Cine negro de 50 quilates: El año más violento

El año más violento (2014)
El año más violento (2014)

Cine negro de 50 quilates: El año más violento

Unos cuantos motivos de mi fascinación ante El año más violento, una película excepcional.

1. Hacía muchos años que no me encontraba con un guión tan solvente. La historia que escribe J. C. Chandor (New Jersey, 1973) se desgrana con una fluidez asombrosa, una cosa sigue a la otra de una manera brillante, implacable, adictiva. La experiencia como documentalista y director de anuncios se nota y mucho para bien. Fueron 15 años antes de estrenar Margin Call.

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2. La música de Alex Ebert para El año más violento es un portento, apenas un zumbido que te va taladrando el alma.

3. El montaje de Ron Patane permite que la película sea tremendamente esencial y, a la vez, sencilla, sin ínfulas. El riesgo de la solemnidad y de los gestos «heroicos» y de la épica era tremendo.

4. La foto de Bradford Young captura los ambientes portuarios de una manera poderosa. Lo corriente asusta más. Esas persecuciones por el metro, por la nieve, el footing… Las secuencias en la oficina, en el local donde se encuentran con los vendedores judíos ortodoxos, en la casa de los Morales tienen una atmósfera poderosa, es cine de 50 quilates. Más que por la planificación y la óptica -que son buenísimas-, por la iluminación. Y por un etalonaje de campeonato, olímpico.

5. La dirección de Chandor para El año más violento es emocionante: su mano gobierna el relato con serenidad y una precisión llena de sabiduría. En esta película es un autorazo, a la altura de Miller en Foxcatcher o de los Coen en Inside Llewyn Davis (que es mucho menos película que las otras dos porque los Coen se permiten demasiadas divagaciones narcisistas).

A Most Violent Year consigue algo dificilísimo: que no terminemos de conocer a los personajes y que los conozcamos perfectamente. Y eso es muy complicado y ya se sabe que lo que no es complicado es falso. La película podría ser una película de género y ya, y a por la siguiente. Y es mucho más, es un tratado sobre el alma humana enfrentada a los dilemas universales, y eso solo lo saben hacer los grandes. Chandor renuncia a las estupideces manieristas de tantos directores: la secuencia de la pistola a la puerta de la casa es un compendio. Me ha recordado a Tourneur, a Walsh, a Lang.

6. Los actores son un sueño. El trabajo de Jessica Chastain vuelve a ser sublime: esta mujer es un imán y su variedad de registros, la manera en que modela sus personajes la convierten en la actriz más completa del momento (sus uñas postizas, la manera de disparar, cómo lleva unos vaqueros o un vestido de noche, el partido que le saca a un peinado, a unas gafas de sol, el tempo y el temple cuando habla con el fiscal a la puerta de la casa enfundada en su Armani blanco largo con cinturon ancho de hebilla redonda negra enorme…). Jessica es tremenda.

Pero lo que hace Oscar Isaac (ya grandioso en la citada película de los Coen y estupendo en Drive) es una lección magistral, porque lo que se le pide es arduo, aunque el texto de Chandor sea buenísimo (esos diálogos maritales, con las recurrentes preguntas de la mujer: «¿y, tú, cómo estás, cómo te ha ido el día?«; la secuencia del pañuelo y el depósito que conecta con el mejor Howard Hawks; etc., etc.)

7. El vestuario de los primeros años 80 que diseña Kasia Walicka-Maimone (Moneyball, Truman Capote, Foxcatcher, Moonrise Kingdom) es tan bueno… El vestido ceñido burdeos de Anna Morales en la fiesta de cumpleaños, sus camisas de seda, sus peinados arquitectónicos: ropa y estilo que pregonan soy una madre pero soy una madre coraje, una esposa coraje que no perdona la peluquería pero que teclea la contabilidad con un lápiz y sin mirar: cuidadito conmigo. Incluso el provocativo atuendo de Anna en la cena de negocios, con ese escotazo en principio incoherente: si lo piensas es absolutamente consecuente. Es la forma de telegrafiar un mensaje: no os tenemos miedo, soy hija de mi padre y cuidado conmigo, que soy una señora pero no me faltéis al respeto…

Los trajes cruzados de Abel de corte exquisito, los nudos de corbata impecables, su impresionante y discreto abrigo camel que gritan soy un señor no un ganster, aunque me haga la ropa a medida. Los trajes arrugados y desfondados del abogado (un impresionante Albert Brooks) son una ayuda importantísima para contar la historia de manera verosímil, sin explicar las cosas como hacen otros directores que aburren a las ovejas.

8. El diseño de producción que dirige John P. Goldsmith permite a la película una velocidad de crucero que solo tienen las obras en las que todo lo que miras te interesa. Y en eso tiene mucho que ver la dirección artística de Doug Huszti y la labor de la decoradora Melanie J. Baker: el mobiliario de oficina, de la casa nueva de los Morales, del restaurante te deja embobado.


Otros tráilers no hacen justicia a la película. Éste sí.

Aquí los encargados del diseño explican sus decisiones. Se ve que han disfrutado.

Con esta secuencia de fotos, que ilustran lo comentado arriba, se acaba esta nota, que iba a ser corta pero ha salido larga.

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