El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 4): Producción y efectos especiales

· Si hubo problemas al elegir los actores protagonistas, Jackson des­cubrió pronto que los secundarios requerían una atención muy pormenorizada.

Despúes del susto propiciado por Miramax, el director Peter Jack­­son había decidido rodar la trilogía de una sola vez. No quería correr el riesgo de que la producción se viera cortada en la primera cin­ta. Además, esto permitía al equipo del filme aprovechar al máximo los recursos. Tal y como asegura el productor Osborne, “una de las mayores ven­tajas de rodar tres películas a la vez es que cuando terminas una parte puedes proyectar el montaje de la siguiente con ojos nuevos”. Pero esto es algo que no se había hecho nunca antes, y más de un crítico puso el grito en el cielo clamando contra esa “gran insensatez” que Jackson pretendía hacer.

Rodaje a distintas escalas

El rodaje empezó oficialmente a principios de octubre de 1999, después de cuatro meses de búsqueda de localizaciones, en los que se hicieron frecuentes filmaciones aéreas para calibrar el impacto de determinados paisajes en la pantalla. Lo normal es que el rodaje de una película du­re entre ocho y quince semanas. El de esta producción se alargó durante más de quince meses: sesenta y cinco semanas de trabajo ininterrumpido en el que tanto el equi­po técnico como el artístico convivieron en Nue­­va Zelanda inmersos en la fantasía tolkiniana. Por otra parte, Jackson ha tenido un privilegio que muchos de sus colegas envidian: la potestad para vol­ver a filmar a posteriori se­cuencias que él sintiera que se necesitaban para mejorar la continuidad de la edición. Así, los actores y el enor­me equipo de filmación tenían desde el principio estipulado en sus contratos que se volverían a encontrar en 2002 y en 2003 en Nueva Zelanda durante 20 días para rodar lo que hiciera falta.

Pero si hubo problemas al elegir los actores protagonistas, el director des­cubrió pronto que los secundarios requerían una atención muy pormenorizada. Jackson se encontró con la dificultad de hacer creíbles todos los habitantes de la Tierra Media, que eran de muy diverso tamaño y contextura. Descartada la idea de usar niños para encarnar a los hobbits, la única solución era encoger o agrandar a los actores, un efecto logrado me­­diante una técnica digital ya utilizada en otras películas como El hombre menguante o El chip prodigioso. En esencia este procedimiento, conocido como perspectiva forzada, consiste en filmar dos decorados a distintas distancias, y luego encajarlos de manera que el espectador ve uno sólo. De esta manera, un actor situado lejos de la cámara parecerá más pe­queño que otro situado más cerca, pero en la pantalla ambos se ven como si estuvieran en el mismo plano.

Dentro también de este mágico mundo, Tolkien había inventado una serie de lenguajes que hablan las diversas criaturas pobladoras de la Tie­rra Me­dia. Por ello, en el equipo técnico del rodaje estuvieron siempre presentes dos “asesores de lenguaje”, que además crearon un acento para cada una de las civilizaciones: hobbits, enanos, orcos, etc. Con la ayuda de estos asesores, los actores tuvieron que aprender a leer fonética y pronunciar el len­guaje élfico.

Al frente de una producción más que gigantesca, que llegó a contar con 26.000 extras, Peter Jackson logró dominar la filmación situando a cada uno en su sitio y poniendo en práctica su peculiar filosofía: “Soy un general -decía- al mando de un enorme ejército. Intento ser un buen general, porque un mal general nunca sacará lo mejor de su gente. ¿Mi estrategia? Intentar asegurarme de que no hay demasiada tensión en el aire, y de que si alguien se lía nadie le echará una bronca, porque en algo de esta envergadura siempre tiene que haber errores. Conocer a los que trabajan contigo, tratarlos como personas con diferentes egos y aspiraciones, y crear un ambiente estable en el que todos podamos trabajar juntos de un modo amistoso y civilizado”.

Como parte de la dirección estaba la supervisión de algunas interpretaciones. Y, como podrá ver el espectador avispado, hay efectivamente algunos papeles que sufrieron cambios fundamentales en el guión según avanzaba el rodaje, lo que obligó a los actores a redefinir sus personajes. Así, Liv Tyler pasó de una actuación inicial de Arwen como princesa guerrera a otra más ma­tizada que convierte a su personaje en ese papel más dulce y emo­tivo que vemos finalmente en la pantalla: una transformación que, a su vez, motivó la evolución de otro personaje, Éowyn, interpretado por Miran­da Otto.

Ian McKellen, por su parte, transmitía al director sus interiores zozobras: “¡Es imposible interpretar a Gandalf! Primero, porque todo el mundo se ha forjado ya su imagen, es el único personaje con valor de icono de todos los que hay en la película. Y segundo, porque tiene 7.000 años y está más allá de la experiencia de cualquiera: tengo que interpretar a un hombre, un anciano, que sufre de artritis, frío, que se moja y se cansa; un hombre que tiene una tarea amedrentadora, que disfruta bebiendo y fumando. Dicho en pocas palabras, un mago casi místico que es a la vez un ser humano, muy humano”.

Efectos especiales y grabación de sonido

La creación del universo tolkiniano no se paraba en la construcción física de la Tierra Media, también implicaba un enorme esfuerzo de postpro­ducción para crear todo el universo digital en el que se desarrollarían las aventuras épicas de El Señor de los Anillos. De este trabajo se encargó la división independiente WETA Digital, que reunió a un equipo cualificado de artistas informáticos compuesto por animadores, modeladores, técnicos en dibujo digital, editores de animación, diseñadores e ingenieros de software, los cuales emplearon varios años en crear algunos efectos totalmente novedosos. Cada fotograma rodado en la película ha quedado guardado en una extensa biblioteca digital (el ordenador central tiene capacidad para 2.000 GB), un inmenso archivo que permite analizar y manipular cualquier escena de la trilogía, desde los paisajes hasta los efectos de iluminación.

Hay también muchas criaturas diseñadas enteramente por ordenador, co­­mo los Balrog, el Ojo de Sauron, Bárbol y Gollum. De todas ellas, la úl­tima fue la más conseguida. Nacida como un hobbit llamado Sméagol y pos­teriormente transformado por el Anillo en una criatura terrorífica, la crea­ción de Gollum -que aparece en la segunda entrega de la saga, Las dos torres– fue calificada por el equipo de efectos especiales como “la jo­ya de los ciberactores de la cinta”. Para su creación se utilizó un sistema de captura de movimientos, un escáner láser, con el que se captaba el movimiento de un mimo profesional. Los datos obtenidos de este proceso se convertían en un modelo numérico para un ordenador, con el que posteriormente se pudieron aplicar texturas que imitaban la piel y los músculos, creando de esta manera un movimiento con apariencia muy realista.

Algunos efectos fueron mucho más sencillos. También para la segunda en­­trega había que grabar a miles de Uruk-hai cantando en lengua negra mientras marchan hacia el Abismo de Helm. Junto a ésta había otras muchas escenas multitudinarias que requerían muchas voces, y los supervisores de sonido comprendieron pronto que era imposible meter a miles de per­sonas en el estudio de grabación. Entonces surgió la idea luminosa: ¿por qué no grabar esos gritos en un estadio? Dicho y hecho. Durante un partido de cricket entre Nueva Zelanda e Inglaterra, los ocho miembros del equipo de grabación tomaron abundantes muestras de sonido de “muchedumbres en­fervorizadas”. Debido a los derechos de televisión, hubo que hacerlo durante los veinte minutos de descanso: se puso un tráiler de La comunidad del anillo en la pantalla, y a continuación el locutor presentó a Peter Jack­son, que fue ovacionado largamente. Como recuerda la supervisora de postproducción: “Peter estuvo genial dirigiendo a la multitud con golpes en el pecho, gritos, siseos, susurros y cantos en lengua negra, mientras la pantalla servía de chuleta de las palabras”.

El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 1)

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El Señor de los Anillos (2001), de Peter Jackson (parte 3)

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