Luis Ciges, actor inclasificable
Como actor, Luis Ciges dio sus primeros pasos a finales de los años 50, al principio con pequeños papeles como el de leproso en Molokai o uno de los muchos pobres en Plácido.
En diciembre de 2017 se cumplieron 15 años de la muerte de Luis Ciges, un inclasificable actor que tuvo «varias vidas» antes de dedicarse a actuar ante las cámaras.
Nació en Madrid el 10 de mayo de 1921; su madre, Consuelo Martínez Ruiz, era hermana de Azorín. Su padre, Manuel Ciges Aparicio, también se dedicaba a las letras; era periodista y escritor vinculado a la Generación del 98, pero sus simpatías republicanas y su cercanía a Manuel Azaña, propiciaron que llegara a ser nombrado Gobernador Civil de Santander y Ávila. En vísperas de partir a Cuba como embajador, fue en esta última ciudad donde le sorprendió el 18 de julio y donde murió fusilado cuando Luis tenía poco más de 15 años. La hermana y la madre de Luis Ciges fueron ingresadas a la fuerza en un convento de clausura. Él fue reclutado para el Tercio de Orden Público hasta que decidió presentarse voluntario a la División Azul, lo que permitiría mejorar la situación de su madre así como la llegada de marcos alemanes para la maltrecha economía familiar. Parte de sus vivencias en la II Guerra Mundial quedaron recogidas en el documental Extranjeros de sí mismos, de Javier Rioyo y José Luis López Linares. En el frente de Rusia coincidió con Luis García Berlanga, cuyas vidas quedarían definitivamente unidas en varias e inolvidables películas de éste, que le regaló a Ciges algunos de sus mejores personajes como el peculiar Segundo, el criado de confianza del Marqués de Leguineche (inolvidable Luis Escobar), en aquella trilogía Nacional.
Tras pasar un año en la División Azul, con caminatas de 1.200 kilómetros en un mes y con temperaturas de 56º bajo cero en invierno, regresó a España. Hizo el servicio militar en Sevilla, simuló ser un espía alemán, estudió un par de años la carrera de Medicina, trabajó en un sanatorio para tuberculosos y ayudó a realizar autopsias.
Por fortuna para todos, el cine se cruzó en su vida. Como no lograba la estabilidad laboral que buscaba, optó por seguir los pasos de su novia de entonces y estudiar cine. En alguna ocasión confesó que decidió presentarse al examen de ingreso del Instituto de Investigación y Experiencia Cinematográfica tras ver Solo ante el peligro, de Fred Zinnemann. Aprobó y estudió dirección; allí coincidió con Basilio Martín Patino y Manuel Summers, entre otros, además de reencontrarse con Berlanga de profesor. Entró a trabajar en Televisión Española, en cuyo centro de producción de Barcelona estuvo durante 13 años; desempeñó los más variados oficios, como técnico de iluminación o decorador, hasta que logró conseguir que confiaran en él como guionista, realizador y director de programas. Uno de sus documentales, Notas de la emigración, incluso llegó a ser premiado en el Festival de Moscú en 1962. Además, fue en la ciudad condal donde entró en contacto con la denominada Escuela de Barcelona.
Como actor dio sus primeros pasos a finales de los años 50, al principio con pequeños papeles como el de leproso en Molokai o uno de los muchos pobres en Plácido, hasta que empezó a ser considerado por cineastas poco conocidos entonces, pero que llegarían hasta altas cumbres del cine español: Mario Camus, Gonzalo Suárez, Vicente Aranda y Josefina Molina, entre otros. Aunque se le asocia al humor, en los años 70 participó en varias producciones de terror y ciencia ficción, realizadas con bajos presupuestos. De esta época albergaba infinidad de anécdotas como aquella vez que atravesó media Barcelona caracterizado de romano. Después vendrían Iván Zulueta, Pedro Almodóvar, José Luis García Sánchez, Fernando Trueba, Emilio Martínez Lázaro y Javier Fesser, el más joven de todos estos cineastas, que lo admiraba profundamente.


A raíz de su inolvidable personaje en la trilogía Nacional de Berlanga, no había comedia española de calidad que no contara con él en su reparto. Los 80 y los 90 fueron sus años más prolíficos, con un Luis Ciges mayor, que tenía en la improvisación y en su manera de expresarse sus mejores bazas. En ese periodo estableció una relación muy fértil con José Luis Cuerda, que le dirigió en la mítica Amanece que no es poco y en Así en el cielo como en la tierra, dos películas de humor absurdo en las que encajó muy bien; prueba de ello es que su papel en esta última fue recompensado con el Goya al mejor actor de reparto.
A pesar de ser requerido con bastante frecuencia por algunos de los mejores cineastas españoles del momento, Luis Ciges no dudó en prestarse a colaborar con jóvenes directores que deseaban contar con él en sus cortometrajes. Fue el caso de los andaluces José Ángel Bohollo y Mariano Catalán en Ella, él y Benjamín y La teoría del dinero, respectivamente; el citado Javier Fesser en Aquel ritmillo y Alberto Macías, que le ofreció el papel de Franco en su cortometraje Franco no puede morir en la calle.
Heredó de sus padres el buen gusto por la literatura. De pequeño no solo trataba con frecuencia a su tío Azorín, sino que visitaba con frecuencia la casa de Valle Inclán, conoció a Falla y Baroja le envió varios de sus libros. Ya de adulto, fue muy amigo de Luis Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y Juan Marsé. Atesoró una considerable biblioteca, formada por más de 3.600 volúmenes, que donó, un año y medio antes de morir, al Festival de Cine Inédito de Islantilla (Huelva), en agradecimiento por el homenaje que este certamen le tributó en su primera edición, en octubre del año 2000.
Luis Ciges se definió en alguna ocasión como «un tipo feo. Me veo como un fantoche. Lo paso mal cuando la gente me mira y me escondo». Falleció en la misma ciudad que lo vio nacer, Madrid, el 11 de diciembre de 2002. Al parecer llevaba varios meses sumido en una depresión en un asilo y no deseaba ni siquiera recibir la visita de sus amigos Berlanga y García Sánchez. Triste e injusto final para un hombre que tanta admiración despertó entre los espectadores españoles y sus muchos admiradores.
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