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Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 8)

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 8): Fleming se hace con el mando

Lo que el viento se llevó, de Victor Fleming | Las lágrimas que Escarlata O’Hara vierte en la muerte de su primer marido son lágrimas de la verdadera Vivien Leigh por añoranza a su marido.

Mientras David O. Selznick y Ben Hecht reescriben el guion por última vez, Victor Fleming se hace con el estilo de la producción: supervisa de­­corados, vestuario, ensayos con los actores… y se pone definitivamente al mando. Selznick ha perdido 50.000 dólares diarios durante las dos semanas en que ha estado parado el rodaje, pero el 2 de marzo se reanuda la filmación bajo las órdenes de Fleming, y empieza entonces una nueva etapa en la producción del filme.

Un general dirigiendo a actores

El trabajo al frente de la cámara es ahora extenuante. Fleming dirige una media de tres páginas de guion al día (unos dos minutos y medio de película), muy por encima de la media en Hollywood. Vivien Leigh y Oli­via de Ha­villand no están contentas por el cambio de director, y secretamente continúan viendo a George Cu­kor para que las oriente en sus respectivos papeles.


La tensión del trabajo es cada día más insostenible. Además, Vivien no aguanta estar separada de Lawrence Oli­vier, y cuando éste con­cluye su rodaje y emprende el regreso a Inglaterra pide un favor muy especial a Selz­nick: que le deje un día libre para despedirse de él. Selznick no puede acceder a ello y Vivien no deja de llorar en toda la noche. Al día siguiente nin­gún maquillaje puede disimular sus ojeras. Y cuando en­tra en el estudio David comprende que va a ser imposible grabar la escena prevista. Para no perder el día de rodaje decide filmar la secuencia en la que Escarla­ta llora después de la muerte de su primer marido, lamentándose por llevar luto a una edad tan joven. Las lágrimas que Escarlata vierte en esa parte de la pe­lí­cu­la son lágrimas de la verdadera Vivien Leigh.

La filmación continúa a un ritmo tan vertiginoso que acaba por agotar al mismísimo Fle­ming. El 29 de abril renuncia a continuar por el bien de su salud mental: la intensidad del trabajo, la continua pelea con la actriz bri­tánica y la tonte­ría de un Clark Ga­ble que se niega a llorar en la pantalla acaban con su paciencia. Para sustituirle, Selznick busca la ayuda temporal de Sam Wood, que entra en nómina al día siguiente. El ro­daje sigue, sin sufrir contratiempos, porque los actores es­tán profundamente metidos en sus personajes. Y las escenas no desmerecen del duro trabajo anterior. El resultado es tan brillante y la insistencia de David tan persuasiva que Victor Fleming, tras dos semanas de descanso, anuncia su vuelta al trabajo.

A principios de mayo de 1939, las arcas del estudio están ya completamente esquilmadas. Selznick tiene que forzar a sus socios para reunir más dinero, y Jock Whitney -que había sido el primero en apostar por la novela- pone un millón de dólares de su fortuna personal. Al mismo tiem­­po, acude con un premontaje al Bank of America, que le presta 1’25 millones más a con­dición de que Whit­ney avale el préstamo. La película camina ya hacia los 4 millones de dólares, pero Whitney avala el crédito a condición de que David y Myron renuncien a su participación mayoritaria en Selz­nick Internacional. Es la locura completa, pero los hermanos aceptan.

Ya es cosa de vida o muerte terminar el rodaje. Con Fleming en la primera unidad y Sam Wood en la segunda -más el propio David en la tercera, cuando hace falta-, el rodaje termina finalmente el 27 de junio después de ciento veinticinco días de trabajo.

Ahora solo queda montar la película, seleccionando las mejores tomas. Pero el trabajo es complicadísimo, porque hay miles de latas de película (150 kilómetros en total, de los que se habían positivado solo 53), con decenas de tomas repetidas de cada plano. No hay registro de tanta filmación fuera de programa.

Lo que el viento se llevó (1939), de Victor Fleming (parte 1)

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