Ignacio de Loyola

Ignacio de Loyola: De soldado a santo

· La película se centra, acertadamente, en la juventud de Íñigo y no pretende contar toda su vida ni la fundación de la Compañía de Jesús.

Al comienzo del siglo XVI el joven y arrogante soldado Ignacio de Loyola sueña con grandes aventuras, heroicos hechos de armas por su rey y por su dama. Un tiro en la pierna durante el sitio de Pamplona lo convierte en un amargado cojo. Poco después oirá una llamada para vivir otras grandes aventuras que están por descubrir.

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Atreverse a contar la historia de san Ignacio tiene mérito, o tal vez no sea para tanto: en Italia no tienen ningún problema por rodar vidas de santos, y son muy rentables; también en la laica Francia lo hacen -siempre que sean santos franceses. En España parece tema tabú, y tienen que venir de Filipinas a rodar en inglés con actores españoles el tema más español posible que se pueda concebir. Hay que decir además que con un presupuesto que no llegaba al millón de dólares han realizado una obra más que digna.

Pilota este proyecto Paolo Dy, joven director que tenía en su haber tan solo tres cortometrajes. Le ayuda Cathy Azanza, con las mismas tablas -había colaborado con él en los tres cortos-, juntos escribieron el guion, basado en los escritos autobiográficos de san Ignacio; juntos han dirigido.

La película se centra, acertadamente, en la juventud de Íñigo y no pretende contar toda su vida ni la fundación de la Compañía de Jesús. Una vez presentado el caracter fogoso y aventurero en la primera parte, en la segunda muestra su decisión de seguir los pasos de Jesucristo, y algunas de las dificultades que encontró. La incomprensión/oposición de su familia, o el examen de sus ideas por la inquisición.

Un joven poco conocido, Andreas Muñoz (Arena en los bolsillos), hace un notable retrato de san Ignacio. El resto del reparto es convincente, y con ello quiero decir que esta vez la película no suena a falso, tal vez esos trajes -cosidos a mano en filipinas- tengan algo que ver; también ayuda la banda sonora de Ryan Cayabyab.

Dicho esto, la narrativa tiene sus altibajos, tal vez porque la fuente literaria original pesa mucho; la falta de presupuesto se hace sentir dramáticamente en la épica defensa, auténtico esfuerzo por emular el cine épico de aventuras, pero reducidos a un par de trucos informáticos y simples decorados de cartón piedra. Con todas sus carencias, la historia y el personaje tienen la fuerza suficiente para enganchar al espectador y el tándem Dy-Azanza saben lo que hacen y narran con corazón el dramático camino que convierte a un soldado en un santo.