Divergente

Divergente: Hamburguesa con muchas patatas

Divergente presenta un mundo distópico. Sí, otra vez. Grandes ciudades da­ñadas, rascacielos heridos, que parecen haber sufri­do las consecuencias de una guerra nuclear. Un muro ro­dea la ciudad de Chicago, fuera se supone que está el caos.

Dentro, una sociedad ordenada en cinco grupos. Ca­da uno se caracteriza por un don, que parece ge­né­ti­co; no es propiamente una virtud tal y como la en­ten­de­mos hasta ahora, que crezca con el esfuerzo. Los gru­pos son Verdad (los sinceros), Abnegación (los al­truis­tas, que ejercen la solidaridad con los más nece­si­ta­dos), Osadía (los valientes, que asumen las tareas policiales y de seguridad), Cordialidad (los pacíficos) y Eru­dición (los inteligentes, que son los encargados de go­bernar). Cada cual viste un atuendo que le identifica.

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Hay unos tipos raros, los Divergentes, que no encajan en uno solo de los grupos. Se les persigue, se les eli­mina. Constituyen una amenaza para el orden esta­ble­cido, porque no son previsibles.

Al cumplir los dieciséis años, Beatrice (Tris) Prior tie­ne que elegir a qué facción pertenecerá, en una ceremonia pública y multitudinaria, porque a pesar de lo explicado, hay que elegir (claro, aunque sea con­­tra­dictorio, o haces algo así o no hay novela-película). Su familia pertenece a Abnegación.

Veronica Roth, autora de la trilogía compuesta por las novelas Divergent, Insurgent y Allegiant, tiene 25 años. Desde la aparición de la primera en 2011 ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo, España in­cluída. Las novelas encajan en ese género de forja de heroína adolescente que tanto éxito está teniendo. Esen­cia de mito griego reducido a la bebida isotónica pa­ra que quepas en el traje de neopreno y puedas dar pa­tadas y tirar flechas en la inevitable academia donde se preparan los gladiadores…

Divergente, dirigida por Burger es una hamburguesa ta­maño XXXL megaplus. Me explico. Todo es mecánico, fun­cional, elemental, eficaz, simple, directo y emoti­vo-sensiblero. Es un precocinado que se mete en el mi­cro ondas y sale calentito y apetecible.

Los conflictos no son originales ni sofisticados, funcionan como funcio­na una hamburguesa cuando has retrasado un par de horas el almuerzo. Llena y ya está; y a otra co­sa, ma­riposa.

Es la fast mithology: Eat as much as you want. Es ame­ricana. Y vende en todo el mundo. ¿Les suena? Creo que hay vida (literaria, audiovisual, artística, cultural) más allá de las chispas crepusculares, lúdico culinarias, académico heroicas.

Pero bueno, de vez en cuando, una hamburguesa brontosáurica con mu­chas patatas no está mal. Como die­ta habitual crea gente fofa, deforme.