El centenario de Berlanga
Hay que recordar en su centenario que Berlanga rompió moldes, fue innovador y ha dejado una huella profunda en el cine español. Su obra en blanco y negro permanecerá en la historia del cine.
Berlanga es, y se le nota, valenciano hasta la médula. De ahí le viene la ironía que impregna todas sus películas. Además, forman su personalidad el colegio de los jesuitas donde estudió de niño, la experiencia de la persecución que sufrió su padre por parte de la extrema izquierda durante la guerra, y por los vencedores tras la misma. Se alistó en la División azul para hacer méritos. El crítico José María Pérez Lozano fue testigo de una frase en la que se retrataba, aunque él mismo no recuerda haber dicho, «como persona, soy cristiano; como creador, anarquista; y como súbdito, liberal». Él se consideraba individualista, caótico y lleno de contradicciones, fundamentalmente «entre mi tripa y mi cabeza». Pagano no anticlerical y muy supersticioso; misógino, obsesionado con el erotismo y creía en la superioridad de la mujer; simpatizaba con la gente modesta, pero no era socialista, ni creía que el pobre fuera mejor que los demás por el hecho de serlo; fundamentalmente no era catalogable, ni se casó nunca con nadie. Por eso mismo tampoco ha dudado en cambiar de opinión y rectificar cuando ha considerado que se había equivocado.
Comenzó estudios de Derecho y de Filosofía y Letras, pero lo dejó todo por el cine. En 1947 ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid.
En 1951 dirigió, con Juan Antonio Bardem, Esa pareja feliz, con Fernando Fernán Gómez, Elvira Quintillá y José Luis Ozores. Esta película supuso un cambio respecto al cine estereotipado que se hacía entonces, y tiene casi todos los elementos que caracterizarán la obra de Berlanga. Una comedia poco cómica, muy pegada al terreno, ferozmente satírica y en la que se produce una «miserabilización de los personajes» precursora del neorrealismo italiano. Berlanga es un individualista incrédulo, no cree en el hombre. Cree en la lucha del individuo que, sistemáticamente, se ve torpedeado por los demás y por ello, su situación nunca mejora. Esa pareja feliz tardó en estrenarse. Lo hizo aprovechando el impulso de Bienvenido, Míster Marshall, en la que también colaboró Bardem y, en los diálogos, Miguel Mihura.
Falsificación de moneda
Bienvenido, Míster Marshall fue premiada en Cannes y fue protagonista de un enfado norteamericano, principalmente a causa de un plano que muestra una banderita estadounidense tirada en un arroyo. Además de una protesta, contó Berlanga: «nos llevaron incluso a la comisaría por lo de los billetes. Y es que nosotros llevábamos de publicidad unos dólares, en los que iba por un lado la cara de Lolita Sevilla y por otro la de Pepe Isbert. (…) Nos denunciaron por un presunto intento de falsificación de moneda y se llegó a abrir un sumario». Ríete de la censura española.
Novio a la vista (1954) ha sido ignorada por estar entre varias obras maestras, pero merece la pena verse, el guion está basado en una historia de Edgar Neville y es pura ironía y humor. Calabuch (1956), Los jueves milagro (1957), Plácido (1961) y El verdugo (1963) son una rápida sucesión de obras maestras y están jalonadas de anécdotas que retratan la incómoda posición de Berlanga ante la prensa.
Calabuch molestó a una cierta crítica porque el carabinero del pueblo está representado como hombre pacífico y amable, en lugar de ser un furibundo y antipático guardiacivil. Los jueves milagro, recordó el centenario Berlanga, «fue el momento de mayor desprestigio de mi cine entre la progresía», porque creían que había realizado una película religiosa. «Ni quise hacer una película religiosa ni quise atacar a la religión en plan de energúmeno del laicismo». Declaró más tarde. Plácido fue candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1961. El verdugo (1963) fue protagonista de otro incidente chusco; mientras en España provocó el comentario de Franco: «Ya sé que Berlanga no es comunista, es algo peor, es un mal español», y se podían temer represalias, en Venecia, con ocasión del festival, «éramos insultados y apedreados por la izquierda, que aún no había visto la película, porque se nos consideraba como representantes del Régimen». Por todos esos sucesos Berlanga no hablaba de censura sino de censuras. El verdugo fue la primera colaboración con el guionista Rafael Azcona, quien aportó ternura hacia el personaje, y la última con el entrañable Pepe Isbert.
Rompedor de moldes
Desgraciadamente la gran obra del centenario Berlanga termina ahí. Pasa un tiempo sin rodar, motivado en parte por motivos sindicales -él es independiente-, y sus largometrajes siguientes tuvieron problemas de realización. Las pirañas (1967) se rodó mal, en Argentina, sin los actores y el equipo adecuado; ¡Vivan los novios! (1970) es su peor película, imitando el cine comercial al uso entonces. Tamaño natural (Grandeur nature, 1973) es una extraña película francesa con Michel Piccoli, en la que da rienda suelta a sus fantasmas eróticos.
Tras la muerte de Franco tiene un éxito comercial impresionante con la trilogía La escopeta nacional (1978), Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982); mantiene el tono divertido y ácrata característico suyo, pero le falta sutileza, todo es sal gruesa, y dice «voy cayendo cada vez más en el exceso verbal (…). Ya no hacemos esfuerzos por encontrar el gag visual». De esta época solo merece destacarse La vaquilla (1985), una particular visión de los combatientes de nuestra guerra civil.
Luis García-Berlanga rompió moldes, fue innovador y ha dejado una huella profunda en el cine español. Su obra en blanco y negro permanecerá en la historia del cine.
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