Ennio Morricone, el adiós de un maestro de la música de cine
- Fallece en el día de hoy el compositor italiano Ennio Morricone, a los 91 años de edad.
- El cine le debe mucho a un genio como Morricone que deja auténticas obras atemporales enmarcadas en género de drama político, western, thriller criminal o romántico.
El maestro Ennio Morricone (Roma, 1928) se despidió de la música a la edad de 90 años con un emotivo tour que le llevó por países desde Rusia a Inglaterra, mediante la minuciosa selección de algunas de sus obras maestras que se encuadran dentro del legado personal de más de 500 bandas sonoras. Su secreto se debe a su mentora y esposa desde 1956, Maria Travia (afirma en todos los discursos cuando es laureado).
Hijo del trompetista Mario Morricone, Ennio comienza su andadura en la música con el mismo instrumento que su padre, y a la temprana edad de 6 años compone su primera obra. Al poco tiempo después, ya con 12, da el salto al conservatorio para realizar un curso de cuatro años de armónica que termina en 6 meses. Y es que cuando hay talento innato empiezas a entender la magistralidad de piezas arrebatadoras como The ecstasy of gold (El bueno, el feo y el malo, 1966). O la capacidad de más de 12 álbumes en un año, consecutivamente. Pero no todo se atribuye a los genes. El oscarizado por Los odiosos ocho (2015) es merecidamente reconocido desde niño por su tenacidad, esfuerzo y dedicación a la música. Nunca se regocijó en la fama o se dedicó en vida a la música por motivos exclusivamente crematísticos. Hasta tal punto que no llegó a aprender un inglés fluido ni se llegó a instalar en Hollywood a lo largo de su carrera. Gestionó, definió y dio vida a su inconmensurable obra con la inestimable ayuda de su mujer desde su queridísima Roma.
Alguien que se considere un verdadero amante del cine ha escuchado, o experimentado, algún nimio acercamiento con alguna de las obras del compositor y director de orquesta italiano. Si esto es así, no podrán entender la quietud del desierto sin la armónica, o la tensión que logra con sus voces, silbidos y trompetas mediante la percusión rítmica que define musicalmente la clásica y apabullante «Trilogía del Dólar» (Por un puñado de dólares; El bueno, el feo y el malo; y La muerte tenía un precio), del legendario Sergio Leone, amigo de la infancia con el que trabaja y crea algunas de las mejores piezas musicales de su carrera, y del cual se despide en la última película de uno de los maestros del western con Érase una vez en América (1984). Posteriormente, nos sigue deleitando con piezas más suaves pero llenas de intensidad y fuerza en películas como La misión (1986), del oscarizado Roland Joffé, que permiten a Morricone acariciar el Oscar al quedar nominado por una de las mejores bandas sonoras de todos los tiempos, dando vida al sonido del oboe más famoso de la historia del cine; o en la primorosa Cinema Paradiso (1988), un cine lleno de vitalidad del cual Ennio quiso formar parte y trabajar junto a su otro amigo, el director Giuseppe Tornatore, creando un perfecto dúo y del cual florece otra gran pieza musical hipnótica, La leyenda del pianista en el océano (1998). También pone música a las imágenes de célebres directores como Oliver Stone (Giro al infierno), Brian de Palma (Los intocables de Eliot Ness) o John Carpenter (La cosa), entre otros.
Una vez entrado en el nuevo milenio, y como muestra de su don musical insaciable, compuso nuevos álbumes como Malena (2000), Campos de esperanza (2005), Baaria (2009) o Los odiosos ocho (2015). Comenzó esta nueva etapa con un Oscar honorífico en 2007, pero no es hasta febrero de 2016 que gana el Oscar a la mejor banda sonora por su colaboración con Quentin Tarantino por Los odiosos ocho (2015). A este palmarés hay que sumarle 27 discos de oro y 7 de platino, 3 Globos de Oro y 3 Grammy, entre otros galardones.
No podríamos decir que hoy deja un gran vacío a la industria del cine. Al contrario, lo ha rellenado con cientos de trabajos. El cine le debe mucho a un genio que deja auténticas y heterogéneas obras atemporales enmarcadas en género de drama político, western, thriller criminal o romántico. Su versatilidad le otorgó un sinfín de partituras originales en numerosos géneros, hasta el punto de resultar una ardua tarea encasillarlo en un único estilo. Tal vez ese sea otro de los secretos del éxito innegable que ha cosechado, literalmente, en toda una vida.
Hoy el mundo entero homenajea a un maestro al que solo se le puede reprochar su excesivo carácter académico. Desde sus comienzos en la industria cinematográfica con El federal (1961, Luciano Salce) resumió su vida laboral en más de 500 trabajos y miles de piezas musicales. 70 millones de discos vendidos y numerosos premios le avalan. 84 años de dedicación en cuerpo y alma a la música no es una labor fácil, y tan solo se podría resumir en amor a un arte que insufla vida y energía a un conjunto de imágenes, que en simbiosis perfecta, se torna, en palabras de Morricone, en un elemento más del proceso narrativo, creando un resultado brillante que llega al alma del espectador.
Siempre defendió que Bach, Vivaldi y Mozart son algunos de los grandes compositores clásicos que se encontraron entre sus más admirados ídolos. Tal es la influencia, que entre el medio millar de álbumes que ha recopilado a sus espaldas, más de un centenar son obras clásicas. De lo que no me cabe duda alguna es que, al igual que sus ídolos, Morricone ha hecho Historia, no solo en el séptimo arte, sino también será reconocido y estudiado en orquestas de renombre y en conservatorios. Para él, la música era un lenguaje universal, y como tal, el lenguaje, alejado de todo artificio, debe ser estudiado y desarrollado.
Su vida se podría resumir en una larguísima e inacabable partitura. Nos deja un legado que lo hace, a día de hoy, una leyenda.
Hágase un favor y deje que su música le haga crecer por dentro y por fuera, que mime su alma. Su enérgica y vibrante melodía no le dejará indiferente.
Descanse en paz, maestro.
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