Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 5): Puesta en escena

El núcleo central de la trama se organiza en torno a dos elementos, que son siempre los mismos: la llave de la bodega y la falsa botella de vino.

A todo lo ya señalado habría que añadir que fue también Selz­nick quien confió el papel de Alex Sebastian al refinado Claude Rains. Aunque al principio quería a Clifton Webb, la firme oposición de Hitchcock le hizo buscar otras posibilidades. Y, como siempre, acertó en su elección.

Rains formaba parte de ese grupo de secundarios que dieron glo­ria a Hollywood porque le garantizaban el oficio y la solidez que el star system no podía darle. Ese «sistema de los secundarios» (ac­to­res de segundo plano, tanto anónimos como reconocibles, que pa­san de un filme a otro en papeles muy similares) crearon el incon­fundible «aire de familia» del cine americano de los años cuaren­ta. Aquí Claude Rains aportaba un cúmulo de personajes que bas­culaban entre lo cínico y lo aristocrático, desde el usurpador de Ro­bín de los bosques (1938) hasta el policía corrupto de Ca­sa­blan­ca (1943). No le fue difícil construir el papel de Sebastian aunan­do su ver­tiente de conspirador nazi con la de un marido atento y devoto.

El toque «Hitch»

En septiembre de 1945 el guión alcanzó su forma definitiva y los actores firmaron sus contratos. La película empe­zó entonces la fase de producción, que se prolongó durante cuatro meses. Todas las escenas se rodaron en los estudios de la R.K.O., en Culver City, por lo que Encadenados resultó un filme de cos­tos relativamente contenidos. El único elemento externo a la R.K.O. fue la diseñadora de vestuario Edith Head, por entonces ba­jo contrato con la Paramount.

Durante aquellas semanas de rodaje se puso de manifiesto el carac­terístico talento de Hitchcock para el suspense. La película se cons­truye con relativamente pocas escenas, pero en todas ellas la ten­sión aumenta de forma progresiva. Como señaló Truffaut, «el nú­cleo central de la trama se organiza en torno a dos elementos, que son siempre los mismos: la llave de la bodega y la falsa botella de vino. Y la intriga sentimental es la más sencilla del mundo: dos hombres enamorados de la misma mujer».

Un ejemplo de la intensidad que caracteriza a la puesta en escena hitchcokiana es la secuencia de la fiesta en la mansión del matri­monio Sebastian. La cámara se sitúa al principio en el techo, ofre­ciendo un gran plano general que abarca todo el escenario. Po­co a poco desciende sobre el vestíbulo y se va cerrando sobre los in­vitados para terminar sobre Alicia (se sitúan así todos los grupos y personajes que le afectan), y finalmente sobre su mano: un plano detalle que muestra los dedos guardando celosamente la famosa llave. Se acerca entonces Alex, su marido, con ademán de besarle las manos. Besa su derecha y, en un rápido reflejo, Alicia le abraza para evitar que abra su izquierda -donde guarda la llave- y salvar así la situación. Pasado el momento de apuro, de nuevo aumenta la tensión con la llegada de Devlin, que pone en marcha los de­más elementos del conflicto. Recibe la llave de Alicia y desciende a la bodega, mientras ella observa las reacciones de los demás: la alternancia de los puntos de vista aumenta el tono psicológico de la escena (interesa la reacción de los personajes más que la acción en sí).

Al suspense por la intromisión de Devlin en terreno pro­hibido se une ahora un nuevo y creciente suspense a medida que se descorchan las botellas de champán: el número se reduce rá­pidamente, y si se terminan Alex bajará a la bodega y pillará in fra­ganti a Devlin. La tensión aumenta. El recurso a la exasperación tem­poral actúa implacablemente sobre el espectador, que ve al fin có­mo Alicia se abalanza escaleras abajo para avisar a Devlin. Es el mo­mento en que se acaba la última botella y Alex acude a la bode­ga. Allí sorprende a Devlin y a su esposa, y en un nuevo acto refle­jo Devlin besa a Alicia para disimular la búsqueda de las botellas y hacerle creer que es un complot sentimental. Ésa es la mejor definición de la película: la representación de una mentira que, en el fon­do, responde a la auténtica verdad de los personajes. Una verdad -sus sentimientos hacia Alicia– que no podrá manifestarle hasta la última secuencia de la cinta.

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 1)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 2)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 3)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 4)

Encadenados (1946), de Alfred Hitchcock (parte 6)

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