Artesano del cine, Emilio Ruiz del Río no dudó en los últimos años en integrar sus efectos visuales con las más modernas tec­nologías, y fruto de esta sabia combinación fue el excelente trabajo que obtuvo en Nadie conoce a na­die, de Mateo Gil.

Es, indudablemente, una de las gran­des figuras del cine español: su fil­mografía está formada por cerca de 500 películas en las que partici­pó a lo largo de una carrera de casi 65 años; trabajó a las órdenes de Stan­ley Kubrick, David Lean, Nicholas Ray, Richard Lester, Robert Siodmak, Georges Cukor, Joseph L. Mankiewicz, Luis Buñuel y David Lynch, entre otros muchos, y estuvo nominado diez veces a los Premios Goya, siete de ellas de mo­do con­secutivo; consiguió tres: por Acción mutante (1992), de Álex de la Iglesia, Nadie conoce a nadie (1999), de Mateo Gil, y El laberinto del fauno (2007), de Guillermo del Toro.

Emilio Ruiz del RíoEmilio Ruiz del Río nació el 11 de abril de 1923 en Madrid, la mis­ma ciu­dad donde falleció el 14 de sep­tiem­bre de 2007. Con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento, la 12ª Muestra de Cine Euro­peo Ciu­dad de Segovia, MUCES, le de­dicó un homenaje a través de un pe­queño ciclo y una mesa redonda en la que participó Fernando Trueba, que contó con sus servicios en La niña de tus ojos y El embrujo de Shan­ghai; este recuerdo se completa con una exposición, que se puede ver hasta el 10 de diciembre, forma­da por varias maquetas así como bocetos, dibujos y fotografías.

Entró en el cine como dibujante y pin­tor de decorados y forillos (telas pin­tadas que se ponían al fondo de los decorados) en los estudios Chamartín. La Guerra Civil había termi­na­do poco antes y por entonces aún faltaba mucho para consagrarse co­mo uno de los mejores en su especialidad. Tuvo dos grandes maestros, En­rique Salvá, de quien aprendió có­mo hacer forillos, y el decorador de origen alemán Sigfrido Burman, que importó de su país de procedencia la escenografía pintada sobre cris­tal. Con el tiempo, Emilio Ruiz del Río llegó a adquirir prestigio in­ternacional con esta técnica que per­mitía, por ejemplo, superponer un castillo, pintado en cristal, sobre una montaña, colocando éste a una dis­tancia precisa entre la cámara y la montaña. Como el cristal tenía el in­conveniente de su fragilidad, Ruiz del Río lo acabó sustituyendo por chapas de aluminio pintadas que se colocaban con bas­tidores también ante la cámara.

Emilio Ruiz del RíoPero antes de esto vivió años de mu­chísimo trabajo, en los que llegó a ser requerido por hasta cinco estu­dios diferentes; así, en la década de los años 50 participó en unas 200 películas, es decir, una media de 20 tí­tulos al año. Como cuenta en sus me­morias Rodando por el mundo: mis recuerdos y trucajes cinematográficos, lo habitual era dormir en el mismo estudio y se consideraba to­do un lujo que éste incluyera una al­coba, como sucedió con Locura de amor, en cuya cama, donde se filmó la muerte de Felipe «el hermoso», dur­mió.

Su extraordinaria capacidad de ar­tesano de efectos visuales le permitió combinar varias técnicas como el citado uso de cristales o chapas pin­tados delante de la cámara, así co­mo maquetas corpóreas fijas o mó­viles. También destacó por inser­tar maquetas y miniaturas en escenarios naturales y por sacar las pis­cinas de los estudios para crearlas en la playa y aprovechar la profun­di­dad del mar. Fue muy popular gra­cias al extraordinario realismo de sus trampantojos, que empezaron a ser denominados «emilios».

Emilio Ruiz del RíoAunque en la extensísima filmografía de Emilio Ruiz del Río hay tí­tulos y directores de renombre, gran parte de su aprendizaje tuvo lu­gar en modestas producciones italianas; de hecho, hubo una época en que llegó a ser más conocido en el ci­ne italiano, con el que estuvo vinculado durante ocho años, que en el es­pañol. La escasez de medios suponía para él todo un reto profesional que aceptaba encantado y que le per­mitía desarrollar su imaginación pa­ra buscar las mejores opciones con el menor coste posible. Es en esa etapa donde además de emplear sus habituales maquetas logra, con bas­tante éxito, hallar ingeniosos re­cursos para suplir la falta de figu­ran­tes en secuencias donde es necesaria un alto número. Además, lo­gra que éstos no sean estáticos gra­cias al empleo de ventiladores, cin­tas transportadoras y un sistema de dientes de sierra que él mismo de­sarrolló.

Uno de sus trucajes más espectaculares fue la recreación del atenta­do de Carrero Blanco para Operación Ogro, de Guillo Pontecorvo, en 1978. El resultado final fue tan rea­lis­ta que se emplea con frecuencia en informativos y documentales sobre la Transición para ilustrar cómo fue el atentado, hasta el punto de que haya gente que piense que las imá­genes corresponden al auténtico.

Emilio Ruiz del RíoArtesano del cine, en los últimos años no dudó en integrar sus efectos vi­suales con las más modernas tec­nologías, y fruto de esta sabia com­binación fue el excelente trabajo que obtuvo en Nadie conoce a na­die, de Mateo Gil (la explosión del Pa­bellón del Vaticano) y El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, con la que obtuvo su último Goya, me­ses antes de fallecer.

El documental El último truco, de Sig­frid Monleón, incluye testimo­nios del propio Emilio Ruiz del Río, que no tuvo reparo en desvelar al­gunos de sus mejores trabajos ante la cámara al igual que en sus citadas memorias, cuya edición queda en­riquecida por la inclusión de una abun­dante colección de fotografías. Falleció cuando el documental, dis­po­nible en Youtube, entraba en la fa­se de montaje. Días antes había re­cibido un homenaje, como el que le acaba de brindar la Muestra de Ci­ne Europeo Ciudad de Segovia, MU­CES, donde se pudieron ver los fragmentos de La Reina de España, de Fernando Trueba, en los que és­te le homenajea con la presencia de un personaje que hace de él mismo du­rante el rodaje de una película nor­teamericana en España. Es en estos frag­mentos donde se puede apreciar en qué consistía la técnica de los fo­rillos, maquetas, cristal pintado y cha­pa de aluminio, con los que se la­bró un más que merecido prestigio.

Emilio Ruiz del Río

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