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Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 5)

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 5): Escritura del guión y primer reparto

Gable firma el contrato a su pesar, ya que no quiere hacer la película por tener que interpretar un personaje del que el público se ha forjado ya una idea.

En agosto de 1937 el primer guión de Sydney Ho­ward está ya terminado. Pero a Selznick no le gusta nada; el ambiente de la guerra está muy conseguido, pero echa en falta el melodrama que inunda las páginas de la novela. Además, la acción es muy escasa y los diálogos muy largos. La repugnancia de Sydney por los gestos grandilocuentes y su preferencia por el tono apagado habían conseguido ahogar todo el fuego de la historia. El guión, muy al estilo de un dramaturgo, se articulaba como una sucesión de conversaciones corteses junto a sutiles pasajes dramáticos, conformando una versión íntima y sobria de la novela. Muy interesante como ejercicio, pero no lo bastante espectacular para el productor, que echaba de menos la emoción de la novela.

Por otra parte, el guionista no ha recogido un momento que para Selznick es definitivo: el juramento de Escarlata. En esa escena la protagonista sufre una trans­formación definitiva que debe ser el punto central de la película; la niña mimada y arrogante pasa a convertirse en una mujer altanera y calculadora que hará todo lo que sea para «nunca más volver a pasar hambre». A esto se suma que el guión tiene 400 páginas y equivale a una película de cinco o seis horas. Hay que abreviar, eliminar personajes y añadir pasión. Con esas indicaciones Ho­ward se pone de nue­­vo manos a la obra, ayudado esta vez por el propio Selznick.

Mientras Howard reescribe pasan varios me­ses de preparativos, bocetos y pruebas de vestuario. Se va acercando la fecha en que vencen los dos años que su acuerdo con United Artists impone a la distribución, pero el filme está por definir; sobre todo, el productor aún no tiene claro quiénes van a ser los actores. En julio de 1938 la situación empieza a ser preocupante, porque Selznick cuenta únicamente con Gable y éste aún no ha firmado el contrato. Mientras tanto, la caravana que busca a su Escarlata aún está dando vueltas por Estados Unidos, y las actrices de Hollywood que hacen pruebas para ese papel se cuentan ya por decenas.

Elección de actores

Muy pronto, sin embargo, y a la vez que trabaja denodadamente en el guión -ese verano escribe seis horas diarias junto a Howard-, Selznick consigue dar el primer paso en la composición del casting definitivo: superadas las restricciones de la MGM, Gable firma el contrato en agosto de 1938. Lo hace a su pesar, porque el actor no quiere hacer la película. Aparte de no gustarle la novela, interpretar a un personaje del que el público se ha forjado una idea muy precisa le produce verdadero pavor. Piensa que quizás su actuación no esté a la altura de las expectativas que se han suscitado en torno a él. Finalmente, el nada desdeñable sueldo de 4.500 dólares semanales, más una gratificación final de 50.000, logra convencer al atribulado astro. En el contrato se especifica que el actor debe personarse en los estudios Selznick no más tarde del 5 de enero del año siguiente.

Septiembre de 1938. Mientras otros escritores le ayudan a revisar su guión, que es ahora un palimpsesto indescifrable, Selznick supervisa las pruebas a diferentes actores y va conformando la lista de posibles candidatos. Para el personaje de Melanie Selznick ha visto actuar ya a Anee Shirley, Janet Gaynor, Eliza­beth Allen… y ninguna le satisface. La prueba que hacen a Jane Fontaine no agrada a Cukor, pero da la pista pa­ra encontrar a la actriz definitiva: Jane sugiere que su hermana Olivia de Ha­villand, que ha bordado ya media docena de papeles cándidos e idealistas, puede dar vida a la dulce Melanie. Y en efecto, las pruebas que le hacen son tan formidables que a pesar de su escasa experiencia (tiene solo 22 años) es seleccionada de inmediato por el productor.

Al mismo tiempo, Leslie Howard acapara la atención de Selznick como posible intérprete de Ashley, el amor platónico de Es­carlata. Para ese papel había probado ya a Robert Young, Jeffrey Lynn, Mel­vyn Douglas y otros muchos actores, pero Leslie es quien hace la mejor lectura del guion. Paradójica­men­te, el actor inglés se mostraba po­co entusiasmado con el posible contrato: odiaba al personaje de Ashley, no había leído la novela y deseaba que­dar libre para escribir y dirigir sus propias películas. Pero estaba bajo contrato y no le quedó otro remedio que aceptar. Selznick tenía ya a todo su reparto… menos a la actriz más importante. Quedaba la decisión crucial: ¿Quién iba a encarnar a Escarlata O’Hara?

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 1)

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