Mucho Crédito. The Fall: El sueño de Alexandria
Singh editó la secuencia de apertura de The Fall: El sueño de Alexandria. A cámara lenta, comparte el preciosismo y la sutileza del conjunto del filme.
“Qué habría pasado si Andréi Tarkovski hubiese hecho El mago de Oz“. Con estas palabras delineó Fincher la segunda película del director indio Tarsem Singh. Basada en el filme búlgaro Yo Ho Ho (1981), de Zako Heskija, fue galardonada con el primer premio en el Festival de Cine de Sitges en 2006, y con el Oso de Cristal en el Festival de Berlín en 2007. Así mismo, recibió el reconocimiento de la Austin Film Critics Association en la categoría de mejor fotografía. Su debut cinematográfico, de la mano del mismo David Fincher y el cineasta Spike Jonze, cosechó opiniones muy dispares. Su lanzamiento tuvo lugar dos años después, en 2008.
Rodada en más de una veintena de países durante cuatro años, la obra nos traslada a la década de los años veinte en California. Narra la relación entre una niña de origen rumano y un especialista en escenas de acción y riesgo en los inicios del star system de Hollywood, ambos convalecientes en un hospital: la primera tras caerse de un naranjo mientras recolectaba fruta, y el segundo por ejecutar un salto arriesgado durante el rodaje de una película. Roy promete a Alexandria contarle un cuento fantástico a cambio de que ella le consiga morfina. A caballo entre realidad y ficción, la puesta en escena combina el mundo real, sobrio y elegante, con el universo colorido y fastuoso que recrea la imaginación de la pequeña a medida que escucha el relato.
Singh comenzó su carrera con la creación de spots televisivos. Forjado en el ámbito de la publicidad y los vídeos musicales, su obra fílmica destaca por su belleza plástica, resultado de su minuciosa y espectacular puesta en escena, su copiosa imaginación, el manejo de escenarios surrealistas y exóticos, su soberbia ambientación y su esmero en el arte del montaje. El crítico de cine Roger Ebert se refirió a The Fall: El sueño de Alexandria (2006) calificándola de “una locura, una extravagante orgía visual, una caída libre desde la realidad hacia un mundo desconocido. Sin duda es uno de los lujos más salvajes que cualquier director se haya otorgado jamás”. Y es que el lenguaje visual constituye uno de los exponentes más relevantes de este filme. Los planos emergen a la vista del espectador como si de una obra pictórica en movimiento se tratase, en la que nada ni nadie está fuera de lugar. Todos ellos despiden, de principio a fin, un aroma pulcro y exquisito.
Los títulos se erigen en homenaje al género del western americano y del cine mudo
Una obra sellada por estas coordenadas reclama un empaque de altura. La atención al detalle y el refinamiento de los créditos son representativos al respecto. Sumamente cuidados, los títulos se erigen en homenaje al género del western americano y del cine mudo. Filmada en blanco y negro, la secuencia inicial constituye una pieza extremadamente atractiva, de elevada calidad, ad hoc al conjunto de la obra. En ella se describe visualmente el motivo por el que Roy se encuentra en el hospital; encierra múltiples detalles que hacen referencia directa a la película, proporcionando al espectador información para comprender y relacionar, en el transcurso de la historia, rostros, personajes, acontecimientos y elementos: un perro, un hombre sin pierna, un caballo, una larga caída, agua, una escena romántica, un corazón, un rescate. Ejerciendo el papel de prólogo u obertura de la obra, la pieza parece concebida como una escena más de la película, evocando en este aspecto a los célebres títulos de Se7en (1995).
El propio Singh editó la secuencia de apertura. A cámara lenta, comparte el preciosismo y la sutileza del conjunto del filme. Sumamente expresiva, logra captar la atención del espectador y despertar su curiosidad, gracias a la combinación de primeros planos y planos detalle con panorámicas del rescate, manteniendo la tensión hasta el último instante. La inclusión del texto en los diferentes planos no se percibe como un elemento añadido. Todo lo contrario: se integra con el espacio fotográfico sin perturbar el equilibrio de la composición, como si de un elemento más del mismo se tratase. Un ejemplo ilustrativo en este sentido es la distorsión de los títulos bajo el puente que, siguiendo el punto de fuga, parecen colgar del mismo en el vacío.
El logotipo de The Fall: El sueño de Alexandria fue diseñado por Stefan Bucher para la edición limitada del libro de fotografía que se publicó con el fin de promocionar la película. Éste se utilizó posteriormente en la secuencia de créditos. Es una versión modificada de la tipografía Univers; los remates, inspirados en la espada del indio de la película, fueron utilizados como elementos independientes del nombre en la secuencia final. Al valor estético de los mismos, que recuerdan los diseños de títulos e intertítulos del cine mudo, se añade su contribución al orden y jerarquía en el contenido, facilitando la lectura de su profusa información. El resto de títulos están escritos en Univers Light Condensed, una tipografía sencilla y moderna que, como afirma Bucher, asimila a un tiempo la versión Deco y Art Noveau de Singh.
Los créditos aparecen y desaparecen, milimetrados en el espacio, al compás de las notas, en tiempo “Allegretto”, de la Sinfonía n.º 7 en La mayor, Op. 92 de Beethoven. La pieza abre y cierra el filme, enmarcando con solemnidad la cinta. Compuesta en 1811 en la ciudad de Teplice, Bohemia, su estreno tuvo lugar en 1813, en un concierto caritativo para soldados heridos en la batalla de Hanau. Esta melodía, una de las más conocidas a nivel popular, ha sido utilizada en diferentes películas. Sirva como ejemplo El discurso del rey (2010), donde escuchamos este movimiento en el alegato final pronunciado por el actor Colin Firth, en el papel de Jorge IV.
David Fincher, Tim Burton, Alfred Hitchcock, Steven Spielberg… Son numerosos los directores que cuidan el aspecto artístico y gráfico de las secuencias de títulos, conscientes no solo de la relevancia de estas piezas en la conquista del espectador, sino de la misma consideración del cine como arte: creaciones de valor que, al igual que una obra pictórica, requieren una moldura apropiada. Singh es uno de ellos, y la secuencia analizada, The Fall. El sueño de Alexandria (2006), es representativa en este sentido: un marco extraordinario para una obra maestra.
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