Cruella: créditos de la película
La moda se erige a lo largo del metraje en eje transversal de la narración, sirviendo de vehículo de expresión a la rivalidad entre la vil heroína y la baronesa von Hellman. Créditos de la película Cruella.
En 1961 Walt Disney estrenó su decimoséptimo largometraje animado, 101 dálmatas, basado en la novela del mismo nombre, de Dodie Smith. Este filme, el primero en utilizar la xerografía en el ámbito de la animación, lanzó a la fama a Cruella de Vil, una de las villanas más retorcidas y maquiavélicas de la gran pantalla. Posteriormente, en la adaptación de 1996, Glenn Close encarnó a Cruella, interpretación que le valió la nominación a un Globo de Oro en la categoría de mejor actriz – comedia o musical; y cuatro años después, se estrenó su secuela: 102 dálmatas. La película de 2021, dirigida por Craig Gillespie (Yo, Tonya, 2017) y protagonizada por Emma Stone, transforma a de Vil en diva de la moda punk al estilo Westwood, convirtiéndose, hasta el presente, en una de las mejores adaptaciones live actions de Disney: una obra suntuosa y barroca, ad hoc con la personalidad sediciosa y retorcida de la protagonista.
La trama se ubica en Londres en la década de los 60-70, a caballo entre la época del Swinging London y la protesta contra-cultural juvenil que nació a raíz del impacto que tuvo en Inglaterra la crisis del petróleo y sus consecuencias en el ámbito económico y social. Tras los años de la margarita, el punk irrumpió como reacción y réplica a la cultura dominante hasta la fecha, rechazando los símbolos y modelos estéticos imperantes en la sociedad británica. En el campo de la moda Vivienne Westwood utilizó la subversión como expresión anticapitalista; introdujo, entre otros “accesorios”, el collar de perro como símbolo de esclavitud y recuperó el corsé de la época de María Antonieta como recuerdo de la Revolución Francesa.
A nivel cinematográfico, la llegada al cine de los diseñadores de vanguardia en las décadas de los 50-60 había supuesto un cambio conceptual relevante de las secuencias de créditos, que se transformaron en el personaje encargado de atraer la atención del espectador, generar emociones y asumir un discurso propio mediante el empleo de elementos retóricos. Se convirtieron así en nuevos vehículos de expresión, hasta llegar, en la actualidad, a condensar un complejo mensaje audiovisual con discurso narrativo propio. La tecnología emergente y los cambios de la industria cinematográfica acaecidos en los 70 recalaron en años críticos para los títulos de crédito, que reclamaron la necesidad de introducir cierta revolución formal por parte del diseño gráfico. En este ambiente, a principios de dicha década, Wolfgang Weingart, profesor de la Escuela de Diseño de Basilea, se desmarcó de la ortodoxia internacional al contravenir las normas vigentes de legibilidad y el principio de máxima claridad característico de Jan Tschichold y la Bauhaus, dando lugar a un nuevo estilo, la New Wave. En esta formulación, sin rechazar los principios de la escuela suiza, el diseño se configuró en torno a la experimentación que brindaba la fotocomposición, con el fin de obtener soluciones más informales, alternativas renovadas. Los rasgos característicos de este movimiento gráfico fueron el uso de letras recortadas de periódicos y revistas -un dispositivo previamente asociado con el secuestro y las notas de rescate-, la fotocopia y el empleo de la técnica del collage. Junto a la New Wave surgieron otros estilos posmodernos a nivel gráfico, como el punk y la psicodelia, que protagonizaron el fin de década.
En este contexto artístico-histórico-cultural se encuadra Cruella y su secuencia de títulos final. La moda se erige a lo largo del metraje en eje transversal de la narración, sirviendo de vehículo de expresión a la rivalidad entre la vil heroína y la baronesa von Hellman: una aguda representación del constante enfrentamiento entre lo moderno y lo tradicional, el futuro y el pasado. El vestuario diseñado por Jenny Beavan, ganadora de dos Oscar por su trabajo en Una habitación con vistas (James Ivory, 1985) y Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015) es brillante, alcanzando, por derecho propio, un papel estrella en la película. Siguiendo su estela, la secuencia final de créditos representa un desfile en honor de la antiheroína, donde se exhiben y suceden escenas clave y elementos identitarios del personaje y la historia -el coche, el colgante, los perros, el vestido rojo y el palabra de honor dorado, metros de tela que fluyen o los maniquíes- que sintetizan el relato fílmico.
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