Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia. Museo Nacional del Prado. Madrid 28/05/2019 – 15/09/2019
Comisariada por Carl Brandon Strehlke, que fuera conservador del Philadelphia Museum of Art, experto en Fra Angelico y en pintura del Renacimiento florentino, la exposición tiene como faro la impresionante restauración de una de las obras más importantes del Museo del Prado, La Anunciación, que el fraile dominico pintó para el cancel de la iglesia de su convento, en Fiesole, Italia. Esta obra llegó a España en 1611, comprada a los dominicos por Mario Farnese por encargo del Duque de Lerma, valido de Felipe III. Fue, muy probablemente, la primera pintura de Fra Angelico que salió de Italia. El dinero sirvió a los frailes para hacer el campanario en la torre de la iglesia del convento del que fue prior nuestro pintor dos siglos antes. Tras permanecer en Las Descalzas Reales, el marido de Isabel II, Francisco de Asís, la donó al Prado en 1861, instigado por Federico de Madrazo, el pintor y director en ese momento del Museo. La Virgen de la Granada es otra gran obra del Beato Angelico, presente en una exposición de altísima calidad. Propiedad de la Casa de Alba desde 1817, fue adquirida por el Prado en 2016.
El primer Renacimiento florentino (1420-1430) tiene en esta muestra de 82 obras un excelente compendio que permite acercarse de una manera ordenada, didáctica y clarificadora al trabajo de un pintor portentoso que domina como pocos el relato propio del miniador. Fra Angelico pasó en pleno Renacimiento de la iluminación de códices a la pintura en pequeño y gran formato con unos resultados excepcionales. Contados artistas han usado sus pinceles de una manera tan magistral para convertir sus obras en relatos de arrebatadora belleza y con un discurso tan rico en el fondo y fascinante en la forma.
Cada obra de Fra Angelico nos sumerge en una historia en la que todo acontece con una enorme sencillez, fruto de un esfuerzo por contar que recuerda tres aforismos cegadores de Nicolás Gómez Dávila: Lo que no es complicado es falso / El místico es el único ambicioso serio / La religión no explica nada, sino complica todo.
Fra Angelico es un superdotado del Renacimiento y, a la vez, sencillo, humilde, discreto, amigo del brillo natural de lo creado. Pero las cosas brillan más para el que tiene la mirada encendida y Fra Angelico convierte sus ojos en mucho más que un sentido externo. Sus ojos son ventanas abiertas a lo inefable, al insondable misterio del ciclo creación-caída-redención-elevación, que pinta con una elocuencia teológica desbordante.
Por eso, Miguel Ángel comentó que para pintar el rostro de María en La Anunciación, Fra Angelico tuvo que “verla”. Buonarotti sabía perfectamente lo que decía: Fra Angelico fue un contemplativo del Renacimiento, un hombre lleno de Dios, acostumbrado a tratarle con una cercanía impresionante. Todo sin milagrerías ni tontadas bienintencionadas del estilo “pintaba de rodillas y siempre a la primera, sin corregir”: nada más opuesto al modus vivendi dominicano.
Cuarenta prestadores contribuyen a una exposición en la que se pueden contemplar obras de pintores coetáneos como Masaccio, Masolino o Filippo Lippi, y de escultores como Donatello o Ghiberti. Les diré algo, por si sirve: solo por la llamada irresistible de la Virgen de la Granada, de Donatello, volví tres veces a la exposición.
El Beato Angelico (sí, fue beatificado por San Juan Pablo II en 1982) reposa en la bellísima iglesia gótica de Santa María Sopra Minerva, curia generalicia de los Dominicos, donde le sorprendió la muerte mientras trabajaba, a los 60 años. Su vida estuvo llena de un trabajo en el que siguió apasionadamente a quien amaba y llevó a muchos a amar Sus Amores.
Lo escribo así porque en la obra de ese fraile llamado Giovanni da Fiesole hay una piedad arrolladora, que remite a la que gastó en la tierra ese gigante llamado Giotto. Llamar recursos dramáticos del Renacimiento al ars amandi de Fra Angelico por Jesucristo, por María, por los santos -especialmente los de su orden dominicana-, por los misterios del cristianismo da un poco de miedo… porque puede haber quien, engolfado en el análisis estilístico, olvide que la esencia vital, espiritual y estética de ese gran artista es su condición de religioso dominico, fiel al lema del fundador: Contemplari et contemplata aliis tradere. Contemplar y dar a otros lo contemplado.
Lo explica maravillosamente un gran teólogo, intelectual de extraordinaria sensibilidad y gran cultura bosquejando la figura de Santo Domingo. Domingo de Guzmán, el niño de Careluega (Burgos), que descubre su vocación al sacerdocio junto a su tío, arcipreste en Gumiel de Izán, que le facilita una educación exquisita. Estudia Artes y Teología en Palencia. Sacerdote con 24 años, regente de la cátedra de Sagrada Escritura del Studium Generale de Palencia y luego canónigo y vicario general en Osma, en 1216 el Papa aprueba la Orden de Predicadores, fundada por Domingo.
Lo que sigue, dicho un 3 de febrero de 2010 en la Plaza de San Pedro por Benedicto XVI, ayuda muchísimo a entender la pintura del Beato Angelico. Son pocos los libros de arte que se detienen con la debida pausa y profundidad en este asunto trascendental:
“Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que impulsa incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización: de hecho, Cristo es el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen derecho a conocer y amar. Y es consolador ver cómo también en la Iglesia de hoy son tantos -pastores y fieles laicos, miembros de antiguas Órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales- los que con alegría entregan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio”.
El ideal de supremo que señala Benedicto y la obra de Fra Angelico responde a la misión a la que se entrega en plena sintonía con la regla de su Orden. Más adelante, Benedicto menciona un asunto interesantísimo y es ese camino de ida y vuelta de los predicadores mendicantes: en el convento rezan, estudian, conviven y cuando salen dan aquello de lo que están llenos. Como el depósito se gasta, hay que rellenar:
“En efecto, Domingo, en plena obediencia a las directrices de los Papas de su tiempo, Inocencio III y Honorio III, adoptó la antigua Regla de San Agustín, adaptándola a las exigencias de la vida apostólica, que lo llevaban a él y a sus compañeros a predicar trasladándose de un lugar a otro, pero volviendo después a sus propios conventos, lugares de estudio, oración y vida comunitaria. De modo especial, Domingo quiso dar relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el estudio”.
La sólida formación de los dominicos hace que Fra Angelico sea un pintor-predicador-teólogo del Renacimiento que no se cansa de aprender de otros, de asumir la tradición sin miedo a innovar en las opciones que pueden contribuir al bien de los destinatarios de sus obras. Las palabras de Benedicto podrían ponerse al lado de cualquier cuadro de Fra Angelico:
“En segundo lugar, Domingo, con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida formación teológica, y no dudó en enviarlos a las universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban con desconfianza a esas instituciones culturales. Las Constituciones de la Orden de Predicadores dan mucha importancia al estudio como preparación al apostolado. Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin reservas, con diligencia y piedad; un estudio fundado en el alma de cada saber teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso de las preguntas planteadas por la razón. El desarrollo de la cultura exige que quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos niveles, estén bien preparados. Exhorto, por tanto, a todos, pastores y laicos, a cultivar esta “dimensión cultural” de la fe, para que la belleza de la verdad cristiana pueda ser comprendida mejor y la fe pueda ser verdaderamente alimentada, fortalecida y también defendida”.
Las conferencias organizadas por el Prado y disponibles en su web son apasionantes y, junto al atractivo y sustancioso catálogo, ayudan a recorrer la trayectoria de un pintor que trabajó incansablemente, participando de las fraternidades de pintores y creando un taller con discípulos, algo que no debe sorprender porque los dominicos no son monjes de clausura. Los trabajos del Renacimiento de Fra Angelico en el Vaticano y en el claustro de Santa María Sopra Minerva no se conservan y sería maravilloso poder conocer su estrategia iconográfica guiada en buena medida por las ideas del dominico español Juan de Torquemada.
Tiene esta exposición una pieza que sorprende y que da lugar a muchos interrogantes. Es un calvario silueteado que una asociación de jóvenes devotos encargó a Fra Angelico para rezar más y mejor. Lo piensas, lo admiras (es bellísimo) y comprendes mejor el trabajo de este teólogo-predicador de la Belleza que fue el Beato Angelico.
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