La historia de los premios Oscar

En la primera entrega de premios, celebrada del 16 de mayo de 1929, todas las cintas eran mudas

La historia de los premios Oscar
La historia de los premios Oscar

La historia de los premios Oscar

La historia de los premios Oscar | La historia de porqué se llaman Oscars es bastante conocida. Un día de 1931, llegó a las oficinas de la Academia de Hollywood un inmenso cajón con las estatuillas que iban a entregarse como premio en la ceremonia anual: ese año tendría lugar en el Hotel Biltmore, y con la asistencia del Vice-presidente de los Estados Unidos. Cuando un empleado abrió el cajón, la secretaria Margaret Herrick, que más tarde llegaría a ser directora-ejecutiva de la Academia, exhala un tímido grito y deja caer un montón de folios al suelo. Todo el mundo se vuelve en dirección a ella, que -ajena a todas las miradas- sólo acierta a decir: “¡Ahí va, si es igualito a mi tío Oscar!”.

Un poco de historia

La “Academy of Motion Pictures and Sciences” había nacido hacía tan sólo cuatro años. El 4 de mayo de 1927, una florida representación de la industria cinematográfica norteamericana (Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Frank Lloyd, Irving Thalberg y otros cineastas hasta un total de 36) se reunieron en el comedor del Hotel Biltmore de Hollywood. Les alentaba la sana intención de “mejorar la calidad artística del cine, crear una plataforma común para las distintas ramas y oficios de la industria, fomentar la investigación técnica y el progreso cultural”. Y con este propósito decidieron crear la academia.

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Aquella misma noche perfilaron también la idea de conceder unos premios anuales para distinguir las mejores creaciones cinematográficas del año. Y Cedric Gibbons, en el propio mantel del comedor, diseñó sobre la marcha la figura que esos galardones deberían tener: un fornido caballero con una larga espada en sus manos, de pie, sobre un gigantesco rollo de película.

Una de las circunstancias que contribuyeron a la inmediata popularidad de los Oscars fue que éstos nacieron en el tránsito del cine mudo al sonoro. Efectivamente, en la primera entrega de premios, celebrada del 16 de mayo de 1929, todas las cintas eran mudas. Al año siguiente, la fiebre del sonido inunda la entrega de los Oscars; y, así, no resulta extraño que la triunfadora sea un musical: Melodías de Broadway, de Harry Beaumont. En esta segunda entrega, los galardones concedidos son muy pocos: tan sólo siete. Y es que la lista de estatuillas se circunscribía entonces a las cinco grandes categorías (Película, Director, Actor, Actriz y Guión); y a otras dos de carácter técnico (Decoración y Fotografía).

En la tercera entrega (5 de noviembre de 1930), y debido a la pujanza del sonoro, se incorpora una nueva categoría entre los premios: el Oscar al mejor sonido. Y en 1934, se crean estatuillas para el montaje, la mejor canción y la mejor banda sonora.
La historia entera sería muy larga de contar. Pero podemos recordar, como botón de muestra, la que es considerada por todos como la noche más gloriosa en toda la historia de estos galardones.

El “duelo” más famoso en la historia de los Oscars

La noche del 5 de abril de 1965, en la 37 entrega de los Oscars, tuvo lugar una de las pugnas más encarnizadas que jamás se hayan conocido, la protagonizada por dos cintas musicales que habían acaparado el favor del público en todo el mundo: My Fair Lady había sido nominada en 12 categorías, y Mary Poppins, en 13. Nunca hasta entonces se había producido tal acumulación de nominaciones entre dos películas de un mismo año, y nunca la pelea por la victoria había estado tan empatada ni tan precedida por peripecias personales.

Julie Andrews en Mary Poppins
Julie Andrews en Mary Poppins

En efecto, este duelo tremendamente popular -fue seguido por la prensa durante las semanas previas- estaba acentuado por el hecho de que Julie Andrews -candidata a la mejor actriz por Mary Poppins– había interpretado en el teatro el papel de Eliza Doolittle, de la comedia musical My Fair Lady. Para la versión cinematográfica, Andrews -entonces una actriz desconocida- fue desechada en favor de Audrey Hepburn, que no sólo costó a la productora muchísimo más, sino que tuvo que ser doblada en los números musicales. Con esto, el disgusto de Julie Christie el día de la entrega era más que notorio; y las cámaras de la ABC reflejaron esa particular pugna retratando los rostros de ambas actrices cada vez que Mary Poppins o My Fair Lady se llevaban algún Oscar.

El enfrentamiento se saldó con el triunfo final de My Fair Lady: ocho premios, incluido el de mejor película, frente a los cinco de Mary Poppins. Pero cuando se dió a conocer el Oscar a la mejor actriz, que fue a parar a Julie Andrews, las cámaras inmortalizaron para la historia su radiante expresión de júbilo frente a la depresión de la Hepburn. Con ello, la afrenta causada por no darle el papel de Eliza había sido recompensada con creces. Y ese Oscar le abriría, además, las puertas de la fama gracias a otro film musical que protagonizó al año siguiente: Sonrisas y Lágrimas (1965), que le valdría su segunda y más popular nominación.

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