La música en Disney: De Coco a Soul, sin novedades
La música en Disney | El último Oscar a la mejor banda sonora fue para Soul, otro gran éxito de Pixar, que también consiguió el de mejor largometraje de animación. Un veredicto que disgustó a muchos expertos. Entre los motivos de ese disgusto está la comparación con una de las mejores películas recientes de Pixar: Coco. Como escribió Alberto Fijo, “la diferencia entre Soul y Coco es mucho más pequeña de lo que podría parecer”.
Como siempre, el acuerdo o desacuerdo con las decisiones de la Academia depende mucho de cuáles eran las otras candidaturas. Además del hecho de premiar una película en la que Pixar se parece demasiado a sí misma, se echa de menos que Hollywood no quiera correr el riesgo de premiar películas que sí se han atrevido a salirse de los cánones establecidos para alcanzar un alto nivel artístico. Es el caso de, quizá, la gran derrotada en la categoría de mejor largometraje de animación: Wolfwalkers (Tomm Moore, Ross Stewart), que, por cierto, también posee una interesante banda sonora musical. La elección del compositor de la partitura de esta película resultó paradójica, ya que se trataba de una historia basada en una leyenda ambientada en Kilkenny (Irlanda). Lo previsible habría sido que la elección recayera en un músico con el perfil, por ejemplo, de Bill Whelan (En el nombre del hijo, El baile de agosto). El compositor escogido para Wolfwalkers fue finalmente Bruno Colais (Los chicos del coro).
Músicos en el más allá
Pero volvamos al principio: la comparación entre Soul y Coco. Esta última también tuvo bastante éxito en los Oscar de 2018: mejor largometraje de animación y mejor canción. La pregunta que se hacen los decepcionados por la decisión de premiar tan generosamente a Soul es: ¿Por qué volver a premiar una de Pixar sobre un músico que encuentra respuesta a sus inquietudes en el más allá?
Por supuesto que no es exactamente lo mismo. Joe Gardner, el protagonista de Soul, no va exactamente al más allá. Cuando está a punto de cumplir su viejo sueño de formar parte de la banda de jazz de Dorothea Williams, cae accidentalmente por una alcantarilla. Su destino parecía ser el más allá, pero su afán de no morir sin haber cumplido su sueño le desvía hacia “El gran antes”, donde los consejeros del alma preparan a dichas almas para la vida en la Tierra. En ese gran antes sí hay un elemento novedoso con respecto al viaje al más allá del protagonista de Coco.
Como muchos recordarán, el protagonista de la inolvidable Coco (Lee Unkrich, Adrián Molina, 2017) es un niño de doce años llamado Miguel Rivera. Miguel ama la música y es evidente que tiene talento para ello, pero una especie de maldición familiar se lo impide. En su casa del pueblo mexicano de Santa Cecilia se cuenta que todo empezó cuando la tatarabuela Imelda se vio abandonada por su marido Héctor, que antepuso su carrera musical a la familia. Un concurso musical en víspera del “Día de muertos” desemboca en el viaje de Miguel al más allá, donde se encontrará con su gran ídolo, Ernesto de la Cruz, y descubrirá la verdad sobre su tatarabuelo Héctor.
La banda sonora musical de Coco, firmada por Michael Giacchino, es mucho más que la composición de Robert López Recuérdame, premiada con el Oscar a la mejor canción. Giacchino ya había triunfado con Pixar (Oscar en 2010 por la música de Up). En Coco se adentra en nuevos terrenos y sabe aprovechar muy bien el folklore sin caer en el folklorismo. No en vano contó con el apoyo de Germaine Franco, experto en música mexicana. Uno de los aciertos que pudo pasar inadvertido por un oído poco atento es cómo la mencionada canción principal tiene un significado distinto y transmite diferentes sentimientos según la interprete Ernesto, Héctor o Miguel, en variaciones que reflejan la personalidad y las intenciones de cada personaje y que refuerzan la estrategia narrativa.
Detalles sobresalientes
Los detalles que convierten a la banda sonora de Coco en sobresaliente son muchos. Se puede citar, por ejemplo, la elección de instrumentos. Por supuesto, la guitarra es lo principal, pero no menos brillantes resultan los momentos en que el violín o la flauta de pan toman el relevo. No hay, como en Soul, una música para el más allá y otra para el más acá, lo que resulta especialmente apropiado para reflejar la naturalidad con que los mexicanos se acercan al mundo de los difuntos. Pero quizá el gran hallazgo es la ausencia de un tema propio del niño protagonista, con su correspondiente contratema, recurso típico en los filmes de animación. Como alguien hizo notar en su día, esa ausencia sirve para hacer a Miguel “menos héroe y más vulnerable”, subrayando así que Miguel no está en su mundo. Y en vez de un tema para el niño, tenemos un tema principal que, en sus distintas variaciones, está dedicado a la familia en su conjunto. Así se expresa que Miguel no soportaría triunfar si no fuera con el apoyo de su familia, para evitar lo que le sucedió a su tatarabuelo Héctor.
Pero la música de Soul, siendo de nivel alto, carece de tantos matices. Probablemente le perjudica el hecho de contar con dos compositores distintos. Hay dos estilos claramente diferenciados para marcar el contraste entre los dos mundos. Música de estilo jazzístico compuesta por John Batiste y música electrónica, etérea y tranquila, creada por Trent Reznor y Ross Atticus, compositores que ya habían obtenido el Oscar en 2010 por la música de La red social (David Fincher). Se trata, en definitiva, de una banda sonora más que, en palabras de Conrado Xalabarder, “es insignificante en lo narrativo y solo se destaca en lo ambiental y estético”.
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