Tiempos modernos, la última aparición de Charlot
Tiempos modernos significó la última aparición en la gran pantalla de Charlot, el genuino y genial personaje creado por Charles Chaplin y el que le dio la mayor fama mundial. Este vagabundo con sombrero y bastón todavía permanece hoy en el imaginario colectivo como una de las más reconocidas figuras que se hayan dado en el mundo del arte.
Tiempos modernos nos muestra a un Charlot que vive en plena resaca de la Gran Depresión Americana, cuando el desempleo masivo coincidió con la también masiva implantación de la automatización industrial.
Chaplin era un hombre muy preocupado por los problemas sociales y económicos de esa nueva era. En 9131 y 1932, dejó Hollywood para embarcarse en una gira mundial de 18 meses. En Europa, quedó desolado ante el auge del nacionalismo y los efecto sociales de la Depresión, así como por el desempleo y la automatización. En 1938 comentó en una entrevista: «El desempleo es la cuestión más importante… la introducción de las máquinas en el trabajo debería ser de ayuda a la humanidad, y no una fuente de tragedia dejando a la gente sin trabajo».
Así, Chaplin decidió con Tiempos modernos transformar estas preocupaciones en una comedia que sirviera para criticar esta situación y los problemas de los trabajadores de los años 30. En el film, el personaje de Charlot es visto pro primera vez como un operario al que su monótono e inhumano trabajo es una cinta transportadora de una cadena de producción, está a punto de volverle loco. Además, le utilizan como conejillo de indias para probar una nueva máquina con la que se pretende dar de comer a los obreros mientras trabajan.
A su regreso a Estados Unidos tras su giro mundial de 1931, Chaplin había conocido a la actriz Paulette Goddard, quién se convertiría desde entonces, y por muchos años, en una compañera ideal. Su personalidad le inspiró el personaje de la chica huérfana de Tiempos modernos.
Cuando Tiempos modernos se estrenó, el cine sonoro llevaba ya diez años de explotación comercial. Hasta entonces, Chaplin se había resistido a recitar diálogos, sabedor de que la clave de la universalidad de su humor se hallaba precisamente en la pantomima. No obstante, esta vez se prestó a preparar algunos diálogos, llegando incluso a grabar algunas pruebas. Finalmente, se lo pensó mejor y como en Luces de la ciudad, acabó utilizando sólo música y efectos de sonido. Las voces humanas sólo aparecen en segundo plano, filtradas a través de aparatos de tecnología: el jefe que se dirige a los trabajadores desde una pantalla de televisión; el vendedor que es sólo una voz en un fonógrafo.
Una sola vez la voz de Chaplin se escucha directamente. En el film, Charlot es requerido para sustituir al tenor del café-teatro e improvisa una canción. Sería la primera y única vez que el mundo podría escuchar en el cine al genial vagabundo Charlot.
Como ya había hecho en Luces de la ciudad, Chaplin compuso su propia banda sonora, y como de costumbre, hizo pasar a sus arreglistas y directores un mal rato, con el resultado de que el gran compositor Alfred Newman abandonó el proyecto.
Finalmente, una anécdota más sirve para destacar esta memorable película de la historia del cine: una demanda por plagio. La firma franco-germana Tobis denunció a Chaplin por haberles supuestamente robado ideas y escenas de otro film sobre el trabajo industrial en el siglo XX. Se trata de la película de René Clair Viva la libertad (A nous la liberté). El caso no se sostenía y Clair, admirador de Chaplin, estaba avergonzado por ello. En 1947, de nuevo la empresa Tobis volvió a presentar cargos y esta vez el estudio de Chaplin accedió a pagar una suma modesta para zanjar la cuestión. Chaplin y sus abogados mantuvieron siempre que la obstinación la empresa Tobis, de capital mayoritario alemán, estaba motivada por un deseo de venganza contra los sentimientos anti-nazis expresados en El gran dictador.
Tiempos modernos celebró su estreno mundial el 5 de febrero de 1936 en el Teatro Rivoli de Nueva York y como dice Alberto Fijo, Chaplin nos legó una película descomunal y «la sátira inicial sobre las penosas condiciones laborales en algunas industrias es sencillamente inolvidable, un prodigio se mire por donde se mire…»