Goyas 2021 a la comprensión
Goyas 2021 | Los largometrajes aspirantes al Goya a la mejor película -finalmente ganó Las niñas– hacen pensar, te dejan sentir. Sus protagonistas expresan vidas reales que desprenden humanidad creíble, sin necesidad de distopías ni artificios. Al ver estas películas puede surgir de un espectador, contagiado del virus de la radicalización intransigente, el juicio apresurado, la sentencia sin considerandos: “Adú: otro sermón populista sobre la inmigración”, “Las niñas: otro libelo revanchista contra los colegios de monjas”, “Sentimental: otro torpedo cínico contra la pareja tradicional”. Estamos tan habituados a vestir la toga de juez, que podemos perder la capacidad de contemplar y comprender.
Jesús Arellano, que fuera decano de la Facultad de Filosofía de la Hispalense, concibe la comprensión como:
una virtud intelectual entrañada en el amor. Del amor nace, del amor se nutre y vive. La comprensión no juzga: para juzgar es preciso objetivar, esto es, poner a la persona juzgada fuera de nosotros y salirnos nosotros fuera de ella, y luego hundirla o salvarla, darla a los cuervos o entrarla en nuestra morada”. Por el amor, en cambio, no objetivo a la persona, sino que me adentro en ella, me subjetivizo en ella, porque al darle mi vida yo vivo con su vida, existo con su existencia. […] La comprensión es el acto vital con que la inteligencia vive el amor…
Si prescindes de la toga, si te dejas afectar por la historia de las personas e intentas comprenderlas, quizás puedas disfrutar más estas cinco películas (evidentemente su calidad fílmica es variada: entiendo que mis colegas de redacción las valoren según sus virtudes y defectos narrativos).
Celia (Andrea Fandós, Las niñas), hoy en torno a la crisis de los 40, me cuenta su historia y puedo comprender su modo de entender la vida, la familia, la religión y las oportunidades, sin condenarla ni absolverla.
Lide (Patricia Gómez Arnau, Ane) y su lucha como madre para proteger a su hija adolescente, me podrá parecer más o menos acertada, pero esto no es lo que importa en la vida de las personas. Lo que importa es que los ames.
Así lo sugiere el psiquiatra vienés Viktor Frankl:
El amor es el único camino para arribar a lo más profundo de la personalidad de un hombre. Nadie es conocedor de la esencia de otro ser humano si no lo ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de contemplar los rasgos y trazos esenciales de la persona amada: hasta contemplar también lo que aún es potencialidad, lo que aún está por desvelarse y mostrarse. Todavía hay más: mediante el amor, la persona que ama posibilita al amado la actualización de sus potencialidades ocultas. El que ama ve más allá y urge al otro a consumar sus inadvertidas capacidades personales.
Desde esta sección que se llama Personajes & Personas sugiero ver así estas cinco películas, con escucha activa para comprender, in the mood for love. Además de ver cine interesante, bien realizado, con guiones sólidos y direcciones intrépidas de ópera prima (David Pérez Sañudo en Ane, Pilar Palomero en Las niñas), puedes pensar y deliberar. Porque un espectador adulto recibe la película y es capaz de separar el grano de la paja.
El director Salvador Calvo anima a ver Adú de esta manera: “Queremos que el espectador se haga preguntas, es una invitación a la reflexión. Habremos tenido éxito si la película los acompaña durante unos días”. A mí me acompañaron esas tres historias cruzadas padre-hija, guardias civiles en la valla de Melilla, inmigrantes buscando un mundo mejor.
La boda de Rosa parece una comedia pero es algo muy serio, como todo lo que dirige Icíar Bollaín. Pone el acento en la necesidad del equilibrio entre darse y cuidarse, en la conveniencia de escuchar a los demás, en la importancia de la familia en sentido amplio, en la aceptación que se puede encontrar en ella si todos los miembros quieren comprender. Candela Peña lidera unas interpretaciones que podrían parecer histriónicas pero que son como la vida misma de tan conocidas como nos resultan.
Sobre los problemas de pareja que salen a relucir en Sentimental, comenta su director Cesc Gay:
Hay algo que pasa en todas las relaciones, de pronto, se enquista algo. Comienzan a surgir los reproches y las cosas se quedan allí como enquistadas. En el fondo, si supieras desinfectar, si pudieras limpiarlo, el vínculo sigue siendo bueno. Sigues queriendo estar con esa persona, nos olvidamos de que, de vez en cuando, hay que perdonarse, disculparse… una serie de cosas de las que parece que te olvidas. A veces prefieres vivir en la ignorancia porque resulta más cómoda y piensas que así no vas a pelearte.
Rosa, Ane, Julio, Brisa, Massar… personajes que nos remiten a personas que todos conocemos. Más allá de nuestra legítima valoración cinematográfica, en la apreciación de las historias representadas podemos acoger y comprender. Se trata de quitarse el mono: de juez, de víctima, de ofendidito profesional, de salvapatrias 24 h, de paladín intachable de causas perdidas.
He hablado más de una vez con Alberto Fijo de que el espectador pone en las películas que ve mucho de su “mochila”, de su experiencia vital, familiar y profesional. Como psiquiatra, conozco y ayudo a personas, intento no juzgarlas. Quizás por eso, comprendo el cine de esta manera.
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