Doctor Zhivago (1965), de David Lean (parte 1)

· La historia de cómo se llevó a la pantalla Doctor Zhivago (1965) empieza cuando el productor italiano Carlo Ponti lee uno de los primeros ejemplares que se editan en Italia de la novela de Pasternak.

A casi cuatro décadas de su estreno, sigue perviviendo una imagen parcial y distorsionada de Doctor Zhivago. Los comentaristas cinematográficos hablan de ella encuadrándola en el romanticismo épico: una novela-río trasladada a imágenes, con escenas multitudinarias y espectaculares que requieren cientos de extras, junto a pasajes intimistas que desarrollan una emotiva y trágica historia de amor.

Algo hay de cierto en todo ello, y quizás los críticos del momento la encasillaron demasiado pronto y demasiado fácilmente, creando una etiqueta de la que aún hoy no se ha liberado. En efecto, las reseñas que se publicaron en los días siguientes al estreno convirtieron la película en diana de numerosas invectivas que dejaron perplejo y abatido a su ilusionado director. No obstante, la cinta es también una inteligente solución a una novela imposible de abarcar en el cine junto a un conjunto de propuestas visuales que hacen de este filme una obra inigualable del Séptimo Arte.

La novela de Pasternak

El origen de la película es, como se sabe, una novela prohibida por el régimen comunista. En 1957, el escritor ruso Boris Pasternak daba por concluido un larguísimo relato sobre el amor ilícito de un capitán ruso en el marco narrativo de la revolución bolchevique. Los dirigentes soviéticos estimaron que la novela iba en contra de los principios del régimen y prohibieron su publicación: “Está llena de odio al socialismo” y “manifiesta una diversidad ideológica minuciosamente premeditada”, señalaron algunas de las reacciones oficiales.

A pesar de las medidas coercitivas, o quizás precisamente por ellas, una copia del manuscrito traspasó la frontera y fue publicada en Italia por el editor Giangiacomo Feltrinelli, a partir de cuya versión surgieron incontables traducciones en diversos países de Europa. Un año más tarde, la Academia Sueca concedía a Pasternak el Nobel de Literatura de 1958, lo que contribuyó decisivamente a mitificar la novela: a pesar de su compleja estructura y su monumentalidad argumental, se convirtió en un auténtico best-seller.

Pasternak no fue a recoger el premio. Las autoridades rusas le habían advertido que si viajaba a Estocolmo para asistir a la ceremonia no podría volver a entrar en Rusia. Y el escritor, que se sentía aplastado entre dos planchas -amaba profundamente a su país, pero rechazaba abiertamente el régimen comunista-, declinó asistir con un telegrama que fue reproducido en todos los medios: “Pertenezco a Rusia por mi nacimiento, mi vida y mi trabajo. Para mí abandonar mi país sería como morir”. Murió poco después, el 30 de mayo de 1960. Su novela no se publicó en la U.R.S.S. hasta 1988, cuando la caída del muro y la perestroika estaban a punto de abrirle las puertas a aquel país que le había ignorado durante tantos años.

Elaboración del guión literario

La historia de cómo se llevó a la pantalla Doctor Zhivago empieza cuando el productor italiano Carlo Ponti lee uno de los primeros ejemplares que se editan en Italia de la novela de PasternakPonti había llevado al cine Guerra y paz (1956), la conocidísima novela de Tolstoi, y ya entonces se había enamorado del alma rusa. Ahora, al devorar noche tras noche la compleja obra de PasternakPonti se siente impulsado de nuevo a plasmar en imágenes una historia profundamente soviética, y sueña con la posibilidad de llevar ese relato a la pantalla. Después de algunos tanteos, cayó en la cuenta de que el proyecto resultaba excesivamente ambicioso, por lo que quedó archivado momentáneamente. Sin embargo, la muerte del escritor acaecida en 1960 llevó parejo un relanzamiento editorial del libro, y a esto se unió un clamor popular que demandaba una suerte de póstumo homenaje. Una y otra circunstancia le animaron a intentarlo con firmeza.

Primero, compró los derechos sobre la novela al editor Feltrinelli, en 1962; y después, se puso a buscar financiación en Estados Unidos para poder realizar lo que se preveía iba a ser una gran superproducción cinematográfica. El presidente de la M.G.M., Robert H. O’Brien, se interesó por el proyecto y conversó varias veces con Ponti para estudiar su posible adaptación cinematográfica. Pero puso como condición para financiar parte del proyecto que David Lean fuera el director.

Lean residía entonces en un hotel de Madrid, pues acababa de rodar en España parte de Lawrence de Arabia. Allí acudió a verle Carlo Ponti, y cerraron el acuerdo en poco tiempo. El director británico -escaldado tras su relación con Sam Spiegel– sólo pedía “libertad total de creación”: es decir, ninguna intromisión del productor en la película. Y así fue: Ponti no volvió a verle hasta el día del estreno. Tan sólo sugirió que su mujer, Sofía Loren, podía encarnar el papel de Lara. Pero Leanrechazó de plano esa sugerencia: “Sólo contaré con ella si alguien me convence de que puede interpretar a una chica virgen de 17 años”.

A partir de entonces, Lean se sumerge por completo en el proyecto de adaptar la novela. En una carta al diseñador de producción John Box, escribe: “Me han ofrecido varias cosas, pero la mayoría no me atraen. Lo que me gusta es Doctor Zhivago, que me parece muy apropiado para mí. He leído una muy buena sinopsis de treinta páginas y acabo de empezar el libro. Es muy largo y cubre muchos años, con los habituales nudos, pero está maravillosamente escrito, con mucha compasión y entendimiento de la existencia humana. Es el mejor pedazo de literatura que he leído en mucho tiempo. Me gusta por su humanidad, su enorme capacidad para entender las pasiones, los afectos y los desgarros. Creo que estoy preparado para abordar algo así”.

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