La exposición «Edgar Degas: Impresionistas en privado» puede visitarse en Madrid, en el Canal de Isabel II, hasta el 4 de mayo de 2014.
Edgar Degas es mucho más que sus famosas bailarinas. Detrás de sus archiconocidas obras se esconden cientos de pequeños estudios, retratos, fotografías y grabados que nos abren la puerta a la parcela más intima del artista. Sus amigos y familia son los protagonistas de la colección de obras poco o nada conocidas recopiladas por el historiador norteamericano Robert Flynn Johnson y expuestas hasta el 4 de mayo en la Fundacion Canal Isabel II.
Conocemos así su obsesión por la fotografía, la pasión por el arte japonés de Watanabe Seitei, la aireada rivalidad que mantenía con Cezanne o a su joven pupilo Toulouse-Lautrec. Ése es el gran atractivo de esta colección, el conjunto de anécdotas que arrojan un rayo de luz sobre la cara más oculta del impresionista y que conforman poco a poco una historia repleta de pintura, amistad y amor.
A pesar de tener un carácter un tanto complicado, Degas se rodea de grandes personalidades de la época, a los que retrata (y por lo que se deja retratar) de forma informal y relajada, hecho que se refleja en cada una de las piezas, dotándolas de una maravillosa contradicción entre la sencillez con la que están llevadas a cabo y la elaborada belleza que desprenden. Cualquier persona era susceptible de ser retratada por Degas, desde su criada Sabine Neyt hasta su gran amigo Manet, desde el banquero y mecenas Ernest May hasta el músico Claude Debussy.
Gracias a esta colección, se puede observar cómo se fraguó el proceso creativo del artista siempre unido a una historia personal. A través de los numerosos estudios de pies y piernas a lápiz, descubrimos las largas tardes que pasaba junto a su padre en el Louvre copiando y estudiando cuadros. A través de sus grabados y monotipos se esconde una gran amistad con el vizconde Ludovic-Napoléon Lepic, quien le enseñó esta técnica. En cuanto a la fotografía es imposible hablar de Degas sin mencionar a Manet. Juntos experimentaron con la fotografía hasta la obsesión. En una carta de su amigo y pintor Federico Zandomenegui al crítico de arte Diego Martelli, escribe: «Degas lo está dejando todo por su nueva pasión, la fotografía».
Una mujer aparece en numerosas ocasiones, se trata de Mary Cassatt, su gran amor. Una artista norteamericana afincada en París con la que comparte 40 años de relación y de arte. No hay que perder de vista los dos últimos retratos de la colección llevados a cabo por Joseph Goldyne en 1983, en los que aparecen Degas y Mary Cassatt ya mayores y que reflejan perfectamente la relación de admiración que se profesaban.
«Edgar Degas: Impresionistas en privado» es, en conclusión, una ventana a la vida personal de Degas dedicada por completo al arte y admirable por las ansias de perfección, experimentación y renovación. Creo que no hay mejor forma de acabar que con una cita de su gran amigo Marcellin Desboutin:
«Degas era al único que veía cada día, y eso que ya no era exactamente un amigo, ni un hombre, ni siquiera un artista. Solo era una placa de zinc o de cobre ennegrecida por la tinta y esta persona-placa está laminada por su prensa hasta el punto de desaparecer totalmente entre sus rodillos» (1876).
Mónica Gramunt
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