Mucho Crédito: Taxi Driver
El color se utiliza con maestría en Taxi Driver, refuerza el simbolismo de las imágenes y su fusión con la estética de la película. El rojo define a Travis Bickle (De Niro).
Martin Scorsese fue galardonado en 2018 con el Premio Princesa de Asturias de las Artes. El jurado reconoció en su acta la trascendencia de su labor creadora. “Se trata, en efecto, de uno de los directores de cine más destacados del movimiento de renovación cinematográfica surgido en los años setenta del siglo XX. Ha dirigido más de una veintena de películas que ya forman parte de la historia del cine y se mantiene actualmente en plena actividad, aunando en su obra, con maestría, innovación y clasicismo”.
Scorsese logró su primer gran premio internacional en el Festival de Cine de Cannes de 1976 con la Palma de Oro por Taxi Driver, considerada en la actualidad como película de culto y una de las mejores de su época. Ésta supuso el inicio de la relación profesional entre el director de cine y el diseñador de créditos Dan Perri, que, a lo largo de los años, ha dado como fruto magníficas secuencias como New York, New York (1977), Raging Bull (1980), The Color of Money (1986), Gangs of New York (2002) o The Aviator (2004).
Conocido por la mítica secuencia inicial de Star Wars (1977), que ejerció gran influencia en el modo de componer texto en el campo del diseño gráfico, el trabajo de Perri sobresale en un período de retroceso para el diseño de títulos de crédito. A la época dorada de los 50 y 60, con nombres como Bass, Binder, O. Frankfurt, Brownjohn o Ferro, siguieron dos décadas críticas para el arte de los títulos, como consecuencia, en gran medida, de la tecnología emergente y los cambios experimentados por la industria cinematográfica.
Taxi Driver transcurre en la ciudad de Nueva York, a mediados de la década de los 70. La guerra de Vietnam, el escándalo Watergate y el asesinato fallido del senador George Wallace definen el contexto histórico sociocultural del momento, marcado por el desencanto y el ánimo apesadumbrado de la sociedad estadounidense. Los títulos nos presentan a Travis Bickle, un solitario excombatiente que padece estrés postraumático e insomnio, que decide trabajar como taxista nocturno. Su mirada perturbada nos introduce en el sórdido e hipnótico resplandor de la vida nocturna neoyorkina, a través de avenidas inhóspitas y calles gélidas y peligrosas.
Aristóteles afirmaba que “todo conocimiento se inicia en los sentidos”. Y los más inmateriales son la vista y el oído. En la secuencia vemos alternarse primeros planos de los ojos de Travis escrutando la oscuridad, con planos subjetivos, donde la cámara adopta el lugar de sus pupilas, facilitando que nos adentremos en su mente. Éstas nos dan idea de la visión y la relación que Bickle establece con la entonces deteriorada, peligrosa y decadente ciudad de Nueva York, sus edificios, calles y viandantes, que observa desde la ventanilla de su taxi. En su mirada, al compás del limpiaparabrisas, se sucede una mezcla de colores e imágenes desdibujadas por la lluvia, de rostros desconocidos que Travis sondea con la mirada; estampas que reflejan la soledad e inadaptación del protagonista y su percepción distorsionada de la sociedad, fruto de la inestabilidad mental que le caracteriza.
La secuencia condensa la atmósfera de la película, en consonancia con el estado anímico de la nación. Desde un plano contrapicado, se nos presenta el taxi de Travis, poderoso, seguro, que traspasa el humo denso que emana del alcantarillado, disolviéndolo a su paso, mientras ilumina la oscuridad nocturna con sus faros. Tras de sí deja como rastro el título de la película. Estos fotogramas constituyen cierta metáfora del antihéroe que representa el personaje de Travis. Un perdedor que busca un sentido a su vida, que persigue morir haciendo algo importante. Y encuentra su misión: liberar de la prostitución a Iris, una chica de 12 años. Un personaje a caballo entre la venganza y la redención, el papel de salvador solitario y el de villano.


La nube opaca de vapor ejerce de telón de fondo a los títulos de los actores principales, a excepción del de Robert De Niro, que se revelan consecutivamente, realzados por un fondo de neón. Éstos permanecen en pantalla solo el tiempo necesario para su lectura, simulando los letreros luminosos en la noche. Los nombres de las actrices que interpretan a las dos mujeres cuya relación con Bickle será clave en la película, Iris (Jodie Foster) y Betsy (Cybill Shepherd) abren y cierran respectivamente la sucesión de títulos.
El color se utiliza con maestría, reforzando el simbolismo de las imágenes y su fusión con la estética de la película. El rojo define a Travis. El nombre de Robert De Niro se escribe en rojo sobre fondo negro, adoptando un significado negativo, al denotar agresividad y brutalidad. De rojo se tiñe su rostro, encendido por los letreros luminiscentes que pueblan la ciudad, símil de la violencia que encierra su mente, mientras su mirada fija se pierde en el vacío. Conectan estas imágenes con los últimos fotogramas de la cinta, donde Travis se asusta al percibir en el espejo retrovisor su rostro color rojo. Pese a ser el simple reflejo de las luces de la ciudad sobre su cara, para él constituye un recuerdo de la violencia que busca dejar atrás. O tal vez no… El resto de títulos se visten de color “amarillo – taxi”.
La ilustre carrera de Bernard Herrmann, célebre compositor de bandas sonoras, culminó con Taxi Driver. En una ocasión, Scorsese comentó: “Travis Bickle era el tipo de persona que oye nada más que las voces que hay en su propia cabeza, por eso yo estaba convencido que la única persona capaz de capturar ese estado mental era Bernard Herrmann“.
Herrmann componía de modo que la música fuese actor protagonista en el reparto del filme. Los títulos de crédito se funden con el tema sonoro central de Taxi Driver. La melodía se estructura en dos partes que contrastan fuertemente entre sí. Dotada cada una de ritmo propio, propalan la compleja personalidad del protagonista. En la primera participan principalmente los instrumentos de viento y la batería. Esta última marca los tiempos de modo dramático e intenso, elevando los acordes in crescendo, como si estuviésemos ante el dramático final de la película. Infunde tensión en el ánimo del espectador, al tiempo que anticipa la violencia que desarrollará paulatinamente Travis a lo largo del metraje. La segunda es una romántica melodía protagonizada por el saxo. Con base en el jazz, nos traslada a la ciudad de la época de los 50. Nos hace partícipes de la soledad de Travis en su rutina nocturna diaria. Esta melodía acompañará los momentos en que conoce tanto a Betsy como a Iris.
La cinefilia de Scorsese nos ha dejado maravillosas secuencias de crédito en colaboración con diseñadores de la talla de Saul y Elaine Bass, Dan Perri o Randall Balsmeyer. La pasión por su profesión le lleva a considerar los títulos de crédito más allá de un mero recurso informativo, visión que comparte con cineastas como Hitchcock, Fincher, Burton, Almodóvar, los hermanos Coen, Preminger o Spielberg. Para ellos la finalidad de la secuencia inicial de créditos no termina en mostrar los nombres de los protagonistas, guionistas o directores. Esos minutos constituyen el primer golpe visual y sonoro que nos introduce en la atmósfera de la película que comienza. Porque para quien el cine es arte, ha de serlo de principio a fin.
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