Con la muerte en los talones de Hitchcock: elección de los actores
· Con la muerte en los talones: elección de los actores | La película había sido concebida como un vehículo idóneo para la mayor gloria de James Stewart.
Con la muerte en los talones. Parte II: Acuerdos con la Metro y con los actores
Con su habitual maestría para enfrentarse a los grandes estudios, Hitchcock convocó una reunión con los directivos de la M.G.M., que estaban bastante ansiosos por saber cómo iba la adaptación de The wreck of the Mary Deana. Habían pagado una fuerte suma por la novela y todavía no habían visto una sola hoja del guión. Sin inmutarse, el director les informó que podían olvidarse del texto de Hammond Ines y les contó la historia hasta donde él y Lehman habían llegado en su primera escritura. Todavía perplejos, los directivos preguntaron que cómo seguía la historia; pero éste -según recuerda Spoto en su libro- miró el reloj de pulsera y dijo: “Lo siento, caballeros, ahora debo irme; pero ya verán la continuación en el pase privado de la película…”.
A los pocos días de este encuentro, Ernest Lehman subía al Expreso Siglo XX (donde tiene lugar una de las secuencias clave del filme) e iniciaba un largo periplo para documentarse sobre los distintos escenarios que la trama requería: Estación Central de Nueva York, edificio de las Naciones Unidas, Monte Rushmore, etc. Mientras tanto, Hitchcock negocia con la Metro uno de los mejores contratos de su vida. Amparándose en el éxito de El hombre que sabía demasiado (1956), y a pesar de la discreta taquilla que estaba obteniendo Vértigo (1958), consigue arrancar de la M.G.M. la elevada cifra de 250.000 dólares por dirigir ese filme: y esto, a pesar de los meses derrochados en el guionista y en la compra de una novela que él había aconsejado. El pago se realizaría a lo largo de cuatro años para evitar la presión del fisco, además de un porcentaje adicional del 10% sobre los ingresos brutos (algo que, a la postre, supondría unos altísimos beneficios).
Hitch piensa que Stewart iba a resultar demasiado “formal” y dramático para ese personaje; no encaja en esa mezcla de héroe y sinvergüenza que caracteriza al personaje de Roger Thornill
Diseñando al protagonista
A estas alturas, Hitch tiene claro que Cary Grant es el actor perfecto para el protagonista, aunque ha seguido manteniendo un trato cordial con James Stewart. Como hemos visto, la película había sido concebida como un vehículo idóneo para la mayor gloria de este actor, también habitual en esa época de Hitchcock; pero, cuando el guión empieza a perfilarse como un thriller de espionaje, el director británico decide que Stewart iba a resultar demasiado “formal” y dramático para ese personaje. No encaja en esa mezcla de héroe y sinvergüenza que caracteriza al personaje de Roger Thornill, protagonista del filme; y, siguiendo las orientaciones de Hitch, la Metro busca llegar a un acuerdo con Grant. Éste, haciendo caso omiso de las fuertes sumas pedidas por el director, se descuelga solicitando 450.000 dólares, más una bonificación de 5.000 dólares por cada día que supere a las siete semanas de rodaje estipuladas. Esto supuso un duro golpe para el ego del director, que veía impotente cómo por primera vez un actor contratado doblaba su sueldo sin que el estudio pestañease siquiera.
El resto de los personajes
Por otro lado, la M.G.M. había previsto a Cyd Charisse para el papel femenino protagonista; pero Hitchcock se empeñó denodadamente en que fuera Eva Marie Saint. Los directivos del estudio no la veían como actriz idónea para encarnar a Eva Kendall: desconfiaban de su escasa experiencia y del encorsetado registro de muchacha ingenua y bondadosa que había encarnado anteriormente; nada que ver con las motivaciones arribistas y la trama de espionaje que vemos en la cinta. Sin embargo, la tenacidad de Hitchcock y el Oscar a la mejor actriz secundaria por La ley del silencio (1954), abrieron camino a esta gran actriz, que acababa de alcanzar otro gran éxito con Un sombrero lleno de lluvia (1957), de Fred Zinnemann. Recreándose en este triunfo, Hitch se encargó personalmente de diseñar su apariencia externa y supervisar cada detalle de su interpretación: “Actué -recuerda en la entrevista con Truffaut– exactamente como un hombre rico manteniendo a su mujer. Supervisé la elección de su vestuario en todos los detalles (…) exactamente del mismo modo que hizo James Stewart con Kim Novac en Vértigo”.
Completaron el reparto: James Mason como el atormentado Phillip Vandamm, un villano muy sugestivo e impactante; Leo G. Carroll como “el profesor” del Servicio de Inteligencia (inspirado en el personaje del Dr. Murchison, de Recuerda) y Jessy Royce Landis, en el divertido papel de la madre de Grant. Lo curioso de esta última elección es que esta actriz era un año más joven que “su hijo” en el filme: en ese momento, Grant tenía 54 años y ella 53.
Con la muerte en los talones (1959) // Alfred Hitchcock (parte 1)
Con la muerte en los talones (1959) // Alfred Hitchcock (parte 3)
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