Mucho Crédito: Mindhunter
Procedente del mundo de la publicidad y dirección de videoclips, el pasado de Fincher se trasluce en el cuidado y la fuerza de las imágenes, algo que podemos comprobar en Mindhunter.
«¿Cómo lidiamos con los locos
si no sabemos cómo piensan?»
Bill Tench
Primera temporada de Mindhunter, capítulo 2
Dos temporadas, por lo pronto, suma esta serie de televisión estrenada en octubre de 2017 por Netflix. El guion de Joe Penhall descansa en el libro que cambió los protocolos de actuación de la policía federal de Estados Unidos en la identificación de asesinos en serie: Mind Hunter: Inside FBI’s Elite Serial Crime Unit, escrito por Mark Olshaker y John E. Douglas, ex agente del FBI.
La trama está ambientada a finales de la década de los setenta del siglo pasado, y centra su atención en las entrevistas que llevan a cabo dos agentes del FBI a asesinos en serie que se encuentran en prisión: Holden Ford (encarnado por Jonathan Groff, cuya interpretación ha sido galardonada con los Satellite Awards 2017 a mejor actor) y Bill Tench (Holt McCallany). Su objetivo es elaborar perfiles psicológicos de criminales con el fin de contribuir a la resolución de casos en curso: toda una revolución de las técnicas de investigación.
Mindhunter entraña el regreso de David Fincher al mundo del crimen y los psicópatas. A cargo de los episodios 1, 2, 9 y 10, el cineasta confiere su marca personal a la apertura y cierre de la primera temporada. Y dota de contenido y excelencia, una vez más, a una de sus señas de identidad: los títulos de crédito.
Técnicamente soberbia, la esencia de Mindhunter no radica en el análisis de los crímenes en sí, sino en las consecuencias que se derivan de las entrevistas a diferentes asesinos en serie. De ahí que apenas se muestren escenas de cadáveres en los diferentes capítulos: no son necesarias. Las minuciosas y expresivas descripciones de los propios psicópatas acerca de sus actos aportan detalles suficientes para representarnos el horror de los mismos. Estos rasgos se reflejan en los títulos que, en minuto y medio, condensan y sintetizan el tono y la temática de la serie. Y es que para Fincher los créditos no son algo decorativo; como él mismo afirma: «I don’t believe in decorative titles, neato for the sake of being neato. I want to make sure you’re going to get some bang for your buck. Titles should be engaging in a character way, it has to help set the scene, and you can do that elaborately or you can do it minimally» («No creo en títulos decorativos, geniales por el simple hecho de ser geniales. Quiero asegurarme de que obtendrás algo por tu dinero. Los títulos deben implicar a los personajes, tienen que ayudar a establecer la escena, y puedes hacerlo de forma elaborada o puedes hacerlo mínimamente»).
Procedente del mundo de la publicidad y dirección de videoclips, su pasado se trasluce en el cuidado y la fuerza de las imágenes; los planos se alejan de la inmovilidad, con el fin de suscitar una respuesta en el público; y el montaje desempeña un rol primordial, jugando con escenas subliminales. En la presente secuencia el grueso de la composición está integrado por una sucesión de detalles y primeros planos que recogen, de modo pormenorizado, la puesta a punto de la grabadora en los instantes previos a las entrevistas. Entremezcladas con los mismos, la cámara dispara veinticinco flashes con escenas de diferentes homicidios y sus víctimas: mujeres jóvenes, conforme a los crímenes narrados en la primera temporada; un juego apenas perceptible, pero sumamente inquietante, que perturba el ánimo y recuerda el sabor de los icónicos títulos de Seven (1995). Éstos constituyen la carta de presentación del asesino, a quien no conocemos hasta el último tercio del metraje, y cuya búsqueda e identificación constituye el hilo argumental de la trama. Mindhunter, por su parte, pone el foco de atención en el aspecto clave, las entrevistas, mientras las imágenes intercaladas contribuyen a aportar ritmo y tensión.
Al visionar la secuencia a cámara lenta advertimos, a nivel conceptual y visual, un estudiado engranaje entre las imágenes de la grabadora y los detalles de los asesinatos. Así, por ejemplo, a la colocación y posterior movimiento de la cinta de grabar le acompaña un plano detalle de la cuerda que mantiene maniatadas las manos de la víctima o su boca amordazada; el instante en que se introduce el cable de sonido se entremezcla con una instantánea de la oreja de uno de los cadáveres. Y los botones de apagado y encendido se solapan con el enfoque de las cavidades oculares, ya sin vida, de una de las víctimas. Finaliza la secuencia con un primer plano del micrófono, símbolo y compendio de las palabras de Ford en el primer capítulo, cuando, al comenzar su labor como docente y abordar la negociación con rehenes, señala: «Debemos establecer comunicación. Una comunicación no amenazante. Entender lo que pide. No conceder ni rechazar nada. Escuchar. Escuchar lo que diga. Intentar entenderlo más que dominarlo. Buscar un punto en común. Buscar coincidencias. Y si parece que están perdiendo tiempo, es porque así es. Pero es crucial para que él sienta que lo escuchan».
El color, imbuido por el gris metálico de la grabadora y el azul de la muerte, irradia la frialdad mecánica con que los asesinos describen los crímenes. Sin solución de continuidad, el espectro cromático contribuye a la integración de las diferentes fotografías en el ritmo visual narrativo.
Los nombres aparecen escritos en tipografía de palo, color blanco, fácilmente legible. Están dispuestos en el tercio inferior del espacio, y alternan constantemente su posición, de derecha a izquierda, ejerciendo una función meramente informativa. El nombre de la serie posee fuerza: con un cuerpo mayor que el resto de títulos, las letras se deslizan poco a poco en el centro de la composición. Su grosor aumenta y disminuye de manera equitativa a la longitud del texto, transformándose en logotipo y marca de la serie. La música, a cargo de Jason Hill, adapta su volumen a la manipulación ficticia que del mismo se hace en la puesta a punto de la grabadora; así, se eleva ligeramente en el momento en que éste se regula manualmente, para volver a continuación a su nivel original.
Resumiendo: es un hecho comprobado que las series se han convertido en territorio propicio para la experimentación audiovisual, dando como fruto notables openings. Algo de lo que, sin duda, Mindhunter es buen ejemplo.
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