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El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 2)

Desde su primera lectura, Buster Keaton se sintió atraído por el libro de William Pittenger

El maquinista de la General (1926), de Buster Keaton

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 2): La estructura del guión

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton. Desde su primera lectura, Buster Keaton se sintió atraído por el libro de William Pittenger.

La escritura del guión

Buster Keaton había tomado la idea de su película tras leer una novela entonces muy conocida, «The great locomotive chase», que contaba un episodio real ocurrido durante la Guerra Civil norteamericana. Los hechos allí reseñados -la incursión de espías unionistas en territorio confederado, el robo de una locomotora y su posterior persecución y encarcelamiento por los confederados- sucedieron en 1862, en plena Guerra de Secesión, y eran en realidad una elaboración bastante literaria de un relato histórico anterior.

Recuerdos de una gesta heróica

Uno de los supervivientes, William Pittenger, publicó su relato de toda la operación militar en un libro que tituló «Daring and suffering: A history of the great railway adventure» («Audacia y sufrimiento: Una historia de la gran aventura ferroviaria»), que vio la luz en 1864, pocos meses después de los hechos. Las palabras del prólogo, redactadas por los editores, dejan entrever la gran expectación que tal suceso despertó en el bando unionista: «Durante la última primavera, la entera nación ha estado ansiosa por conocer las revelaciones hechas por los supervivientes de esta expedición secreta al Presidente y al Gabinete de Washington. Como es sabido, se trataba de una misión de un grupo de soldados, al mando del General Mitchell, que habían sido enviados al corazón del territorio confederado casi un año antes. De los veintidós audaces aventureros que arriesgaron sus vidas y penetraron en suelo enemigo, ocho fueron ejecutados y los otros, después de sufrir incontables penalidades, lograron finalmente cruzar las líneas enemigas y reincorporarse a sus regimientos. Cada uno de ellos recibió la medalla del honor de manos del Presidente. El relato de su larga cautividad, con intentos de escapada y sufrimientos y dolores sin cuento, es narrada con todo lujo de detalles. Ningún otro hecho de la historia reciente de nuestro país es más interesante que esta apasionante aventura».

El maquinista de la General (1926), de Buster Keaton

En 1893 el libro fue reeditado como «The great locomotive chase» («La gran persecución de las locomotoras»), y esa versión fue la que atrajo poderosamente la atención de Bruckman en 1925. Como el gagman hizo notar a Keaton, había encontrado en esa historia una bella posibilidad de armonizar un relato épico con una interminable sucesión de gags relacionados con la persecución de ferrocarriles.

El nacimiento de un proyecto

Desde su primera lectura, Buster Keaton se sintió atraído por aquella novela. A las posibilidades cinematográficas del relato se unía la pasión de Keaton por los trenes: la mayoría de sus películas tienen alguna secuencia en la que aparece involucrado un tren, y hasta el fin de su vida tuvo en su casa un enorme tendido ferroviario de juguete. Además, aunque el proyecto prometía ser costoso, el momento no podía ser mejor. Joseph M. Schenck había sido puesto al frente de la United Artists, productora que había dado su visto bueno a carísimas producciones independientes de figuras como Chaplin, Mary Pickford o Douglas Fairbanks. Por otra parte, hasta ese momento todas las películas de Keaton habían sido bastante rentables, y la más reciente, El boxeador (1926), estrenada durante la postproducción de esta cinta, llegó a ser en pocos días la más taquillera de los últimos años. Con esos argumentos, Schenck consiguió de la United Artists carta blanca para que Keaton hiciera la película como quisiera y con un generoso presupuesto.

Escribiendo la historia

Lo primero de todo fue la escritura del guión. Keaton, Bruckman y otros dos colaboradores (Al Boaster y Charles Smith) elaboraron un argumento que en términos generales se mantuvo fiel a los hechos descritos por Pittenger, con un cambio significativo: el número de perseguidores sureños fue reducido a uno, el personaje de Keaton, rebautizado como Johnnie Gray en el filme. A partir de él construyeron todo el relato, que se centraba en la primera parte de la novela: el robo de la «General» y su posterior rescate por las tropas sureñas; toda la historia de la cautividad y las intentonas de huida fueron deliberadamente olvidadas, entre otras cosas porque en la película el punto de vista del relato fue modificado para que las simpatías pasaran al Sur. La guerra civil constituía entonces -mucho más que ahora- uno de los temas más espinosos de la historia norteamericana, y Keaton era muy consciente de esa especial sensibilidad. Como señaló años después en una entrevista, «uno siempre puede hacer villanos a los norteños, pero nunca al sur. No funciona con el público cinematográfico. El sur perdió y las simpatías del público están con los perdedores. Cuando termina la historia de El maquinista de la General el sur iba ganando. Todo esto sucedió en 1862 y el sur perdió en 1865″.

Con esa idea en la mente los héroes pasan a ser los sufridos perseguidores, es decir, el maquinista solitario, un hombre sencillo y humilde pero firmemente enamorado de dos cosas: su novia… y su locomotora. Por eso, en la cabina de la «General» lleva una foto de ella, y en casa de ella deja como regalo una foto de la «General». En torno a este personaje vivimos la historia inventada por los guionistas: rechazado por el Ejército porque es más útil como maquinista, Johnnie Gray vive la humillación de ser tildado de cobarde (aquí hay influencias de la novela Las cuatro plumas) tanto por parte de su novia como por parte del hermano y del padre de ésta. Pero el robo de la locomotora por parte de los espías norteños le hace entrar en acción -más por amor a su tren que por mero patriotismo-, y empieza una espectacular persecución que propicia las mejores escenas del filme y algunas de las más memorables de toda la época del cine mudo, como la del cañón que desciende su ángulo de tiro y apunta directamente al pobre Keaton. Esa persecución llevará a Johnny hasta detrás de las líneas enemigas, donde recuperará a sus grandes amores (su novia y su locomotora), conocerá los planes secretos de los unionistas y se verá envuelto también una nueva persecución contrarreloj -en esta ocasión será él el perseguido-, con el objetivo de advertir a los confederados de la amenaza que se cierne sobre ellos.

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 1)

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El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 4)

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