Festival de Cannes 2022: Armageddon Time, memorias de la culpa
El Festival entra en su fin de semana de mayor actividad. El cine como política, arte y negocio copa en Francia las portadas de todos los medios. Los cineastas aprovechan sus estrenos para condenar la guerra y los políticos intentan atraer a los cineastas con proteccionismo cultural.
La capacidad del cine para denunciar la locura de una época es el centro del relato de Armageddon Time, el último filme del siempre interesante James Gray (Ad Astra), que está presente en Cannes 2022. Es una historia autobiográfica sobre un niño judío que crece en el barrio de Queens en 1980, los días de la llegada de Reagan al poder.
No se trata de unas memorias idealizadas. El punto de vista es muy característico del director de La noche es nuestra. Hay mucha ambigüedad en el retrato de la familia del protagonista.
Quizás lo mejor del filme, sólido y denso como todos los de Gray, sea la relación entre el nieto y el abuelo al que da vida Anthony Hopkins. Hay en la composición del actor británico y en el trabajo de guion una clara referencia al gran clásico de la novela yiddish: Isaac Bashevis Singer.
Como en la literatura del autor de Herzog, se trata de mostrar cómo actúan los personajes con sus contradicciones y debilidades. A veces con humor cruel. Singer salva siempre al ser humano, a pesar de su mezquindad evidente. Algo que sucede en la película de Gray. Los padres interpretados por Anne Hathaway y Jeremy Strong son buenos padres, pero no dudan en castigar físicamente a su hijo cuando éste se sale del camino marcado.
Es el abuelo quien de alguna manera encarna, con el lúcido pesimismo que domina sus consejos y desvelos, el punto de vista del director. En concreto, la culpa de una conciencia de clase que abandona a su suerte a las minorías y a aquellos que no cuentan con recursos.
En la rueda de prensa el director ha hablado bastante de la necesidad de que cada cual encuentre sus propias respuestas. La película retrata “el momento en que todo empezó a desmoronarse”; es decir, es un relato clásico de paso a la madurez que sin embargo se llena de política y crítica social.
Los momentos más bellos del filme pertenecen al abuelo y nieto, que comparten sueños y aspiraciones. Los más duros son una crónica de una época que luego degeneró en casi una autocracia.
Gray, que rodó en 35 mm todas sus películas anteriores a ésta, se atreve finalmente con el digital, pasándolo por un complejo proceso propuesto por el director de fotografía Darius Khondji.
Un filme aparentemente sencillo pero cargado de simbolismo y lecturas. La obra más personal de Gray, es quizás su mejor película.
Suscríbete a la revista FilaSiete
