Doctor Zhivago (1965), David Lean (parte 3): Actrices y rodaje en España

· Doctor Zhivago, de David Lean | España entera, pero principalmente Madrid, vivió con apasionado interés el rodaje de toda la película y su extraordinaria recreación histórica.

Las grandes elecciones del reparto fueron las relativas a las actrices. David Lean descubrió a Geraldine Chaplin con sólo haberla visto en la portada de una revista: tenía 20 años, y su única experiencia en el cine era una fugaz aparición en Candilejas (1952), de su padre Charles Chaplin, cuando ella tenía 7 años. Todo quedó en familia, porque -como recordaría tiempo después- se inspiró en su madre Oona O’Neill para interpretar a Tonya, la fiel esposa de Zhiva­go. De igual modo, Julie Christie era también una casi desconocida: había rodado sólo tres películas y Lean se había prendado de ella al verla actuar en la última de ellas: Billy el embustero (1963). Allí descubrió esa belleza y elegancia natural, inocente y seductora a un tiempo, que el personaje de Lara necesitaba. Como recordará años más tarde: “Yo no me consideraba actriz en ese momento. Mi tendencia era situarme como si fuera una niña, y David era paternalista. Se comportaba como un padre autoritario pero cariñoso”.

Una Rusia con escenarios españoles

La fase más problemática de toda la producción fue la búsqueda de localizaciones; sobre todo, porque no se sabía en qué país se podría rodar con ciertas garantías de éxito. Desechada la opción de filmar en Rusia (la novela estaba prohibida en ese país), Lean y el diseñador de producción John Box tantearon la posibilidad de ir a Yugoslavia, pero el director británico decidió que ese país no funcionaba y que una producción tan compleja necesitaría de una infraestructura que allí no encontrarían. Más tarde se tanteó Finlandia, por sus paisajes nevados muy semejantes a la estepa siberiana, pero pronto se vio que un rodaje permanentemente bajo cero iba a ocasionar demasiados trastornos, aparte de que la historia acontecía en casi todas las estaciones del año.

Después de recorrer cerca de 15.000 kms. y patear distintos países, John Box dio al fin con la solución: rodarían en España. Como argumentaba el propio Box muchos años después: “España tenía estudios cerca de unos paisajes adecuados para Zhivago. Tenía el tamaño, la escala necesaria. Había locomotoras, había extras y había trabajos muy sofisticados, tanto de construcción como de técnicos”. Y así se hizo. A las afueras de Madrid, en Canillas, se construyeron los enormes decorados que reconstruían la calle central de Moscú, con el Kremlin al fondo y la casa de los Gromeko al otro lado. También se levantó en ese pueblo la zona más humilde de Moscú, donde vive Lara. Ocho­cien­tos obreros tardaron seis meses en terminar todos los escenarios.

Mientras tanto, en Soria se preparaban los decorados en los que se rodarían todas las escenas con nieve. Los pronósticos anunciaban nevadas abundantes en ese invierno, por lo que se decidió empezar el rodaje en Madrid, con las escenas ambientadas en Moscú, a la espera de que llegasen las nieves a tierras numantinas.

¡Sin nieve en Siberia!

La filmación empezó el 28 de diciembre de 1964, y avanzó a buen ritmo durante las primeras cuatro semanas. Pero a finales de febrero de 1965 se estaban acabando las escenas moscovitas y no había ni rastro de nieve en Soria. En el mes de marzo llegaron las primeras nevadas, pero en cantidades muy pequeñas. Fue el invierno más templado que había conocido España en mucho tiempo. Y hubo que buscar soluciones drásticas.

John Box había preparado una fantástica mansión congelada para recrear las escenas en las que Lara y Yuri pasan sus últimos días juntos: una mansión llena de magia y misterio que se suponía iba a ser el escenario más impactante y emotivo. Como no llegaba la nieve, el diseñador de producción tuvo que ingeniárselas para que el palacio pareciera realmente helado: “Pedí al encargado cubos de cera blanca muy caliente y fui por todas partes echándola sobre los objetos, los muebles y todo; y cuando tenía el aspecto deseado, lo rociamos de agua helada. Y funcio­nó”. Además de esto, hubo que recurrir a otros trucos para simular la nieve de exteriores, como toneladas de polvo de mármol sobre las áridas estepas sorianas, o plásticos extendidos que en la lejanía hacían el efecto de la nieve.

Llegó el mes de junio y la filmación continuaba. Muchos de los actores recuerdan el suplicio que suponía rodar con enormes prendas de abrigo en pleno verano: se filmaban simultáneamente diversas escenas que transcurrían en distintas estaciones del año, y algunas secuencias invernales se rodaron a 40 grados de temperatura.

España entera, pero principalmente Madrid, vivió con apasionado interés el rodaje de toda la película y su extraordinaria recreación histórica. Para las escenas del tren se alquilaron tres locomotoras antiguas de vapor y 60 vagones ya desechados. Para las secuencias con animales se contrataron varios ciervos, 120 perros, 50 palomas, 60 cuervos, 50 perdices rojas y dos pavos reales. Y, en fin, en Soria no hubo inconveniente en desviar un río, construir una presa o tender ocho kilómetros de líneas férreas. El entusiasmo era tal que todos querían participar en el rodaje. Y así, entre los 2.500 extras del filme, hubo incluso destacados técnicos que dejaron por un momento sus tareas de producción para participar en escenas de masas, como el director artístico Gil Parrondo o el director de fotografía de la segunda unidad Manuel Berenguer.

Tras diez meses de intenso rodaje, el 7 de octubre de 1965 terminó la filmación. Y las casi 31 horas de cinta impresionada se convirtieron en 200 minutos en tan solo ocho semanas. El 22 de diciembre de 1965 se estrenó la película en Estados Unidos, y en abril del año siguiente en Ingla­terra. Cuando a finales de octubre de 1966 se estrenó en Espa­ña, todo el mundo fue a verla. Algunos, porque los diálogos habían si­do doblados por Miguel Delibes, que estaba entonces en la cresta de la ola; pero la mayoría, por verse en las secuencias de masas, por ver en ellas a alguno de sus parientes o por ver en la pantalla alguno de aquellos decorados que había tenido la oportunidad de pisar alguna vez. Para todos, Doctor Zhivago fue una experiencia inolvidable, que hoy difícilmente se puede explicar.

Doctor Zhivago (1965), de David Lean (parte 1)

Doctor Zhivago (1965), de David Lean (parte 2)

 

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