Manuel Pertegaz en el cine: el modisto de los trajes ponibles
· Cuatro universitarias de 18 años se enfrentan a las creaciones de Manuel Pertegaz (y su relación con el cine) y dialogan con la obra del modisto español y con su modus operandi.
Visitábamos la exposición de Manuel Pertegaz en la Sala Canal Isabel II de la madrileña calle de Santa Engracia. Nuestro profesor de «Apreciar la belleza» ya advirtió en clase que no sería una visita guiada. Porque la treintena de alumnos de 1º de Educación, Publicidad, Periodismo, Comunicación y Psicología veníamos con los deberes hechos: habíamos visto los dos estupendos reportajes en el archivo de TVE y leído artículos en distintos medios.
Pero claro, Alberto Fijo no calla ni bajo el agua. Revoloteaba por la exposición, contento al comprobar que nos gustaba mucho lo que estábamos viendo. Se acercó a nuestro pequeño grupo y nos contó bajito: «el otro día, vine a preparar nuestra visita. Quizás por ir de traje con corbata o por estar parado tomando notas o por poner caretos de satisfacción, una señora de unos 40 años con su hija de 20 (ambas muy guapas, con la elegancia de quien sabe llevar unos vaqueros con un estiloso abrigo de entretiempo y completarlo con unas zapas New Balance y unos Camper cómodos y estilosos, parecidas en su desparpajo y donaire) se me acercaron y me felicitaron. Les dije que me alegraba mucho, pero que yo no era el comisario ni un jefe del museo. Se rieron con gracia. Y claro, aproveché. Les pregunté por qué les estaba gustando la exposición. La respuesta os puede ayudar en vuestra visita, me sigue dando vueltas en la cabeza: ‘porque todo es muy ponible. Este traje para mí y aquel para mi hija. Iríamos elegantísimas, pero no pareceríamos marcianas, como ocurre con la ropa de otros modistas».
Ropa ponible
La exposición muestra el talento creativo y el dominio de uno de los maestros esenciales de la artesanía española. Todo es muy ponible, todo es muy hermoso, con una atención al detalle que se percibe no solo en unas botonaduras muy originales por el propio diseño de las formas y materiales, sino por su disposición y las líneas de cierre de prendas que seducen especialmente cuando la viste alguien con donaire.
No gustaban a Pertegaz las modelos profesionales, prefería mujeres con un físico adecuado a la ropa que hacía. Su indudable talento estuvo acompañado de mucho trabajo y esfuerzo. La selección de medio centenar de trajes femeninos procedentes de Pertegaz Studio, del Museo del Traje, del museo textil de Tarrasa y de colecciones privadas supone una muestra muy significativa del trabajo de uno de los grandes de la costura española.
Pertegaz elaboraba el modelo para el cuerpo, sin pedir al cuerpo que se adaptase al modelo. Aunque después de sus desfiles, si una clienta le pedía un vestido, decía a la modelo que se lo quitase y hacía pasar a la clienta para que se probase el modelo y preparar los arreglos necesarios para que pudiese comprarlo. Un asunto que en la exposición del Canal queda patente: en la pasarela virtual de la última planta, los modelos que lleva Vanesa Lorenzo por lo general no lucen como debieran. Quizás Pertegaz pensó en otras mujeres, quizás habría hecho muchos ajustes en trajes que a Lorenzo le caen muy grandes o simplemente no le sientan bien.
La capacidad del modisto de acoplarse a épocas y cuerpos, de hacer trajes «ponibles» da más fuerza aún a las palabras de uno de sus admiradores, Lorenzo Caprile: «trajes que ha hecho hace treinta, cuarenta, cincuenta años, siguen siendo bellísimos, impecables y que te los puedes seguir poniendo ahora sin ningún problema». Pertegaz conjugó encanto y sencillez. Siempre creyó que lo chocante nunca puede primar sobre lo elegante y que la moda solo tendrá futuro en nuestro país si los creadores se dan cuenta de que la belleza no está en la extravagancia. Su moda, tanto en la alta costura como en el prèt-à-porter, generó colecciones cuidadísimas en las que se adivina un pensamiento moderno que combina magistralmente lo clásico con lo actual, en una coordinación perfecta de detalles y accesorios.
Una exposición con grandes aciertos y algunas decisiones discutibles
Las piezas, distribuidas en cada una de las plantas del depósito de agua transformado en bellísimo espacio expositivo, nos muestran las creaciones de Pertegaz a lo largo de siete décadas. La planta baja contiene diseños muy representativos en los que el tejido y el color cobran una gran importancia. En las plantas primera y segunda encontramos piezas de alta costura: vestidos de fiesta, de cóctel, de día y de noche. En la tercera, el protagonismo se reserva a los trajes de novia, que son bellísimos.
Pertegaz al habla
«Un día hice por fin un traje para una señora que fue mi primera cliente importante. Un vestido en lana de angora marrón. Todavía lo estoy viendo. Le pedí cinco duros para las hechuras y me dio treinta y cinco pesetas. Yo estaba arrebatado».
«Yo creaba instintivamente todo lo que me gustaba. Tuve que imponerme un estilo y un sistema, crearme yo mismo las responsabilidades. Entonces apenas tenía referencias externas y no iba a París como hacían otros».
«Siempre he pensado que lo que hay que hacer es elaborar el modelo para el cuerpo y no que el cuerpo se adapte al modelo. La elegancia es algo que emana de la persona, pero quien se atavía con uno de mis vestidos, tiene mucho ganado».
«Cuanto más triunfas, más te exiges. Este trabajo exige sacrificio, pero hay una gran alegría en esta entrega. Si volviera a nacer mil veces, mil veces elegiría esta profesión».
«Solo veo la belleza. Lo que no me gusta, ya no lo veo. Es una estrategia maravillosa para trabajar y para vivir».
La distribución ayuda al visitante porque proporciona no solo orden, sino ritmo, dinámica, fluidez. La oscuridad realza los trajes, aunque ciertamente crea problemas serios para la identificación al obviarse cualquier tipo de rótulo y ofrecer un folleto de una pobreza muy llamativa. Amalia Descalzo y Raúl Marina, comisarios de la exposición, la cierran con una pasarela virtual que se proyecta en la cúpula que cierra el depósito de agua transformado en sala de exposiciones. La video-instalación de Eugenio Recuenco se proyecta circularmente jugando con el efecto de que la modelo sortea las nervaduras de hierro del espacio. El mood de la instalación no casa con la estética de Pertegaz. Basta ver fotografías de esos trajes lucidos por clientas de Pertegaz o por algunas de sus modelos para comprobar que la pasarela virtual podría haber funcionado mucho mejor. La música, desafortunada, fastidiosa y repetitiva se filtra hasta las salas inferiores.
Un poco de historia
Manuel Pertegaz (Olba, 1918 – Barcelona, 2014), nacido en Teruel en una familia humilde, trabajó desde niño con su madre en la elaboración de trajes. En los años 30, se forma en Barcelona. Al terminar la Guerra Civil abre su propia casa de alta costura, demostrando su conexión con las necesidades de la alta burguesía catalana. En su época dorada, viste a Carmen Polo, Aline Griffith, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy. En 1948 abre taller en Madrid y en los años 50 viaja a Estados Unidos, donde se empiezan a vender sus trajes. A partir de este momento, comienza a recibir numerosos galardones. La amplia producción que le mereció estos premios no se limita a los trajes de alta costura: en los 70 se introduce en el prèt-à-porter, adaptándose a los cambios sociales, sin desdeñar la alta costura; además, realizó complementos e incluso perfumes y en 1997 debutó en la moda masculina.
«Fui un autodidacta casi por obligación, pero aquellas colecciones fueron la mayor compensación de mis esfuerzos. Se llenaba la casa hasta el portal. Venían cortadoras y oficiales de otras casas disfrazadas de ‘señoras’. Empezó una etapa vertiginosa en la que tenía que seguir el ritmo que me imponían los encargos».
El encanto de la sencillez
Su ideal de mujer era Audrey Hepburn, personificación de lo que Pertegaz llamaba la mujer cisne: «no me gusta la mujer prepotente ni con curvas acentuadas, tiene que ser una mujer delgada, esbelta y elegantemente discreta, no como si dijera aquí estoy». Pero Pertegaz trabaja para todo tipo de clientas.
Es el caso del abrigo de cóctel en tafetán de seda, confeccionado en 1954, pieza que desmiente que solo trabajase para mujeres jóvenes, delgadas, esbeltas. Pertegaz personalizaba los trajes. De esta forma, el abrigo se adapta al cuerpo de la clienta, siendo más ancho y mucho más suelto que los habituales «abrigos Pertegaz», por lo general, entallados. Una obra exquisita, muy original: no solo por el cuello de pico y su gran volumen, que cae formando pliegues. El juego de lazos frontal es muy audaz, como la manga corta que asemeja el abrigo con un vestido. La modelo Suzy Parker lo llevó para la revista Vogue en 1954.
Acerca del proceso creativo artístico, el modisto contó en su día una anécdota que le sucedió tras una audiencia con el Papa del momento, san Juan XXIII, que le dijo que «cuando ve trajes bonitos, Dios sonríe complacido». Pertegaz respondió: «Creo que la labor de quienes nos dedicamos a la moda consiste en seguir haciendo que Dios y las personas sigan sonriendo».
Manuel Pertegaz. Un genio de la creación artística que rechazó ser el sucesor de la maison Dior por seguir su carrera en solitario, y ser uno de los grandes. Viajó por todo el planeta recogiendo infinidad de premios por su extensa labor y vistió a las mujeres más elegantes y afamadas del mundo. El broche final a su carrera fue el vestido de novia que realizó para una chica cualquiera que se convertiría en la Reina de España.
Nuria Palaú, Ana Labory, Marta Hontoria, Celia Casañé
Suscríbete a la revista FilaSiete