Hildur Guðnadóttir, creadora de la música de Joker y Chernobyl
Guðnadóttir: la música de Joker y Chernobyl | Su nombre completo es Hildur Ingveldardóttir Guðnadóttir y cumplió 39 años el pasado mes de septiembre. Es islandesa y lleva la música en la sangre. Su padre es director de orquesta y clarinetista. Su madre, cantante de ópera. Ella, además de compositora, es una destacada intérprete de violonchelo. ¿Por qué le dedicamos un artículo en FilaSiete? Por dos razones principales: las bandas sonoras musicales de la oscarizada Joker (Todd Philips, 2019) y de la miniserie de HBO también multipremiada Chernobyl (Craig Mazin, 2019).
Hildur Guðnadóttir sobresale no solo por haber logrado en muy poco tiempo dos de las mejores creaciones de los últimos años en la música para el audiovisual. También sobresale por la cantidad de galardones cosechados, a años luz de los éxitos de otras compositoras. Hildur pasará a la historia de los Oscar como la primera mujer que consigue (en solitario) el galardón a la mejor banda sonora original. Esto ya es mucho, pero habría que añadir el Globo de Oro y el Bafta. Igual de impresionante es el palmarés de la música para Chernobyl, que fue premiada con el Emmy y el Grammy.
Estos antecedentes la hacen merecedora de una atención especial, pero también sirven como excusa para hablar de algunas cuestiones importantes relativas a la creación de música para el cine y otros medios audiovisuales. En las dos aportaciones de la compositora islandesa a la historia reciente de la música para el audiovisual hay sendas características que nos hablan de un modo de crear que podría ser muy inspirador para quien quiera dedicarse a estos menesteres en el futuro. En Joker sería el componer no sobre lo rodado o sobre lo montado, sino sobre el guion. En Chernobyl, el uso de sonidos reales, que no solo son imitados por los instrumentos, sino que en muchos casos son incorporados a la grabación tal y como fueron registrados in situ.
La música como “intérprete”
Quizá la escena más alabada de Joker por el protagonismo de la música sea la del baile de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) en el baño. Como hemos comentado, la música se compuso sobre el guion. Por tanto, al comenzar el rodaje ya había música que podía utilizarse durante el rodaje. En el caso particular de esta escena, Joaquin Phoenix creó una coreografía inspirándose en la música que escuchaba. No se trata de algo nuevo, ni mucho menos. Una de las claves del éxito de Federico Fellini residía en rodar con música. En muchos casos no era la misma que luego aparecía en el montaje final, pero la composición definitiva era compuesta (casi siempre por Nino Rota) con la plantilla rítmica, melódica y armónica de esa música que sonaba durante el rodaje. Y tenía tanta fuerza que obligó a cambiar el guion previsto para esa escena.

Ese protagonismo de la música se acentúa más aún cuando se combina con el otro gran rasgo que hemos querido destacar sobre la obra de Hildur Guðnadóttir: la inspiración en sonidos reales. Es, probablemente, la clave del éxito de la música compuesta para Chernobyl y, por tanto, una de las claves del éxito de la miniserie en general. Supongo que quien firma estas líneas no es el único que, al escuchar el sonido en los distintos episodios, se ha acordado de la compatriota de Guðnadóttir que hace veinte años también abrió camino en este terreno: Björk.
Islandesa tenía que ser
Björk no tuvo tanta suerte con los premios de la Academia por la música que compuso para Dancer in the Dark (Lars Von Trier, 2000). Solo consiguió ser nominada a la mejor canción original, premio que fue para una composición de Bob Dylan. Pero en la banda sonora de aquella película había mucho más que una gran canción. La música tenía un gran protagonismo y una acertada forma de combinarse con los sonidos que envolvían a los protagonistas. Más en concreto, con el ritmo creado por instalaciones industriales. Tampoco es nuevo, es casi tan antiguo como la Humanidad, que lleva siglos creando música al ritmo que marcan los movimientos repetitivos del trabajo, antes y después de la Revolución Industrial.
Hildur Guðnadóttir y el resto del equipo creador de Chernobyl tuvo suerte: existía una central nuclear que era como la hermana gemela de la que sufrió la famosa catástrofe. En esa réplica preexistente -Ignalina, también en Ucrania- se pudo rodar consiguiendo un realismo muy notable. Y allí acudió también Hildur a buscar inspiración. Vaya sí la encontró. Nada más empezar el recorrido en busca de sonidos inspiradores, una puerta se abrió de repente con un ritmo que habrían firmado los mejores percusionistas de jazz.
En Chernobyl la historia aparenta centrarse en algunos personajes clave: el ingeniero Legásov, Dyatlov, los representantes del Politburó… pero, como muy bien ha explicado la compositora, el gran protagonista es la radiación. ¿Y cómo aparece algo tan “intrasladable” a la pantalla como una radiación nuclear? A través de la banda sonora. La música creada por Hildur Guðnadóttir para esta miniserie trabaja sobre todo en el subconsciente, se queda muy en segundo plano y por eso contribuye tanto a captar la atención del espectador, es decir, a crear una estrategia narrativa casi perfecta.
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