2001: Una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick (parte 3): Efectos visuales y sonorización

· Una odisea del espacio de Kubrick | Las escenas lunares se realizaron a partir de una amplia colección de fotografías facilitadas por la NASA. Para ello se utilizó are­na previamente lavada, secada y pintada de acuerdo con la textura lunar que se apreciaba en las fotos.

A mediados de 1966, cuando llevaba ya seis meses de rodaje y dos años desde el comienzo de la preproducción, Ku­brick empezó a trabajar la elaboración de los efectos especiales. A esas alturas, la M.G.M. estaba ya bastante alarmada por el retraso que acumulaba la película. Pero fue en esta fase de la pro­ducción cuando su nerviosismo llegó al extremo, porque el cineasta estuvo con los efectos visuales del filme hasta marzo de 1968. En ellos gastó 6,5 millones de dólares, el 62% del presupuesto global. Y en su realización movilizó a un equipo de 106 personas de la Unidad de Producción, coordinados por cuatro personas desde la Sala de Operaciones.

Los costes del perfeccionismo

Con un perfeccionismo cada vez más acusado, y con el deseo de adecuar la fantasía a la más rigurosa realidad científica, Kubrick reu­nió la más completa documentación que se haya elaborado nun­­ca para una película. Consultó centenares de aspectos técnicos con la NASA, y continuó sus entrevistas con más de sesenta organismos científicos: Bell Telephone, Boeing, Douglas Aircraft, Ge­ne­ral Electric (división espacial), Embajada soviética, etc. La notable participación de la famosa empresa informática IBM se vio recompensada en el filme en la denominación del gran ordenador central: el nombre de HAL remite a las siglas de la empresa infor­mática en las respectivas letras consecutivas.

Mientras tanto, el retraso en la filmación empezó a cobrarse «víc­timas». A los seis meses de trabajar en los efectos especiales, el director de fotografía Geoffrey Unsworth tuvo que ser reemplazado por John Alcott, pues aquél tenía compromisos previamente adquiridos para rodar en esa época del año; aún así, conservó en solitario su crédito en la ficha técnica de 2001: Una odisea del espacio.

Una de las primeras tareas en esta fase de la película fue la cons­trucción de maquetas, para lo que se empleó todo tipo de materiales, incluso naves de juguete existentes en el mercado. Para los modelos más importantes se realizaron varias réplicas a distintos tamaños: la mayor de todas fue una monumental «Discovery» de 18 metros de longitud. La técnica más empleada para la animación de los interiores fue proyectar imágenes en sus ventanas, lo cual requería, para conseguir el suficiente grado de verosimilitud, la superposición de diferentes tomas (en ocasiones, hasta diez) o la grabación a gran velocidad para dar sensación de ingravidez cuan­do se proyectaban a velocidad normal.

Nueva visión de la luna

Las escenas lunares se realizaron a partir de una amplia colección de fotografías facilitadas por la NASA. Para ello se utilizó are­na previamente lavada, secada y pintada de acuerdo con la textura lunar que se apreciaba en las fotos. Recordemos que, en aquel momento, todavía faltaban más de dos años para que Neil Arms­trong pusiera por primera vez su pie en la luna en julio de 1969.

Una de las tomas más difíciles de conseguir fue la imagen del bo­lígrafo flotando por el pasillo de la nave por la ausencia de gravedad. Primero se intentó filmar la secuencia moviéndolo con hilos de nylon, pero eso planteaba serios problemas de credibilidad. Fi­nalmente se optó por adherirlo a un cristal rotatorio de 2’5 metros de diámetro, del que podía ser fácilmente desenganchado por la azafata que recoge ese bolígrafo y lo introduce en el bolsillo del dormido Dr. Floyd.

Otro efecto brillantemente resuelto es el de los astronautas volando ingrávidos en el exterior de la nave «Discovery». La secuencia se filmó sobre un fondo negro y enfocando los cuerpos de forma que no fuera visible el arnés (que permitía la rotación del cuerpo) ni los cables que les sujetaban al techo. Las escenas se rodaron a 96 imágenes por segundo y proyectadas luego a 24 imágenes por segundo, con lo que se conseguía un logrado efecto de ingravidez.

Todos estos trucos pueden parecer ahora de una enorme simplicidad. Pero en aquel momento eran una verdadera revolución. Nun­ca hasta entonces se habían conseguido semejantes efectos, y aún ahora sorprenden por su extraordinaria verosimilitud. Ade­más, en aquella época en que todavía no habían hecho irrupción las películas de Spielberg o Lucas, los departamentos de efectos especiales desarrollaban una tarea prácticamente artesanal, muy alejada de la compleja tecnología que actualmente suele emplearse en los filmes de ciencia-ficción.

Composición musical

Antes de terminar el rodaje de efectos especiales, Kubrick empezó a pensar ya en la partitura del filme. Su preferencia se decantaba por la música clásica, y decidió encargar al compositor británico Frank Cordell una versión ligeramente retocada de algunos pasajes de la tercera sinfonía de Mahler para usarlos en la película. Sin embargo, una vez grabados no le gustaron.

Tras esta experiencia, en los primeros días de diciembre de 1967 Kubrick contactó con el compositor Alex North para invitarle a componer la banda sonora del filme. North ya había trabajado para el cineasta en la película Espartaco (1960), para la que compuso una espléndida partitura sinfónica. Pero ahora el compositor se enfrentaba a un reto todavía mayor, como recuerda en sus memorias: «Yo vivía en el hotel Chelsea de Nueva York, donde también residía Arthur Clarke, y recibí una llamada telefónica de Kubrick preguntándome sobre mi disponibilidad para ir allí y realizar el score de 2001. Me extasié con la posibilidad de volver a trabajar con él (…). Volé a Londres un par de días a principios de diciembre para discutir con Kubrick acerca de la música. Fue directo y honesto conmigo, y me manifestó su deseo de mantener algunos de los fragmentos musicales ‘provisionales’ que había utilizado du­rante los tres largos años de la producción. Comprendí que le gustaban esos fragmentos, pero no podía aceptar la idea de componer parte de la banda sonora interpolando con otros compositores».

El conflicto estaba servido.

2001: Una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick (parte 1)

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2001: Una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick (parte 4)

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