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Emma.: créditos de la película

Emma encarna el papel de una heroína un tanto atípica: una joven rica y caprichosa que se erige en casamentera de sus conocidos y allegados. Es el eje de la na­rración, y la secuencia de créditos inicial se centra en presentar sucintamente su figura

Fotogramas de la secuencia de créditos inicial de Emma. (2020)

Emma.: créditos de la película

Créditos de la película Emma. | Jane Austen no pasa de moda. Sus seis grandes nove­las han sido trasladadas a la pequeña y gran pantalla en nu­merosas ocasiones, en forma de película y de serie. La úl­tima adaptación de Emma, publicada por primera vez en 1815 por John Murray, ha corrido a cargo de la directora Autumn de Wilde y la guionista Elea­nor Ca­tton; una versión fiel a la novela original, pro­tagonizada por Anya Taylor-Joy.

Las tramas de las novelas de Austen transcurren en el contexto socio-histórico del siglo XIX, aportando un fiel retrato de sus coetáneos. Sus semblanzas ponen de ma­nifiesto temas de candente actualidad, como el feminismo; y asuntos controvertidos del momento como la va­cuidad de los cánones y normas que regían los círculos sociales, las notables diferencias entre estratos o el po­der de las clases altas y su destreza para la manipulación. En cualquier caso, sus personajes, de pronunciado ca­rácter, se adecúan con solidez y realismo al espacio y cir­cunstancias que les son asignados en los diferentes re­latos.

Emma encarna el papel de una heroína un tanto atípica: una joven rica y caprichosa que se erige en casamentera de sus conocidos y allegados. Es el eje de la na­rración, y la secuencia de créditos inicial se centra en presentar sucintamente su figura. Desde un punto de vista formal esta pieza audiovisual se integra en el fil­me, si bien, por su construcción, podría considerarse in­dependiente, por gozar de elementos retóricos, y un dis­curso inherente que le convierte en vehículo expresi­vo per se, susceptible de generar emoción. En apenas dos minutos retrata a la protagonista sin necesidad de diá­logos, evocando en su disposición las películas de ci­ne mudo. A modo de rótulo preliminar encontramos unas palabras sobre fondo negro, que describen a la pro­tagonista y ponen en contexto al espectador: Emma Woodhouse, handsome, clever and rich, had lived nearly twen­ty-one years in the world with very little to distress or vex her [Emma Woodhouse, guapa, inteligente y rica, ha vivido casi veintiún años en el mundo con muy poco que le angustie o moleste].


Los títulos condensan el clímax y el tono de la pelícu­la, revelando, en todo momento, la experiencia previa de la cineasta en el ámbito del diseño y la fotografía. El ex­quisito cuidado de la forma, como medio para llegar al fon­do de la historia y de los personajes, obsequia al espectador con una irresistible propuesta visual, integrada por juegos de color y simetrías, que recuerdan el cine de Wes Anderson. Empapados de armonía y elegancia, los títulos captan la atención del espectador y asumen el rol de pórtico de entrada al restringido universo de Emma.

A lo largo de la narración se encadenan sucesos cómicos y vicisitudes que, si bien pueden resultar anecdó­ti­cos o secundarios, en último término confluyen y con­tribuyen a describir el proceso de maduración de la protagonista. La secuencia de créditos sintetiza esta evo­lución a través de la luz, el color y la sucesión de es­cenarios tras presentarnos, en un primer plano, el con­fortable despertar de Emma. Vestida con un traje de mu­selina y algodón blanco, acorde con la moda del momento, la secuencia nos muestra a la protagonista en tres marcos diferentes en el transcurso del amanecer: un jardín, el invernadero y el interior de la mansión. El pla­no general del extenso vergel, a la luz aún mortecina de la aurora, nos emplaza en la experiencia de libertad y despreocupación que marca el día a día de Emma. En el invernadero, ligeramente iluminado por los primeros ra­yos de sol, la señorita Woodhouse se confunde entre las flores: inhala su perfume, se recrea en su belleza y eli­ge aquellas que considera adecuadas y listas para seccionar. Emparejar de modo conveniente unas con otras, co­mo en la disciplina del amor, requiere perspicacia, va­nidad y un toque de humor.

Emma. (2020)

La secuencia toca su fin en el interior de la mansión. Con luz cálida y tonos pastel, un plano entero centra la silueta de Emma, que avanza por un pasillo hacia el es­pec­tador con el ramo entre sus manos, como novia que ca­mina hacia el altar. En este instante emerge el título del filme. Las letras flanquean a derecha e izquierda la fi­gura de la protagonista, emplazándola en el centro de la composición. Este esquema se reproduce en los diferentes carteles promocionales de la película. La palabra Emma, escrita en tipografía clásica serif, incorpora un pun­to final a la caligrafía, un signo estilístico propio de la época.

La banda sonora de la película combina melodías fol­clóricas con voces operísticas. Música folk y Mozart mar­can a un tiempo el compás de las escenas durante dos ho­ras. En los títulos de obertura escuchamos el te­ma Emma Woodhouse, una pieza de ópera de David Schweitzer e Isobel Waller-Bridge. Esta partitura contribuye a ele­var, si cabe, el derroche estético del filme: una histo­ria sobre la ligereza de la alta sociedad de la campiña in­glesa que se ha convertido, por méritos propios, en un clá­sico atemporal.

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