Making Of de E.T. (1982), de Steven Spielberg (parte 1): Del guión al rodaje
Making Of de E.T. | Por lo que respecta a lo segundo, E.T. agrupa los temas predilectos de toda su filmografía: la infancia, la familia, la amistad… y, como contrapunto, la incomunicación.
«Desde pequeño, me hubiera gustado ser la clase de niño que es Henry Thomas en E.T.; él representa todo lo que yo hubiera querido ser de niño y nunca fui».
Cuando Spielberg afirmaba esto, se refería a su propia experiencia en un triple sentido: biográfico, temático y cinematográfico. Por lo que respecta a lo primero, la película es una síntesis de sus sueños infantiles y algunas experiencias biográficas; como aquella escena en que Elliot simula una enfermedad para pasar el día en casa con su nuevo amigo extraterrestre. En la película, el muchacho pone el termómetro junto a la bombilla del flexo para elevar la temperatura por encima de los 40 grados: exactamente la misma argucia que el adolescente Steven empleaba para no ir al colegio y quedarse en casa filmando con la cámara de su padre.
Por lo que respecta a lo segundo, E.T. agrupa los temas predilectos de toda su filmografía: la infancia, la familia, la amistad… y, como contrapunto, la incomunicación. Porque esta película adorable, que dibuja una tierna amistad entre dos seres muy distintos (aunque muy parecidos en su alma y en sus deseos), señala certeramente las diferencias entre el mundo infantil y el de los adultos; y, sobre todo, la incomunicación que a veces se da entre padres e hijos (algo que más tarde volverá a salir en Hook).
Por lo que respecta a lo cinematográfico, esta cinta enlazaba perfectamente con su experiencia con la cámara. En 1963, cuando tenía sólo 16 años, había escrito y dirigido una “superproducción” familiar en 8 mm (Firelight, que duraba más de 2 horas) sobre unos científicos que descubrían luces extrañas en el cielo. Después, varios cortos de su etapa juvenil consolidaron su gusto por la ciencia-ficción. Y finalmente, en 1977, su filme Encuentros en la tercera fase recreó el antecedente temático más importante de E.T.: la comunicación con los extraterrestres, la posibilidad de aprender de ellos e incluso de “volver a ser humanos” a su lado.
La idea de llevar esta historia a la pantalla surgió a finales de 1979, cuando Spielberg se encontró casualmente con la guionista Melissa Mathison. Él estaba rodando en los Estudios Elstree de Londres, y un buen día sugirió a Mathison que escribiera la historia de un niño que se hace amigo de un extraterrestre. A la escritora no le hizo mucha gracia el argumento, y dejó pasar bastantes semanas antes de contestar; pero un día descubrió su enorme atractivo y redactó un primer borrador que envió rápidamente a Spielberg. Entusiasmado con el relato, Steven interrumpió el montaje de En busca del arca perdida para discutir con ella la orientación del borrador y contratarla para este proyecto en octubre de 1980. A finales de enero de 1981, Mathison ya tenía terminado el primer tratamiento completo del guión.
Un casting muy peculiar
En las semanas siguientes, mientras el filme de Indiana Jones batía récords de taquilla, el guión de E.T. avanzaba hacia su versión definitiva. Al mismo tiempo, Spielberg se centró en la búsqueda de los actores principales. Entre los más de trescientos niños que se presentaron a las pruebas, el director escogió a los que manifestaban mayor espontaneidad: ese fue el criterio que decantó su elección.
Para el papel de Elliot, el protagonista del filme, escogió a Henry Thomas, un muchacho de ocho años que había trabajado en otra película junto a Sissy Spacek; Henry estaba asustado por la responsabilidad de llevar el peso del filme, pero se tranquilizó al saber que Spielberg compartía con él la afición por los videojuegos; incluso llegaron a ser grandes amigos. Para Gertie, la hermana pequeña de Elliot, Steven se fijó en Drew Barrymore, la nieta del legendario John Barrymore. Drew sólo tenía seis años, pero poseía tal capacidad de imaginación que se ganó el papel en la primera entrevista: Spielberg le pidió que le contara algo de su infancia, y ella empezó a inventar sobre la marcha episodios inverosímiles: incluso una aventura con una banda punky de música rock.
Las demás elecciones no presentaron demasiados problemas. Robert McNaughton, de16 años -pese a su edad contaba ya con un largo currículum en el mundo teatral- fue seleccionado para Michael, el sensato hermano mayor de los dos protagonistas. Y para el papel de Mary, la madre fría y responsable, la suerte cayó en Dee Wallace, una antigua bailarina con tan sólo una breve actuación en la película 10.
Con los papeles asignados, el joven director afrontó el problema más importante: dar vida, movimiento y apariencia real al extraño ser alienígena venido del espacio.
La creación de E.T.
Steven sabía muy bien que se jugaba la película en este personaje. Tiburón le había hecho ver que los seres no humanos deben ser convincentes además de verosímiles; y comprendió que el público se metería en la historia de la mano del muñeco que crease.
Un elemento clave en esta identificación era que el extraterrestre debería infundir al principio una cierta repugnancia para luego sugerir ternura y humor: el personaje debía ganarse poco a poco la simpatía del público.
Originalmente, lo pensó como una criatura gorda y de baja estatura, proveniente de un cálido planeta con una gravedad superior a la nuestra. Lo quería con un perfil posterior semejante al del pato Donald y con un rostro misceláneo: los ojos de Einstein y la papada de Hemingway. Luego, fue cambiando su fisonomía: Carlo Rambaldi, que había creado el King-Kong(1977) de De Laurentis, siguió al pie de la letra las indicaciones de Spielberg: bajito, con el cuello extensible, para que nadie pensara que se trataba de un enano enfundado en un traje de goma.
Hubo tres modelos de E.T., con cuatro cabezas intercambiables, que se usaron en el rodaje (en realidad, no es difícil advertir las diferencias de uno y otro modelo si se mira la cinta con detenimiento). El más caro de todos fue un muñeco robotizado que permitía un movimiento bastante aceptable; costó dos millones de dólares, pero no servía para todas las escenas. Rambaldi tuvo que diseñar otro enteramente mecánico, manejado simultáneamente por doce personas, y un tercero que fue mixto: electrónico y mecánico, según las diversas exigencias del guión.
Lo más complicado de todo era la cabeza utilizada para los primeros planos. Debía tener una expresividad máxima, capaz de transmitir emociones a la audiencia, por eso se le dotó de 84 puntos móviles simultáneos: ojos, pupilas, párpados, orejas, boca, labios…, incluso todos los músculos necesarios para una sonrisa natural.
Los ojos mismos fueron tan complicados que necesitaron una construcción por separado: varios especialistas diseñaron los circuitos que permitían la contracción o dilatación del iris según la luz del ambiente.
Finalmente, Spielberg decidió que estaba ya todo preparado para la filmación, y a finales de agosto de 1981 dio la definitiva luz verde al rodaje. Las cámaras empezarían a rodar, pasase lo que pasase, el 8 de septiembre de ese mismo año.
E.T. (1982) // Steven Spielberg (parte 2)
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