El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 1): Formación del cineasta y orígenes de la cinta

El maquinista de la General: Buster Keaton llegó al mundo del espectáculo de la mano del vodevil.

Ha sido considerada por los críticos como un hito importantísimo en la historia del cine mudo. Y sin embargo, esa aureola de inmortalidad que hoy la acompaña le fue negada en el mismo día de su estreno. Olvidada, arrinconada prematuramente en los archivos de la United Artists, la película no reviviría hasta los años sesenta, en la que toda la filmografía de este gran actor era rehabilitada, proyectada de nuevo en los cines y redescubierta con júbilo por toda una legión de cinéfilos. En los setenta llegó incluso a ser catalogada como una de las diez mejores películas de todos los tiempos… y había desaparecido del mundo durante casi tres décadas. Toda una afrenta para uno de los más brillantes cómicos de la historia del cine.

Como tantos otros actores de su tiempo, Buster Keaton llegó al mundo del espectáculo de la mano del vodevil. Hijo de unos modestos actores de variedades, conocidos como «The Two Keatons», Buster empezó a trabajar en los escenarios a la temprana edad de cuatro años. Con su precoz colaboración, el espectáculo familiar pasó a llamarse «The Three Keatons», y el niño despuntó inmediatamente por sus cualidades expresivas.

En 1917, cuando tiene solo veintidós años, un golpe de suerte le pone en relación con la industria del celuloide. El conocido actor cómico Roscoe Arbuckle (apodado «Fatty» por sus 120 kilos de peso) le invita a participar en el rodaje de una de sus películas, Fatty asesino. El breve papel que interpreta es el de un joven grave y serio, tocado con un sombrero plano, que busca peleas y está siempre distraído, como en las nubes. Es el principio de su característico personaje.

Enamorado inmediatamente del nuevo arte, Keaton trabaja para Fatty y su productor Joseph M. Schenck en dieciséis cortometrajes de dos rollos (unos veinte minutos), llevando en algunas escenas, sobre sus costillas, toda la pesada humanidad del voluminoso actor. En muy poco tiempo Buster consigue papeles cada vez más sustanciosos, a la vez que perfecciona su estilo y aporta gags a las tramas cinematográficas. Gracias a él se producen algunos de los cortometrajes más dinámicos y violentos de la historia del slapstick, ese cine de tortazos, patadas y carreras. Y cuando en 1920 Arbuckle acepta la oferta de trabajar para la Paramount, Schenck le ofrece la posibilidad de sustituir a Fatty en los futuros filmes, y eso le catapulta a la verdadera fama como actor.

Tras casarse con la actriz Natalie Talmadge, cuya hermana Norma acaba de casarse con Schenck, forma con éste una productora que le proporciona una gran libertad creativa y empieza a dirigir sus propias películas. Es entonces cuando termina de definir su personaje: aquel inexpresivo «cara de piedra», estoico e ingenuo, al que nunca vimos reír en la pantalla; un personaje de apariencia vulgar y anodina, pero lleno de recursos y dueño de una energía que, una vez desatada, le permite acometer cualquier cataclismo. En los dos primeros años escribe, protagoniza y codirige veinte cortometrajes que le sitúan entre los grandes cómicos norteamericanos: El espantapájaros (1920), Rostro pálido (1921), La mudanza (1922)… El éxito le anima a dirigir y protagonizar varios largometrajes, producidos por Schenck para la Metro-Goldwin, y tras Las tres edades (1923) -muy influida por Intolerancia, de Griffith-, rueda sus obras maestras: El moderno Sherlock Holmes (1924), El navegante (1924) y Siete ocasiones (1925). En este momento se encuentra en lo más alto de la ola, y es cuando su amigo y gagman Clyde Bruckman le habla de una novela muy interesante, basada en un episodio real ocurrido durante la Guerra Civil norteamericana.

Trasfondo histórico del filme

El suceso descrito en la novela era entonces muy conocido entre la gente y rememorado en los libros de historia como una de las grandes gestas de la Guerra de Secesión. El 12 de abril de 1962, cuando los confederados todavía llevaban la iniciativa en la contienda, un grupo de veintidós espías unionistas, bajo el mando de un oficial llamado James J. Andrews, se adentraron unas 200 millas en territorio confederado y se apoderaron de una locomotora de ferrocarril denominada la «General», en las inmediaciones de Big Shanty, Georgia; realizaron su acción con ropas de civil y según un plan perfectamente trazado, que incluía un aventurado recorrido con la locomotora para destruir las comunicaciones entre Chattanooga y Atlanta. Tal como vemos en la película, inutilizaron las líneas del telégrafo, quemaron los puentes y dañaron las vías férreas para aniquilar la ruta de abastecimiento del ejército sureño.

La operación había sido preparada por el famoso General Mitchell, que había previsto apoderarse de Chattanooga en cuanto quedase desabastecida. Pero un suceso imprevisto dio al traste con la maniobra. El maquinista de la «General», William Fuller, tomándose aquel robo como una afrenta personal, reunió a otros dos operarios del ferrocarril y encabezó la persecución de la locomotora: primero a pie corriendo sobre los raíles casi cinco kilómetros, posteriormente en una plataforma, y finalmente a bordo de otra locomotora, la «Texas». Al saberse perseguidos, los espías unionistas sembraron las vías férreas de obstáculos y hasta soltaron su vagón de cola en llamas con idea de incendiar o, al menos, retrasar a sus perseguidores. Nada de ello les detuvo, y la «Texas» continuó pisándole los talones, a la vez que avisaba por telégrafo a las tropas confederadas, que salieron a cerrarles el paso. Una repentina avería de la «General» hizo que los espías abandonaran la máquina y se escondieran en los bosques cercanos, donde fueron finalmente capturados y algunos de ellos ajusticiados. Tras meses de confinamiento en prisión, sin que sus propios mandos supieran de su paradero, ocho de ellos consiguieron escapar en octubre de 1862, y los seis restantes fueron liberados en un intercambio de prisioneros en marzo de 1863; el 25 de ese mes llegaban a Bridgeport (Alabama), donde fueron aclamados como héroes.

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 2)

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 3)

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 4)

El maquinista de La General (1926), de Buster Keaton (parte 5)

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