Hace años, me contó Wong Kar Wai en una entrevista deliciosa que, con mucha frecuencia, hace trabajar a sus actores con música «puesta» para conseguir el «mood» que preside sus mejores películas.

Las voces de Zhang Ziyi y Tony Leung en esta secuencia bellísima son inolvidables. El fervor por la belleza, nuevamente: el que hizo que Scorsese se olvidará de la promoción de El Lobo de Wall Street para presentar en Nueva York la película de Wong Kar Wai, que le dejó absolutamente fascinado.

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Cuando doblas la película, simplemente destrozas el «mood» que Kar Wai y su equipo han logrado con enorme esfuerzo: matas la poesía y queda la prosa.

La sutileza se esfuma: de “Señor Ip, a decir verdad, usted me importó mucho” a “Señor Ip, le diré la verdad, yo le quería”… El diálogo doblado y por lo tanto reinterpretado pierde el «mood». En el clímax de la película, los protagonistas ponen fin a una deslumbrante partida de ajedrez vital que nos ha mantenido en borde la silla toda la película. Se devalúa de manera lastimosa el arrasador lirismo de una mujer noble y leal que se sincera cuando está asomada a la tumba: «no está prohibido amar». El anhelo manifestado por el señor Ip («volver a ver las 64 manos«) revela que el kung fu es para él mucho más que un arte marcial.

Les pongo el mismo corte, en VOSE y doblado.

VOSE: “Señor Ip, a decir verdad, usted me importó mucho

Doblada: “Señor Ip, le diré la verdad, yo le quería»

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