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Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 7)

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 1): Luces, cámaras, ¡acción!

Según Cukor hay que seguir el texto escrito por Howard, pero Selznick quiere que continúe. La falta de acuerdo se agrava y abandona el rodaje.

Tras la filmación del incendio de Atlanta el 11 de diciembre de 1938, en los días siguientes se hicieron las pruebas a las cuatro finalistas para el papel de Escarlata: Jean Arthur, Joan Bennett, Paulette God­dard y Vivien Leigh. Desde el primer día Vivien em­pezó a despuntar y Selznick comprendió que su intuición al descubrirla entre las llamas había sido certera.

El día 16 interpretaron la escena en que Escarlata es vestida por Mamy, la criada negra de los O’Hara, para la fiesta en los Doce Robles. Allí volvió a brillar el genio de la actriz inglesa y nadie tenía dudas de que sería la elegida. El día 18 tuvo lugar la última prueba: la escena en el cobertizo de Tara, donde Escarlata le ruega a Ashley que se fuguen juntos. Esa prueba convenció a David y a todo el equipo de producción de que Vivien Leigh y Es­carlata eran una misma persona. Así que no demoraron por más tiempo la decisión. Y el día de Nochebuena de 1938 Selznick llamó a Vivien para decirle que el papel era suyo. La firma del contrato tuvo lugar el 13 de enero, el mismo día en que firmaron también Olivia de Havilland y Leslie Howard. La película se había puesto definitivamente en marcha.

Un rodaje convertido en batalla


El 26 de enero de 1939 comenzó de modo oficial el rodaje de Lo que el viento se llevó. Ese primer día Cukor rodó una escena entera, la primera que vemos en la pantalla. Pero este feliz arranque no tranquilizó a David O. Selznick, amenazado como estaba por negros e inquietantes nubarrones: desde que había puesto en marcha el proyecto se había gastado 1.081.465 dólares de los 2.843.000 dólares con que contaba como presupuesto. ¿De dónde iba a salir más dinero para financiar la producción? Selznick solo encontró una solución: embargar su propio estudio. Todo el mundo pensó que el productor se había vuelto loco. Si la película fracasaba era el fin de Selznick International. Pero David creía firmemente en el proyecto y decidió jugárselo todo a una carta. El tiempo le daría la razón.

El rodaje continúa, pero diez días después de haber empezado Selznick no está satisfecho con la dirección de Cukor. Su obsesiva atención por los detalles ralentiza la filmación, que acumula ya un retraso considerable. Además, no sigue el estilo marcado por el storyboard de Menzies. Y por si fuera poco, la estrella más rutilante de la producción –Clark Gable– no se encuentra cómodo con el cineasta. Cukor presta toda su atención a las actrices y no da ninguna orientación a Gable sobre cómo interpretar a Rhett. El actor sabe actuar, pero necesita de alguien que le diga qué actitud debe adoptar en cada escena.

Las tensiones con Cukor no tardan en estallar. La gota que colma el vaso es una disputa con Selznick acerca del guión. Según Cukor, hay que seguir el texto escrito por Sidney Howard, pero Selznick quiere que continúe con los cambios que otros han hecho y él mismo ha supervisado. La falta de acuerdo se agrava, y el 13 de febrero abandona el rodaje.

Ahora Selznick debe buscar un nuevo director. Hace una propuesta a King Vidor, maestro del espectáculo y del drama íntimo, pero Vidor la rechaza. Selznick piensa entonces en Víctor Fleming, que está a punto de terminar El Mago de Oz para la Metro, y acude al presidente de la MGM, Luis B. Ma­yer, para hacerse con él. Gracias a Mayer, Fleming es sustituido en la producción -en su lugar termina el cuento de hadas el propio King Vidor– y el 17 de febrero es contratado para dirigir Lo que el viento se llevó. Selz­nick pone al nuevo director al corriente de todo y le da el guion para que lo lea. Pero Fleming coincide con el parecer de Cukor: hay que retomar las líneas generales del guión de Howard, o de lo contrario la historia no funcionará.

David O. Selznick contrata entonces a Ben Hecht pa­ra que los tres juntos -productor, director y guionista- reescriban el guión siguiendo como pauta el libreto de Howard. Trabajando catorce y hasta veinte horas diarias, en solo cinco días logran recomponer el guion hasta el juramento de Escarlata. En diez días más Selznick y Hecht terminan a un ritmo agotador el resto de la trama. Están completamente exhaustos, pero la historia consigue al fin la consistencia que desde el principio flojeaba.

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