John Wick: Pacto de sangre

John Wick: Pacto de sangre | Homenaje a Matrix

· La factura es buena; el todo, amable dentro de una historia salvaje y cruel que juega con los tópicos de honor entre asesinos y demás.

No recuerdo si John Wick llegó a estrenarse en cine en España, en Estados Unidos fue un (inesperado) éxito que alegró la carrera de Keanu Reeves. En principio esa película no debía tener secuela, no era más que una anécdota: unos criminales entran a robar en casa de Wick y matan a su perrita, sin saber que su víctima, antes de retirarse, había sido una leyenda entre los asesinos. El guion de esta nueva entrega es similar, una traición y un pretexto para que John Wick vuelva a lucir su habilidad para matar.

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Chad Stahelski, doble de Reeves en Matrix, vuelve a dirigir a su héroe y, más es mejor, los diálogos quedan reducidos a la mínima expresión -de todas formas son tópicos- y el número de muertos es extraordinario: la cinta no es más que una serie de secuencias de acción que tienen más de ballet que de batalla; de hecho, el tono deliberadamente flegmático y elegante que se construye en torno al Continental -toda una mitología-, da la clave de esta película que, si no fuera por ese toque snob-humorístico y de ballet, resultaría absurda.

La factura es buena; el todo, amable dentro de una historia salvaje y cruel que juega con los tópicos de honor entre asesinos y demás. En esta nueva entrega aparecen una serie de actores interesantes (Ian McShane, John Leguizamo, Bridget Moynahan) realmente desaprovechados, y Lawrence Fishburne, en un papel mínimo, para presentar a Morfeo junto al héroe de Matrix. Si el espectador busca algo más que la acción gratuita, debe abstenerse; si es incondicional de Reeves o de las cintas de acción, que no se la pierda.