Alfred Hitchcock, el maestro del suspense
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Alfred Hitchcock nació en Londres en el año 1899, justo cuando finalizaba el siglo XIX. Reconocido por todos como muy buen estudiante, siempre mostró cierta predilección por la geometría. A los 14 años ingresó en la London County Council School of Engineering and Navigation, con la idea de convertirse en ingeniero. Ya desde esos años se sentía atraído por el teatro y el cine. Como le indicó a Truffaut en la famosa entrevista, «sentía un enorme entusiasmo por las películas, por el teatro y muy a menudo salía solo por la noche para asistir a los estrenos».
Que Hitchcock estudiase ingeniería no es casual, hasta el punto de que su manejo de las fórmulas y las ecuaciones fílmicas (siguiendo este modo metafórico de hablar) es de una precisión admirable. Pensemos en las combinaciones reiteradas del falso culpable con los conflictos de relación casuales, en el manejo singular de la guerra de sexos y los complejos, en los Macguffins, en la manera de activar las asociaciones mentales del espectador creando tensión…
De sus inicios en el cine cabe destacar que Alfred Hitchcock trabajó en el mudo y, cuando llega el sonoro, es de esos directores que no tiene problemas para sacar mucho partido al diálogo porque se rodea de unos guionistas excelentes y de una ayudante de dirección sencillamente excepcional llamada Alma Reville (1899-1982), con la que está casado desde 1926 hasta su muerte en 1980. Reville trabaja junto a Hitch desde su primer largo, El jardín de la alegría (1925).
Un enorme talento y mucho trabajo llevó a Alfred Hitchcock a la cima: durante una carrera de 50 años largos fue uno de los cineastas más populares de la historia. Encandila al público entre los 30 y los 60 para luego seducir a críticos que serían después cineastas: los Truffaut, Godard, Rohmer y Chabrol le señalaron como un modelo de autor, es decir, de director capaz de controlar sus relatos hasta en los mínimos detalles.
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A esto se suma que fue productor y realizador de televisión diez años (1955-1965), casualmente su periodo más creativo como autor cinematográfico: comienza tras haber encadenado una serie de éxitos como Atrapa a un ladrón y El hombre que sabía demasiado, y son los años en los que rueda Vértigo, Con la muerte en los talones, Psicosis o Los pájaros. No se trata pues de una actividad secundaria o un retiro aliviado por una actividad menor, altamente lucrativa. Hablamos de una bella panorámica de la clase media norteamericana que ve a Hitchcock en la pequeña pantalla y que es observada por él desde la misma y que, como tal, es descrita por el prisma del mago del suspense, con su humor, su cinismo, su toque de misoginia y su manera de reírse de las convenciones.
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