· Con la muerte en los talones: el origen de la historia | Los problemas con la historia aumentan con el paso de las semanas y Hitchcock confiesa que no le ilusiona y que ve poco interés dramático en el argumento.
Con la muerte en los talones: el origen de la la historia
Parte I: Desarrollo de la historia
Con la muerte en los talones: el origen de la historia | A comienzos de 1957, Alfred Hitchcock había logrado en Hollywood una notable independencia como cineasta. Tras la fama alcanzada en Inglaterra con filmes como Los 39 escalones (1935), Sabotaje (1937) o Alarma en el expreso (1938), el joven director inglés había aterrizado en Estados Unidos en 1939, y había sido absorbido literalmente por David O’Selznick mediante un férreo contrato que le había impedido trabajar para nadie más durante casi dos décadas. Ahora, su popularidad y su proyección internacional le sitúan en una posición bien distinta: pese a tener un contrato en exclusiva con la Paramount, Hitchcock puede rodar una película a las órdenes de otra major. Y va a ser la M.G.M. -la que pugnó por él veinte años atrás, en dura competencia con Selznick– quien finalmente se haga con esta opción. Es el momento que todos esperan para ver qué nuevo proyecto acometerá el mago del suspense, quien ha empezado ya la pre-producción de Vértigo.
Consciente de esa creciente expectativa, Hitchcock lee con fruición todo tipo de originales mientras convalece de una operación de poca monta. Sin mucha convicción, se decide por una historia de Hammond Ines titulada The wreck of the Mary Deana, cuyo argumento resumía el propio Hitchcock de esta manera: “Un carguero atraviesa el canal de la Mancha con un único hombre a bordo que alimenta las calderas con carbón. Dos marinos consiguen subir a bordo del barco… En una palabra, esto es lo extraordinario: un navío misterioso con un solo hombre a bordo”.
Con el libro bajo el brazo, su agente no tarda en firmar un ventajoso acuerdo con la M.G.M., que deseaba a toda costa contar con un título suyo en la lista de filmes de la próxima temporada. La Metro sugiere el nombre de James Stewart para el papel protagonista, y Hitchcock aprovecha también esa primera reunión de trabajo para solicitar los servicios del escritor Ernest Lehman, bajo contrato con la casa, que había sido nominado por el guión de Sabrina (1954) y era conocido por su versatilidad para adaptar distintas historias.
A la búsqueda del guión
Lehman acogió la oferta con entusiasmo, pero enseguida se desencantó: “Cuando Hitchcock pidió a la M.G.M. que me encargara de escribir The wreck of the Mary Deana, me sentí muy halagado, pero muy pronto rechacé el proyecto. Con Hitchcock o sin Hitchcock no creía que fuera un proyecto viable para una película”. Así lo comunica al cineasta inglés, pero éste anda muy ocupado con el casting de su próxima película: Vértigo. Anda buscando a una actriz que pueda sustituir a la embarazada Vera Miles y a un guionista que pueda lograr una cierta coherencia con el libreto que ha concebido Alec Coppel a partir de la novela de Boileau-Narcenaj. Así que no presta mucha atención a las quejas de Lehman, que vuelve a encerrarse entre las paredes del Irving Thalberg Building de la M.G.M. sin conseguir escribir una sola línea.
“Un día me llamó Hitch y me dijo que ya tenía el núcleo de la historia: Una agencia del gobierno ha creado un falso agente inexistente para apartar a algunos enemigos del gobierno del rastro del agente verdadero”.
Director y guionista vuelven a citarse en agosto de 1957. Los problemas con la historia han aumentado con el paso de las semanas; y, ante la sorpresa de Lehman, Hitch confiesa que la historia no le hace ninguna ilusión y que ve poco interés dramático en el argumento. Propone abandonar el libro y trabajar sobre un relato original, sin advertir a la Metro del nuevo rumbo del filme. Así lo cuenta Lehman: “Hablamos y hablamos, y lo único claro que salió de todo aquello era que el filme empezaría en la ciudad de Nueva York, y que ocurriría algo en la ciudad de Nueva York, y luego la historia se dirigiría hacia el noroeste hasta el Monte Rushmore, en Dakota del Sur, y luego quizás seguiría hasta Alaska”.
Antes de que el escritor tuviera lista la primera sinopsis, otra vieja idea del director salía a flote de entre sus recuerdos y se convertía en el motor de un argumento todavía sin título: “Un día me llamó Hitch y me dijo que ya tenía el núcleo de la historia: Una agencia del gobierno ha creado un falso agente inexistente para apartar a algunos enemigos del gobierno del rastro del agente verdadero”. A partir de esa premisa, ambos acuerdan que un personaje inocente sea confundido con el inexistente agente hasta llevar el equívoco a una situación límite. Con ello, el hilo argumental queda ya prácticamente definido. Solo queda pendiente un pequeño detalle: comunicar a la Metro que no hay nada hecho sobre la adaptación de Hammond, que han estado pagando en balde el sueldo del guionista, y que la novela sobre la que adquirieron los derechos cinematográficos no va a ser llevada a la pantalla en absoluto.
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