaras tenían que ser minuciosamente limpiadas para que pudieran utilizarse la mañana siguiente. Y a esto se sumaban las incomodidades de actores y técnicos por las condiciones climatológicas en las que trabajaban. Un auténtico desastre. Estaba clarísimo que rodar allí no había sido una decisión acertada. Pero ya nada se podía hacer.

No sólo había problemas técnicos. Aunque Lucas había trabajado mucho la historia y había tardado casi tres años en escribirla, el guión no estaba terminado cuando comenzó el rodaje. Y así, cuando el 15 de marzo de 1976 Lucas dio a conocer su última revisión, Alec Guiness descubrió con horror que su personaje moría durante el rescate de la princesa Leia, en un duelo de espadas láser con Darth Vader. Al parecer fue una sugerencia de Marcia, la mujer de Lucas, que veía necesario que el mentor muriera para que el compromiso de Luke con la causa rebelde fuese luego total y definitivamente heróico. Esto suponía un notable recorte del personaje de Obi-Wan, y hubo tensas renegociaciones en los primeros días de filmación. La solución que Lucas encontró fue dar más relevancia mitológica a este personaje, infundiéndole así mayor autoridad y presencia.

Para distender el ambiente, Alec Guiness gastaba bromas entre toma y toma, y procuraba dar ánimos a todo el equipo. Uno de esos días coincidió que era su cumpleaños, y el veterano actor inglés lo celebró trayendo una inmensa tarta helada. Pero en cuanto se sacó de la nevera comenzó a derretirse, y el equipo tuvo que comérsela a toda prisa.

El traslado a Inglaterra

Cuando concluyó el rodaje en Túnez y el equipo se trasladó a Londres pudieron al fin respirar un poco, pero tampoco mucho. Lucas había escogido esa ciudad porque allí se encontraban los estudios Elstree, con el plató más grande del mundo. Ahora podrían trabajar en un entorno más controlado, con unos decorados preparados durante meses, y al margen de inclemencias climatológicas. Pero no contaban con otras inclemencias, las humanas…

El equipo técnico inglés no encajó como se esperaba. Viendo a la princesa Leia con dos rodetes en las orejas y a un gigante de dos metros disfrazado de perro, pensaron que se trataba de una película infantil más, y no mostraron el más leve gesto de colaboración. No se leyeron el guión, ni se interesaron lo más mínimo por la Fuerza ni por toda la mitología de Lucas. Simplemente se limitaron a cumplir, y en cuanto terminaba el reducido horario que establecen los sindicatos se negaban rotundamente a seguir trabajando. Hasta cierto punto es comprensible: sin la percepción de los brillantes efectos especiales y rodando partes de escenas -sin efectos ni explosiones-, todo parecía incoherente y bastante infantil. Y Lucas seguía desesperándose, porque sólo él parecía capaz de imaginar la epopeya de esa historia.

Para colmo, empezaron a surgir problemas con los actores. Lucas no tenía mucha experiencia en la dirección y no comprendía que los actores necesitaban un cierto tiempo para meterse en la piel de sus personajes. “Es cariñoso y amable -diría años después Harrison Ford en una entrevista-, pero muy impaciente con el proceso de interpretación. Si cree que algo está en el guión, no entiende que tú no seas capaz de exteriorizarlo en un instante. Él lo ha escrito, y tienes que hacerlo a su manera. Pero a veces no es tan fácil hacer que todo encaje”.

El más disgustado con la dirección era Mark Hamill. Cuando algo no lo hacía bien, Lucas gritaba inmediatamente: “¡Mal!”, pero no le decía cómo tenía que hacerlo. Y él era un actor novato en el mundo del cine. También Carrie Fisher tuvo desacuerdos con Lucas. Años más tarde recordaría sus indicaciones genéricas, del tipo “¡Actúa más como una princesa!”, y sobre todo su frase favorita: “¡Más rápido, más intenso!”. Por otra parte, el guión tampoco facilitaba las cosas. Tanto Alec Guiness como Harrison Ford encontraban los diálogos demasiado pretenciosos y rimbombantes. Solían decirle a Lucas: “Tú puedes escribirlos, pero jamás podrás decirlos”. Carrie Fisher se desesperó con una frase que debía pronunciar al principio de la película, nada más ser capturada en el abordaje inicial: “Gobernador Tarkin, debí figurarme que era vd. quien sujetaba la correa de Vader. Noté su repugnante fetidez en cuanto me trajeron a bordo”. Se sentía incapaz de decirla con naturalidad: “¡Repugnante fetidez! No sé tú, pero yo no hablo así”, exclamaba ella apretando los puños. Y Ford llegó a amenazar a Lucas con atarle a una silla para que repitiera cien veces: “He ido de un extremo de la galaxia a otro, chico…”.

El momento más bajo de la producción fue cuando rodaron la escena de la cantina. Como se habían pasado de presupuesto en muchas secuencias, la Fox redujo drásticamente los gastos de vestuario y decorados en las últimas escenas. Y al llegar al set de la cantina, Alec, Mark y Harrison se sintieron profundamente decepcionados. El más afectado era Lucas, pero trató de ocultarlo para no bajar aún más la moral del equipo: “No os preocupéis -les dijo-. Lo resolveremos en posproducción”. Pero aquello era imposible de arreglar: un escenario de cartón piedra, un extra vestido de hombre rana y una mujer vestida como un ratón. Y así debían rodar la secuencia. Y lo increíble es que salió bastante bien.

Hubo un momento de tensión: la escena en que Luke y Leia cruzan un foso en la Estrella de la Muerte balanceándose con una cuerda sobre el vacío. Los actores no quisieron emplear dobles, y Lucas lo consintió porque así podía filmar sus rostros y dar a la escena mayor realismo. Había tres cámaras grabando simultáneamente, pues no podía repetirse la toma. Previamente, el coordinador de especialistas Peter Diamond les había colocado los arneses y explicado cómo actuar para que no se notasen. Hizo él la prueba antes que ellos, y al llegar al otro extremo notó que su arnés se desgarraba, pero no dijo nada para que no se asustasen. Simplemente les pasó la cuerda al otro extremo y rezó para que a ellos no les ocurriese lo mismo.

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