Cecilio Paniagua, director de fotografía
Cecilio Paniagua está considerado como uno de los precursores de la fotografía turística en España. Pudo recorrer toda la península gracias a la vinculación laboral de su padre con las compañías ferroviarias.
Hace poco más de 40 años, en enero de 1979, falleció en Madrid, cuando aún no había cumplido los 70, el director de fotografía Cecilio Paniagua, uno de los más destacados del cine español. Nació en Almería en 1911, en el seno de una familia bien situada (su padre era teniente coronel del Ejército), que no vio con buenos ojos la afición a la fotografía de Cecilio en lugar de optar por la Medicina, el Derecho y las Fuerzas Armadas como sí hicieron sus hermanos.
Está considerado como uno de los precursores de la fotografía turística en España. Pudo recorrer toda la península gracias a la vinculación laboral de su padre con las compañías ferroviarias (además de militar era director técnico de varias de estas empresas) y allí donde no llegaba el tren, iba andando. También viajó hasta Canarias y Marruecos, un lugar por el que sentía una especial predilección. Lamentablemente, casi todo este archivo se perdió durante la Guerra Civil.
Fue durante la II República cuando entró en contacto con el cine a través de las Misiones Pedagógicas, que acercaban la cultura a los lugares más recónditos de España. En apenas dos años la producción de documentales alcanzó los 50 títulos y unas 700 proyecciones ambulantes. El cine era responsabilidad de Gonzalo Menéndez Pidal, hijo del célebre filólogo e historiador, y de José Val del Omar, innovador cineasta cuya obra se difunde cada vez más, pero sin que haya conseguido aún el reconocimiento merecido. En estas Misiones coincidió con Rafael Gil, con el que Cecilio Panigua acabaría trabajando una década más tarde. Conocedores de su capacidad para captar imágenes de gran fuerza visual, le propusieron convertirse en uno de los operadores que filmaban documentales, bien sobre figuras de la cultura como Juan Ramón Jiménez y Miguel de Unamuno, o sobre especiales rincones de España, como las Hurdes y el valle de Arán. Federico García Lorca también se interesó por su trabajo y le pidió que se uniera a La Barraca.
La experiencia adquirida como operador le permitió debutar, poco antes de iniciarse la Guerra Civil, como director de fotografía en un par de cortometrajes de Antonio Román y Carlos Velo, que acabarían destacando como directores.
El 18 de julio de 1936 le sorprendió en Cádiz, en uno de sus primeros largometrajes. «Nos hallábamos rodando (…) en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano. Un día dijeron los marinos: ‘se ha declarado el estado de guerra, es cuestión de dos o tres días”. Así relataba Paniagua cómo le sorprendió la contienda. A pesar de su vinculación con eminentes republicanos e intelectuales de izquierda, no tuvo que pasar «expediente de depuración», tal como afirma Ignacio Fernández Colorado en su libro Cecilio Paniagua, arquitectura de la luz, editado por la Diputación de Almería en el año 2000: «Tuvo la suerte de irse a Marruecos a rodar con Carlos Velo, lejos de las bombas, pero, a diferencia de éste, que acabó exiliado en México, se quedó en España».
Tras la guerra, siguió desarrollando su faceta como director de fotografía de algunos cortos dirigidos al alimón por Luis Marquina y el escritor Enrique Jardiel Poncela; a estos trabajos se sumaron sus primeros largometrajes con idéntica función y algunos documentales turísticos rodados en Canarias. Su primer gran reconocimiento vino en 1942 cuando le llamaron, esta vez como operador, de la gran película del régimen, Raza. El hecho de estar basada en un guion escrito por Franco implicaba que se reunieran a los mejores de cada departamento, para formar un equipo de lujo, y allí estaba Paniagua como operador de uno de los mejores directores de fotografía europeos, Enrique Guerner, operador de origen judío instalado en España tras abandonar Alemania por el ascenso de Hitler al poder (su verdadero nombre era Heinrich Gärtner).
En su filmografía también se encuentran algunas de las producciones norteamericanas rodadas en España a partir de los años 50, lo que le permitió trabajar con Jean Negulesco y Robert Siodmak, entre otros muchos.
Amante del cine en blanco y negro, este almeriense consideraba que el color es más sencillo y agradecido, sin embargo, «donde se demuestra bien la creación artística es en el blanco y negro», como señalaba en una entrevista realizada en 1974, cinco años antes de morir, y recogida en el citado libro Cecilio Paniagua, arquitectura de la luz.
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