Enrique Llovet: Grandes olvidados del cine español
Enrique Llovet participó en algunas de las mayores superproducciones que se rodaron en España (Rey de reyes, La caída del Imperio Romano y El Cid, entre otras).
Está pasando sin pena ni gloria el centenario del nacimiento del polifacético Enrique Llovet, un hombre imprescindible en la Historia del cine español por su decisivo papel junto a Samuel Bronston.
Premio Nacional de Literatura, Enrique Llovet nació en Málaga el 15 de agosto de 1917 y murió en Madrid el 5 del mismo mes de 2010. Desde muy joven se caracterizó por su carácter inquieto: estudió Derecho, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas en Madrid, en la Sorbona de París y en el Trinity College de Dublín. Diplomático y periodista, Llovet destacó como guionista, trabajando al lado de Samuel Bronston, Benito Perojo y Cesáreo González. Participó en más de 30 películas, a la vez que desarrolló una importante carrera como autor teatral y adaptador de obras clásicas. También estuvo relacionado con la zarzuela, la radio y la televisión, así como la crítica de teatro, que llevó a cabo en el diario ABC. Desde esta tribuna mantuvo una intensa disputa dialéctica con el periodista Emilio Romero, director de otro periódico de renombre, Pueblo.
Al igual que en el cine, gozó de un gran prestigio en el teatro, gracias a obras como El Tartufo, de Molière, dirigida y protagonizada por Adolfo Marsillach y que Enrique Llovet adaptó a finales de los años 60. Este montaje fue considerado toda una «bomba teatral y política» porque se entendió que la adaptación de Llovet era una acerada crítica al Opus Dei, por entonces con un poder en auge. Manuel Fraga estaba al frente del Ministerio de Información y Turismo y se habló de una cierta connivencia con éste, que desconfiaba de la creciente influencia del Opus. Veinte días después del estreno de la obra en Madrid, hubo una profunda remodelación en el gobierno y fueron los denominados tecnócratas del Opus Dei los que coparon gran parte de los ministerios; uno de los que salió fue Fraga. Como la obra había pasado la censura no pudieron prohibirla, pero sí llevaron a cabo todo tipo de impedimentos para evitar que se viera en el resto de España, de modo que solo se pudo representar en Madrid, donde ya se había estrenado, y en una gira por Iberoamérica.
En Televisión Española Enrique Llovet fue adaptador, asesor de programas dramáticos y guionista de las series Las Sonatas, de Valle Inclán, y Las pícaras. Asimismo, dirigió en 1982 el popular programa 300 millones, que se emitía también en varias cadenas de Iberoamérica.
Sus inicios en el cine fueron fruto del azar. Acababa de publicar el artículo Los héroes de Baler sobre los últimos de Filipinas cuando, al día siguiente, en una tertulia en la que coincidía con escritores y cineastas como Miguel Mihura o José López Rubio, uno de éstos le dijo que ese artículo era excelente para convertirlo en el guion de una película que él mismo, Antonio Román, dirigiría. También fue el autor de la famosa habanera Yo te diré, que suena en Los últimos de Filipinas, y con la que obtuvo una gran repercusión y muy buenos ingresos como autor de la misma.
Su incorporación al «Imperio Bronston», como hombre de confianza de éste, no fue menos fortuita: coincidieron en el ascensor de un hotel de Berlín y en un minuto le ofreció un contrato como coordinador de guiones de las películas que iba a producir, trabajo por el que cobraría diez veces más: el equivalente a casi 1.200 € a la semana. Por entonces, Enrique Llovet había cesado como diplomático en Teherán. Mientras estuvo allí, escribió artículos para el diario ABC sobre la situación política de Oriente Medio con el seudónimo de Marco Polo; estos textos se publicaban también en medios de comunicación de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. Pero tuvo un incidente con el Ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina, por uno de estos textos, y no le quedó otra que dejar la carrera diplomática.
Llovet participó en algunas de las mayores superproducciones que se rodaron en España (Rey de reyes, La caída del Imperio Romano y El Cid, entre otras). Además llegó a entablar amistad con algunos de sus directores como Anthony Mann o Nicholas Ray, así como sus protagonistas, en especial Charlton Heston, de quien admiraba la profesionalidad, disciplina y rigor con el que se preparaba los personajes.
A propósito de El Cid, surgió una leve polémica en España sobre su fidelidad histórica al personaje, pero Enrique Llovet fue tajante, le dijo a Arias Salgado, por entonces ministro, que hacían películas, no historia, del mismo modo que Shakespeare tampoco hizo historia al escribir Otelo o Macbeth. Dotado de un gran ingenio no solo para escribir sino también para salir al paso de situaciones difíciles, solía recurrir a su acento andaluz, que exageraba en estas ocasiones. Así, en 1970, durante su paso por México, tuvo un pequeño incidente con el Secretario (equivalente al Ministro) de Cultura cuando pronunció Oaxaca con «x», en lugar de con «j». Éste le recriminó que lo hubiera hecho así y Llovet le respondió: «disculpe, Excelencia, si se me enfada, pediré un taji y me iré a ver al Presidente Nijon».

Sus últimos guiones cinematográficos fueron Divinas palabras, de José Luis García Sánchez, y ¿Lo sabe el ministro?, de José María Forn. Llevaba 20 años apartado del cine porque no le ofrecían contratos. Según contaba, pensaban que no podía escribir guiones de películas que costaran menos de 10 millones de dólares. De vez en cuando aparecía alguien que le decía: «esto, pero como con Bronston«. En estos casos, él se limitaba a decir que no era posible, porque ni esa persona era Bronston, ni tenía su financiación, ni iba a rodar en inglés, ni tenía sus actores.
A lo largo de las casi cinco décadas de estrecha vinculación con el cine, Enrique Llovet jamás se sintió tentado a dirigir y es que en este sentido lo tuvo muy claro; nunca se lo planteó porque no estaba dispuesto a soportar lo que, según él, aguanta un director.
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