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Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 4), los protagonistas, todo un reto

Para cualquiera que haya visto la película, resulta imposible pensar en otra Ilsa que no sea Ingrid Bergman

Casablanca

Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 4): La difícil selección de actores

· Wallis defendió ante sus jefes la idea de hacer una gran película hasta conseguir al fin su propósito y para ello, los protagonistas adecuados.

Desde que el productor ejecutivo Jack L. Warner dio su visto bueno al proyecto, la principal preocupación de Wallis había pasado a ser el casting de la película. Su elección inicial para el director había sido William Wyler, el más indicado para este tipo de filmes (había dirigido Jezabel y La Carta con enorme éxito); pero Wyler necesitaba descansar y no había quien le sacara de su rancho en esas fechas. Hal pensó entonces en Michael Curtiz, que había hecho también muy buenas películas combinando acción y romance: Yanqui Dandy, Robin de los bosques, Ángeles con caras sucias. Curtiz no necesitó pensárselo mucho y aceptó inmediatamente la oferta.

¿Ronald Reagan como protagonista?

El problema realmente grave empezaba a ser la determinación de los actores. Inicialmente, la Warner había pensado hacer con Casablanca una película de bajo presupuesto; tal vez por eso anunció en el Hollywood Reporter del 5 de enero de 1942 que los papeles principales iban a ser para Ronald Reagan como Rick, Ann Sheridan como Lois y Dennis Morgan como Víctor: todos ellos bajo contrato con el Estudio.


En cuanto Wallis tuvo noticia, puso el grito en el cielo. Casablanca merecía una oportunidad. Por eso defendió ante sus jefes la idea de hacer una gran película, y consiguió al fin su propósito. Pocos días más tarde envió una carta a Steve Trilling, Jefe de Casting en el Estudio, preguntando su parecer sobre la pareja protagonista. Quería contar con actores de primera fila, y él proponía a Humphrey Bogart para el papel de Rick. Para el de la heroína, su candidata era Ann Sheridan.

Para cualquiera que haya visto la película, resulta imposible pensar en otra Ilsa que no sea Ingrid Bergman: su interpretación en el filme es sencillamente magistral. Pero no hay que olvidar que, a esas alturas de la preproducción, la mujer que acompañaba a Víctor era todavía Lois Meredith: una mujer de escasos principios y de origen americano.

Cuando, a finales de febrero o principios de marzo, el veterano guionista Casey Robinson sugirió que Lois debía ser europea, de repente todo empezó a encajar. Mientras los Epstein seguían trabajando en Washignton con otra hipótesis, Hal Wallis comenzó a vislumbrar la posible solución: Rick sería el americano neutral y cínico, desencantado de todo idealismo, que volvía a la lucha por ella: por una mujer europea que sentía su propia tierra mancillada y maltrecha. Sí, evidentemente Lois tenía que ser europea; y su idealismo exigía, además, una fidelidad, honradez e inocencia que daban al traste con la  anterior caracterización de ese personaje.

En busca de Ilsa Lund

Con esta nueva perspectiva, Wallis se lanzó a la búsqueda actrices europeas que pudieran encarnar a la nueva Ilsa. Y muy rápidamente, la elección se decantó entre solo dos aspirantes: Hedy Lamarr e Ingrid Bergman. El problema era que ninguna de las dos estaba disponible; especialmente Lamarr, bajo contrato con la MGM, y con la firme oposición del mismísimo Luis B. Mayer. Bergman, la favorita de Wallis, estaba a su vez bajo contrato con David O. Selznick, el famoso productor de Lo que el viento se llevó, quien la había descubierto en Suecia y traído a Hollywood para rodar Intermezzo (1938). Después de algunas películas poco brillantes, la actriz sueca estaba preparando su campaña para interpretar el papel protagonista de Por quién doblan las campanas (1943), y tenía muchas posibilidades de hacerse con él. De ahí que tanto ella como Selznick recelasen de un nuevo papel anodino que podía hacerle perder ese otro grande con el que ambos soñaban. A Wallis le costó sangre conseguir su propósito. Selznick esquivaba constantemente sus llamadas telefónicas, y Hal no tuvo más remedio que prepararle una «encerrona» con los Epstein: quería que los dos guionistas contaran a Selznick el argumento y le encandilaran con las posibilidades de Casablanca. Y, en efecto: la estratagema dio resultado.

A los pocos días de esa entrevista, el reticente productor accedió a prestar a Bergman durante dos meses por 25.000 dólares; a cambio, la Warner se comprometía a ceder a Olivia de Havilland para otro filme por el mismo precio. Era el 14 de abril de 1942 y Wallis podía respirar al fin. Ya tenía asegurada la pareja protagonista. Sin embargo, el problema del casting empezaba ahora, pues a un mes vista del comienzo del rodaje no tenía todavía a ninguno de los personajes secundarios. Su objetivo ahora se llamaba Víctor Laszlo.

Casablanca (1942), de Michael Curtiz (parte 1)

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