La vida secreta de las palabras: Palabras, silencio, Coixet

Las palabras pululan por el aire, ocupan el espacio vacío entre dos personas, ayudan a expresar sentimientos, hieren como afilados puñales u ocultan verdades secretas -demasiado dolorosas para ser convertidas en sonido y reveladas a los oídos más atentos-. La vida secreta de las pala­bras, quinto largometraje de la realizadora catalana Isabel Coixet (A los que aman, Cosas que nunca te dije), explora la importancia de éstas a partir de la dialéctica entre dos personajes, Hanna (Sarah Polley) y Josef (Tim Ro­bbins). Ella se escuda en el silencio para olvidar el pasado, mientras que él utiliza las palabras como medio para sobreponerse a él. El encuentro entre los dos personajes supondrá un punto de inflexión en sus vidas y una retroalimentación no deseada y necesaria.

Una vez más, Coixet dibuja con pulso firme y trazo vigoroso una historia de valentías cotidianas, de miserias proletarias y añoranzas acusatorias. Su universo es un territorio vasto pero recurrente, en el que sus personajes renuncian al bagaje material para sorprenderse a sí mismos en el placer de las banalidades diarias, en el que el dolor es derrotado a fuerza de sarcasmo, de silencio y de interacción con otros seres humanos tan desolados y tristes como ellos mismos. Coixet consigue construir un asombroso equilibrio entre el des­garramiento y la sonrisa, a medio camino entre la esperanza y la certeza de la crueldad de la vida diaria. Su cine, al igual que el de Atom Egoyan, incide en la necesidad de registrar el recuerdo, de grabarlo en video, papel o cassette para que no se pierda, para que la identidad del individuo y sus recuerdos no se pierdan, para que aquello que sus palabras no han relevado o han ocultado salgan a la luz, rediman su alma y alivien su culpa.

La vida secreta de las palabras es una reflexión sobre la importancia de las pequeñas cosas: la relevancia de una pastilla de jabón, el descubrimiento de nuevos sabores, el significado oculto de un simple mensaje de móvil, las historias literarias extrapoladas al día a día, una gasa que enjabona una piel desnuda o la necesidad de aprender a nadar… La urgencia del dolor y del silencio mueve a la directora de Mi vida sin mí a construir un filme en el que se descarta la peripecia estética y se privilegia la sencillez y la concisión. La cámara queda sujeta a la emoción del personaje, a la captación del detalle necesario, del contraplano urgente, de la panorámica desoladora del hombre frente al mar, frente a la nada, frente al silencio que todo lo traga y devora. Próxima al neorrealismo italiano, Coi­xet muestra encuadres contundentes y desnudos, y exprime al máximo el valor de las interpretaciones, de los rostros, los gestos y los matices. El excelente trabajo de Tim Robbins y Sarah Polley, guiados por la ma­no segura de la realizadora, hacen posible que el espectador toque esa verdad secreta que se trasluce y que a nadie deja indemne. La vida secreta de las palabras crea una fuer­te empatía con el espectador a medida que los misterios se desgranan y la banda sonora adquiere mayor protagonismo, hasta alcanzar el éxtasis estético con los acordes de All the world is green, de Tom Waits.

Isabel Coixet se nos revela una vez más co­mo autora. Su universo cinematográfico, lleno de múltiples leit motiv, es tan vasto y lleno de matices como el silencio, como las palabras.

Ficha Técnica

  • País: España, 2005
  • Fotografía: Jean Claude Larrieu
  • Montaje: Irene Blecua
  • Vestuario: Tatiana Hernández
  • Distribuidora: Warner
  • Fecha de estreno: 21.10.2005
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