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Ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio De Sica (Parte 1)

La película supuso el lanzamiento al estrellato de su apenas conocido director, Vittorio De Sica

Ladrón de bicicletas (1948)

Ladrón de bicicletas (1948). Vittorio De Sica (Parte 1): En busca de financiación

· De Sica estaba al borde de la desesperación cuando el guionista italiano Cesare Zavattini le presentó la novela «Ladrón de bicicletas», de Luigi Bartolini, que entusiasmó al director.

Filmada en 1947, en una Italia todavía dolorida tras la II Guerra Mundial, Ladrón de bicicletas supuso el lanzamiento al estrellato de su apenas conocido director, Vittorio De Sica; y, más importante aún, la definitiva consagración del Neorrealismo italiano en el contexto cinematográfico internacional. Resultó un éxito a pesar de los malos pronósticos, pues antes de comenzar el rodaje muy pocos auguraban algún futuro a aquel director que había sido ignorado por buena parte de los productores italianos.

El origen del proyecto. En efecto, después del estreno italiano de El limpiabotas (1946) los productores empezaron a desconfiar de su capacidad para atraer al gran público, ya que la película no tuvo éxito en Italia. Ni la sorprendente reacción positiva de los espectadores franceses ni el Oscar de la Academia de Hollywood motivaron a ningún productor de su país para apoyar el siguiente proyecto de De Sica. Se trataba de la adaptación de «Assunta Spina», una obra de Salvatori di Giacomo; y para lograr la necesaria financiación creó, junto a Peppino Amato, una productora.


Bastaron pocas semanas para que De Sica se diera cuenta de que el proyecto era inviable. Ya estaba al borde de la desesperación cuando el guionista italiano Cesare Zavattini le presentó la novela «Ladrón de bicicletas», de Luigi Bartolini, que entusiasmó al director.

De Sica vio en esa historia la oportunidad de continuar su apuesta por el cine social, decisión que había emprendido hacía unos años y que aún continuaría a lo largo de los cincuenta. Pero sabía que no iba a ser fácil producirla. Así que su primer objetivo pasó a ser la búsqueda de financiación para el filme.

Mientras Zavattini elaboraba un primer borrador del guión basado en la novela, el director iniciaba un largo periplo por todo el mundo para encontrar un productor que avalase el proyecto. El presupuesto de la película no era muy elevado, pero aún así resultaba difícil en contrar inversores que confiaran en él. En Estados Unidos se entrevistó con David O’Selznick, que mostró interés en hacerla pero puso una condición que De Sica no estaba dispuesto a aceptar: para que pudiera ser rentable en América, Selznick le pidió que Cary Grant fuera el protagonista del filme. Desalentado, el director italiano regresó a Europa pensando que allí una película social de bajo presupuesto tendría mejor acogida. Pero se equivocaba.

La inesperada ayuda de un noble. En Francia visitó al editor Toeplitz, que se había interesado en financiar proyectos cinematográficos, pero éste rechazó de plano la propuesta en la primera tentativa. Después, se fue a Londres para entrevistarse con el productor Gabriel Pascal; pero todo lo que consiguió fue una oferta de 10 millones de liras: una cantidad ridícula incluso para un filme de modestas ambiciones como aquél. Desesperado, regresó a Italia, pensando ya en abandonar el proyecto; pero -casualidades de la vida- estando en el hotel donde vivía con su mujer e hijos, conoció al Conde Cocogna, quien aceptó financiar el 50% del presupuesto. El otro 50% lo pusieron dos abogados y amigos de De Sica: Ercolle Graziadei y Sergio Bernardi.

Con la financiación ya resuelta, y con un primer guión elaborado por Zavattini y por otros guionistas sumados al proyecto, el director acometió la realización de esa historia desgarradora, dramática, impregnada de una dureza que el paso del tiempo no ha mitigado en absoluto. Una película que iba a ser recordada como una de las obras cumbre del neorrealismo italiano, junto a Roma, ciudad abierta (1945), de Roberto Rossellini -que sentó las bases de ese movimiento cinematográfico- y a La terra trema (1948), de Luchino Visconti. Sin embargo, ese carácter supuestamente neorrealista del filme ha sido revisado en los últimos años y puesto en tela de juicio por numerosos críticos.

Ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio De Sica (Parte 2)

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