Películas de Christopher Nolan: antes de la física cuántica
Películas | El otoño de 2021 traía emocionantes noticias para el mundo cinematográfico: Christopher Nolan estaba preparando una película sobre J. Robert Oppenheimer, el “padre de la bomba atómica”. Por supuesto, tanto público como medios han entrado en la espiral de las últimas noticias sobre la esperada película del director. Cada nuevo detalle es acogido con júbilo, generando cada vez más expectativas: la lista de actores confirmados va llenándose de nombres reconocidos (Cillian Murphy, Emily Blunt, Matt Damon, Robert Downey Jr.), en el equipo técnico encontramos a grandes profesionales que ya han colaborado con Nolan (el director de fotografía Hoyte Van Hoytema, la editora Jennifer Lame y el compositor Ludwig Göransson) y, aunque el presupuesto apunta hacia una película más moderada que Tenet (2020) o Interstellar (2014), Universal ha acogido los deseos del director de mantener el estreno exclusivo en salas. Una producción que comienza a mostrar sus piezas y que esperamos ver estrenada en julio de 2023.
Esas expectativas que genera cada nuevo estreno de Nolan se deben a dos fenómenos que se derivan de su fama como cineasta de prestigio. Por una parte, el director, guionista y productor inglés ha consolidado su carrera con un estilo narrativo y visual propio que ha cautivado tanto a la crítica como al público. Por otra parte, ese mismo sello de autoría personal le ha conducido hacia presupuestos mayores y una creciente complejidad narrativa. Con semejante bagaje a las espaldas, el espectador medio siempre tiene la duda de si la siguiente película, más espectacular y compleja que la anterior, podrá mantener el tipo con todas sus capas de significado y sus giros de tuerca.
Parece que con Oppenheimer, Nolan regresa a un presupuesto más modesto. Dejando atrás las grandes sumas de Tenet (2020) e Interstellar (2014), la película se acercará más a los niveles que manejó para Dunkerque (2017). Y si bien ese dato puede desanimar a los ávidos consumidores de experiencias cinematográficas espectaculares, quizás sea el momento de desempolvar las primeras historias del director, complejas y alejadas de la ciencia ficción. Las últimas superproducciones de Nolan arrastraban los guiones hacia las incógnitas y misterios de la física cuántica, sirviendo de tapadera a cualquier tropezón narrativo. Sin embargo, sus primeras obras, en las que ya experimentó con la narración no-lineal, demostraban un gran dominio de las posibilidades narrativas del medio cinematográfico. Sí, los 100 millones de dólares de Oppenheimer permitirán al director contar con un fabuloso equipo artístico y técnico, pero quizás también le devuelvan a esas historias más sólidas de sus primeras obras que siempre viene bien repasar.
Si hay algo que caracteriza a Christopher Nolan más allá de su cuidada estética cinematográfica, son sus complejos guiones que juegan con la narración no lineal amplificando los conflictos internos de los protagonistas. Ya se trate de ladrones de sueños perseguidos por sus propios fallos, magos obsesionados con la excelencia, justicieros multimillonarios o viajeros espaciales, los personajes de la filmografía de Nolan atrapan al espectador entre capas narrativas e ingeniosas resoluciones. Ya en Following (1998), el primer largometraje del cineasta, podemos vislumbrar ese toque personal del director y guionista. Esta obra, producida de forma independiente en Reino Unido, presenta a un joven aspirante a escritor que observa y sigue a desconocidos para buscar inspiración para sus personajes. El protagonista, interpretado por Jeremy Theobald con quien el director había trabajado ya en varios cortometrajes como Larceny (1996) y Doodlebug (1997), es confrontado por Cobb, un hombre al que seguía. Cobb es un elegante ladrón que se introduce en casas extrañas y que anima al joven a aprender de él. Narrada de forma no lineal, Following nos introduce en la psicología de un personaje corroído por la obsesión. El crimen y el noir se entrelazan con acierto, ocultando intenciones y personajes tras cada giro narrativo. Una estructura narrativa arriesgada en su momento que se ha convertido en el sello distintivo de Nolan.
La buena acogida de su opera prima le permitió dar un paso más allá y lanzarse a rodar y producir Memento (2000) en Estados Unidos. La película, escrita junto con su hermano Jonathan Nolan, recoge y perfecciona las líneas maestras apuntadas ya en su anterior obra. El tiempo, que parece ser la particular obsesión de Nolan, cobra un rol más relevante en esta película en la que un protagonista incapaz de generar nuevos recuerdos vive en un presente constante. El propio director justifica esta fascinación por el tiempo que recorre su filmografía: “el tiempo es el sujeto más cinematográfico. Antes de que apareciera la cámara, no había forma de ver el tiempo correr hacia atrás, de forma más lenta o más rápida”. Memento arranca con una escena oscura, cargada de un realismo que salpica y penetra: una fotografía instantánea va velándose, ocultando el resultado de un crimen, regresa a la cámara que la ha disparado. Una bala regresa también al cañón que la ha disparado. El tiempo se invierte y da paso a una doble estructura narrativa, una en orden cronológico y otra en sentido inverso.
El sólido guion de Memento no pasó desapercibido y logró varias nominaciones y premios para Nolan. Y, aunque el Christopher Nolan guionista destacó, el Nolan director no quedó sin reconocimiento. En Memento mostró su talento y solvencia también al otro lado de la cámara. Para este proyecto independiente, el director se rodeó de un equipo que supo entender su estilo y con quienes colaboraría con frecuencia: desde su esposa, la productora Emma Thomas, que ha colaborado en todas sus películas; el director de fotografía Wally Pfister, que logró el Oscar por Origen (2010), o el compositor David Julyan, que logra unir musicalmente las primeras películas del director. El buen hacer y el interés de Nolan por abarcar y supervisar cada elemento de sus películas hicieron que Warner Bros. le ofreciera dirigir su primera película de estudio: Insomnio (2002).
Aunque el guion de esta película no está escrito por Nolan, posee ciertas características cómodas para los intereses del director. Continuando con el género del thriller con elementos de noir, Nolan logra replicar ese ambiente oscuro y misterioso que parece provenir de la mente de los protagonistas. La narración de Insomnio es más convencional que la de sus anteriores obras, pero también aquí el director hace su propia obra. Y así como las pérdidas de memoria de Leonard en Memento parecían teñir toda la cinta, el insomnio y la conciencia manchada del policía Will Dormer oscurecen incluso las noches blancas de una Alaska preocupada por el misterioso asesinato de una joven. El Nolan anterior a los grandes efectos visuales y los enormes presupuestos comenzaba su próspera aventura como autor en el seno de Warner, una aventura que mucho debe a estas primeras obras que, en palabras del cineasta, alinean al espectador con el punto de vista del protagonista introduciéndole en el mismo laberinto narrativo en el que ellos se encuentran.
Nolan ha ido desarrollando su personal estilo narrativo y fílmico trabajando incansablemente. Con grandes estrenos cada dos o tres años, su filmografía continúa creciendo y va dejando varios títulos en los rankings de las películas mejor calificadas. Un cineasta con voz propia que trata de convertirse en uno de los autores dentro del cine comercial. Sus últimas películas muestran con orgullo su complejidad, exhibiendo, quizás en exceso, ese afán autoral. Mientras esperamos el estreno de Oppenheimer, su primera incursión en el biopic, podemos revisitar las primeras obras de Nolan para redescubrir lo que es capaz de hacer con un presupuesto menor y con unas historias centradas y forjadas en la profundidad de sus personajes.
⇒Filmografía de Christopher Nolan
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